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TURCÓN - Ecologistas en acción

Un derecho a futuro

Un derecho a futuro Angel Tristán Pimienta

La Provincia, 16-8-2004

Miren ustedes por donde, la UNESCO aprobó en una reunión de especialistas celebrada en febrero de 1994 en La Laguna el proyecto de una ´Declaración Universal de los Derechos de las Generaciones Futuras´. Un paso en esa dirección ha sido la reciente propuesta del Instituto de Astrofísica de Canarias de arbitrar con carácter mundial una protección del cielo que limite la ´contaminación lumínica´ y asegure que la bóveda celeste podrá ser contemplada universalmente y sin limitaciones.

No es la primera vez que se plantea esta cuestión del derecho que los que no han nacido todavía, los hombres del futuro, tienen a conocer y disfrutar de una Tierra en condiciones. No obstante, esto es algo que a mucha gente no acaba de entrarle en la cabeza. Hay mucho fanático ´ultracapitalista´ suelto - en el fondo, nostálgicos de la ley de la selva- que no conciben una barrera que se interponga entre la sensatez y sus ocurrencias. Políticos ´neoliberales´ existen en las Islas que, por poner un caso concreto, defienden una urbanización ilimitada del territorio. "En Lanzarote - comentaba un dirigente de derechas- hay suelo para al menos los mismos habitantes que tiene en la actualidad Gran Canaria; por lo tanto, si caben cuatrocientas mil personas más, o medio millón, ¿a qué viene tanto aspaviento?" Algo parecido se plantea con Gran Canaria: "aparte del suelo protegido, que es un tercio, ¿qué inconveniente hay en edificar en todo lo demás?". No son frases inventadas, son pensamientos expresados ante testigos que incluso en alguna ocasión han sido llevados al papel.

El problema es la velocidad. En la Avenida Marítima el Ayuntamiento de la capital ha instalado unos paneles luminosos que recuerdan la obligación de no pasar de ochenta kilómetros por hora, a la vez que advierten al automovilista de que la velocidad, como el tabaco, puede matar, y que los motoristas han de ir con caso por si acaso. La ´velocidad´ no es una característica exclusiva de los coches o de los aviones o de los barcos, con la competencia entre los jet foil y los ferries. También en distintas facetas económicas la velocidad cuenta: no es lo mismo crear mil empleos al mes que al año; no es lo mismo construir mil viviendas sociales en un quinquenio que en doce meses. No es lo mismo, tampoco, aprovechar las circunstancias de un desarrollo superacelerado, como consecuencia de medidas extracorpóreas que lo incentivan artificialmente -la RIC, o los Fondos Europeos- para ocupar todo el suelo que demande la coyuntura, que actuar según una planificación que tenga en cuenta una serie de factores. En el fondo, en el Archipiélago se ha llegado a una situación en que hay que replantear el famoso ´modelo´ que, como todos los monocultivos, ha llegado a un punto de contradicción, a ese estadio en que se puede ´morir de éxito´.

La limitación insular es una realidad: las distancias hay que entenderlas en esa clave. En la Península se sube uno a un automóvil y puede llegar a Vladivostok: aquí el punto más lejano oscila entre los cuarenta y los ciento cincuenta kilómetros. En sólo una década de crecimiento ´a tope´ podría llegar a ocuparse tal cantidad de metros cuadrados que en poco más los canarios de lo que queda por delante se tendrán que contentar con una mano de albeo.

Pero ´los Derechos de las Generaciones Futuras" son de distinto tipo. Tienen derecho a conocer el enclave de Vegueta tal cual; para ello hay distintas medidas protectoras del Patrimonio que, empero, no han servido para frenar el desenfreno de algunos peligrosos ignorantes que movidos por la soberbia han arrasado con los adoquines, especialmente protegidos, y con edificios emblemáticos, y que movidos por un equivocado concepto del mercado han ´puesto en valor´ lo que ya era de incalculable valor... espiritual. En la falta de tino de muchos ayuntamientos, que dejan que una mancha de casas garajeras suba por los riscos sin respetar ´ni sagrado lugar´, y en la mezcla de ceguera e incompetencia de algunos Cabildos que entuban barrancos y cortan el ciclo de la vida de los bosques de laurisilva, como ha ocurrido en Los Tiles de Moya, está agrediéndose también ese derecho al que la UNESCO trata de dar forma mediante una Declaración oficial y solemne. ¿Es razonable el ritmo con el que se construye en Agaete, que lleva camino de convertirse en un barrio dormitorio de Las Palmas? Hay arquitectos, con el ´rotting´ nervioso, que proponen ensanchar y prolongar la tela de araña de las carreteras para que cualquier sitio esté a un máximo de tres cuartos de hora de los túneles Julio Luengo. La consecuencia inmediata de este disparate, una vez rotos los equilibrios impuestos por las dificultades naturales de acceso al medio rural, sería una isla-barriada.

Este debate, que a muchos ´bushistas´ - su equivalente sería el español papanatas- les parece una romántica pérdida de tiempo y un divertimento de apolillados intelectuales de trenka, tiene ya muchas puntas de iceberg. Kioto y la Moratoria vienen a ser primos hermanos. A pesar de todo, existe una intuición ciudadana. Gracias a Dios (o a quien corresponda).

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