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TURCÓN - Ecologistas en acción

Y una porra de sostenibilidad

Y una porra de sostenibilidad José H. Chela

CanariasAhora.com, 4-4-2005

Todavía se pudo escuchar, en estos días de debate parlamentario, la famosa –y demagógica- expresión “desarrollo sostenible”. Entre lo que nos cuentan nuestros políticos al respecto y lo que viene afirmando, desde hace ya unos años, el eminente (y sorprendentemente ameno) biólogo Antonio Machado Carrillo, uno de los sabios, pese a su relativa juventud, que más sabe de estas cosas, me quedo con lo que mantiene, con datos en la mano y argumentos prácticamente incuestionables, el científico isleño: el desarrollo sostenible, en Canarias, es, ya, una utopía. Para que fuese posible sería necesario, subraya, que nuestro Archipiélago contara, actualmente, con una superficie doce veces mayor de la que realmente tiene. Como ese crecimiento resulta, a todas luces, imposible, lo único que podemos intentar, para garantizar un futuro habitable es no seguir cagándola, como hasta la fecha.

De todos modos, si fuese cierto que mal de muchos, consuelo de tontos, podríamos hacernos los idiotas y encogernos de hombros, porque acabo de leer el resumen de un informe de la ONU elaborado por mil trescientos especialistas de un centenar de países de todo el mundo, en el que han empleado cuatro esforzados años de trabajo, y que pone los pelos de punta. No está mal, de vez en cuando, corriendo el riesgo de que nos aterre, elevar la vista, desviándola, aunque sea momentáneamente, de nuestro archipielágico ombligo, y pensar en el planeta como el hábitat, en definitiva, primero y comunal. Pues, bien: dicho informe llega a la muy inquietante conclusión de que la degradación ambiental y la destrucción de los ecosistemas ha sido tal en los últimos cincuenta años que, sencillamente, pone en peligro la supervivencia de la humanidad a medio plazo. O sea, la fin del mundo, que diría el mago. Y, eso, digamos, en un siglo, que no es tanto, aunque muchos piensen que sí lo suficiente como para no preocuparse en exceso, porque, como dice el dicho, de aquí, a cien años, todos calvos.

El estudio (Evaluación de los ecosistemas del milenio, lleva por título) alerta sobre múltiples peligros provocados por el deterioro planetario que afectarán de manera contundente el bienestar de los seres humanos, entre ellos cambios súbitos en la calidad de las aguas, el colapso en los recursos pesqueros, bruscos cambios en los climas de distintas zonas del globo y aparición de nuevas enfermedades. Las reservas acuíferas y pesqueras ya no son suficientes para abastecer a la población mundial y tienden a decrecer en tanto que la población aumenta. Si los peces lo tienen crudo para subsistir, en la superficie el panorama tampoco es alentador: entre un diez y un treinta por ciento de las especies actuales de aves, anfibios y mamíferos se hallan en trance de extinción.

El escenario futurible que describe el informe resulta escalofriante. Y más escalofriante aún resulta leer, aunque sólo sea su resumen, recordando que algunas de las naciones más poderosas del mundo –Estados Unidos, sin ir más lejos- continúan negándose a suscribir los protocolos que, tímidamente, pretenden poner algún freno a esta situación.

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