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TURCÓN - Ecologistas en acción

Las costas, la biosfera y otros sadismos

Las costas, la biosfera y otros sadismos CanariasAhora.com, 7-7-2005

José A. Alemán

El informe de Greenpeace sobre las costas españolas pone bonitas a las administraciones canarias, empezando por la autonómica. Se titula, el informe, Destrucción a Toda Costa que viene siendo, cuarta más, cuarta menos, de lo que nos venimos quejando. Así no se puede seguir, decimos, pero ellos siguen con sus hoteles, sus urbanizaciones y sus puertos deportivos para garantizar los beneficios de quienes luego son llamados a financiar las campañas electorales. Do ut des, ya saben.

Siguen con un modelo turístico que en las islas saturadas obliga a reducciones de precios para mantener entreabiertos los establecimientos y que se está extendiendo a las islas menos saturadas, para que no digan de la inexistencia de un exquisito equilibrio y participen de la destrucción general. No sé si alguien habrá calculado alguna vez el coste en recursos naturales y en materia ecológica de cada plaza turística; lo que me extrañaría porque la destrucción del medio ambiente no es considerada coste a reflejar en ninguna contabilidad. Simplemente, no cuenta.

Da a entender el informe, me ha parecido, cierta extrañeza ante el hecho de que se siga construyendo a pesar de obtener las islas las peores cifras de la explotación turística en su conjunto, a causa de la sobreoferta de plazas, en la que figuran no pocas alegales. Algo que, la verdad, no me sorprende porque desde hace tiempo sospecho que el negocio turístico como tal no es principal y que la verdadera industria son la construcción y la especulación que utilizan el turismo de pretexto para no parar las mezcladoras y la puesta de bloques y bovedillas.

Tiempo ha que no me ocupo de estos temas para no deprimirme. No le veo remedio tal y como viene esta gente y ya saben lo que dicen del esfuerzo inútil. Gran Canaria y Fuerteventura se llevan la palma y en el segundo caso, los tribunales acaban de darle un parón a los seis hoteles de El Cotillo, cuando ya la zona no es ni desde lejos lo que era. Está bien, pero llegan tarde, me temo. Y por aquí cerca, justo donde acaba la zona protegida de Bandama, están construyendo a toda pastilla quinientas viviendas para las que no parece estar prevista otra vía de acceso que la vieja carretera de Marzagán. No tardará en verse desbordada, es decir, atascada, por no menos de mil coches más, por lo que habrán de recurrir a nuevas vías, a más carreteras y siga el baile.

No deja de tener su coña que precisamente ahora hayan salido con la declaración de isla reserva de la biosfera para el Suroeste grancanario. Una buena noticia que merece no regatearle las felicitaciones a quienes, desde el Cabildo, la promovieron y movieron con fe de carbonero. Nunca pensé que lo lograran, la verdad.

Lo que no sé es si esa tenue esperanza al menos para una zona de la isla servirá de algo con las cabras que guardamos. De momento, el espléndido y extraño valle de Mogán no lo conoce ni la madre que lo parió. Casi diría que dejó de existir. Y ya vieron a Soria atribuirse la medalla de que seamos, de repente, unos bioesféricos del carajo no por lo que en sí entraña o debería entrañar sino por cuanto añade a la marca turística, según dijo. Para él viene a ser algo así como lo de Moda Cálida que de idea en principio interesante ha pasado a convertirse en frívolo gasto a la mayor gloria en cuché de Soria, que consigue poca vista la atención que le prestan sus periodistas invitados.

No sé lo que tardarán en promover construcciones publicitados con esloganes referidos a hoteles, bungalows y puertos deportivos levantados en eso, en plena biosfera. Tampoco sé cuantas veces tendremos, de aquí a 2007, que ocuparnos de intentos de vulnerar los compromisos de preservación que conlleva la propia declaración. Si Soria fue capaz de desafiar normas positivas de la UE en el caso del istmo, ya me contarán si va a pararse por una biosfera de más o de menos.

En informe de Greenpeace es desolador. No sólo para Canarias, pues tampoco salen bien paradas las costas peninsulares. Lo que ocurre es que en las islas el problema es más grave, imagino, por nuestras características físicas. Ahí queda, para disfrute de sádicos. Y para los aficionados a denostar a la ecología y al ecologismo porque no conciben otra forma de desarrollo que el cemento armado.

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