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Alumnos de Gran Canaria ganan el primer premio de Jóvenes Investigadores

Alumnos de Gran Canaria ganan el primer premio de Jóvenes Investigadores Trabajos de campo

Alumnos de Gran Canaria ganan el primer premio de Jóvenes Investigadores Europeos por descubrir una planta no catalogada
JUAN MANUEL PARDELLAS
EL PAÍS.es

Un trabajo de campo efectuado en la isla de Gran Canaria sobre una especie vegetal no catalogada, bautizada como Sonchus leptacaulis, recibió el primer premio del concurso Jóvenes Investigadores Europeos, al que concurrieron en Moscú otros 78 proyectos de 35 países. Los integrantes del equipo canario, Javier López Martínez-Fortún, Eliécer Pérez Robayna y Carlos Machado Carvajal, todos de 18 años, trabajaron con el biólogo José Luis Barba en el colegio Garoé, de Las Palmas. Desde hace años, Barba obliga a todos los alumnos de tercero de secundaria (14 años) a realizar un trabajo de investigación. A la vuelta de las vacaciones del curso 2001-2002, los tres alumnos se presentaron en su clase para solicitarle que querían seguir estudiando esta planta. El resultado de estos cuatro últimos años ha sido la investigación ahora premiada en Moscú. Ningún alumno español había logrado este éxito en los últimos 12 años, según le aseguró el Ministerio de Educación al colegio.

El Jardín Canario, donde se investiga la flora y fauna de las islas y la Macaronesia, someterá la planta a distintos análisis para determinar la dimensión de este descubrimiento, aunque el trabajo ya ha sido premiado por el rigor científico utilizado en su desarrollo. "Consultamos bibliografía y no hallamos referencia alguna sobre un ejemplar que encontramos; luego dimos con dos poblaciones de 30 a 40 ejemplares de todos los tamaños en dos zonas del sur de Gran Canaria, aunque refugiadas del sol directo", relata el profesor.

La Sonchus leptacaulis florece de diciembre a febrero. Es un arbusto con hojas verde violáceo en zonas de umbría y amarillentas si está bajo el sol. "Cuando nos llegaron los resultados del Jardín Canario, donde estudiaron el ADN del polen y certificaron que estábamos ante este descubrimiento, sólo pudimos decir: tenemos algo grande", dice Eliécer Pérez, que ahora estudia 1º de Psicología en la Universidad de Las Palmas.

"No era posible que unos simples alumnos de bachiller hubieran abierto la puerta a una posible nueva especia vegetal", reconoce Carlos Machado, que cursa Ingeniería Aeronáutica en Madrid. De los tres, Javier López, que ha iniciado Medicina, es el único que no descarta hacer una tesis sobre las isoenzimas de este arbusto.

El grupo de trabajo recibió ayudas de las instituciones, desde el Jardín Canario, hasta las facultades universitarias de Ciencias del Mar e Ingenierías, de la biblioteca general del Gobierno de Canarias, de empresas municipales de agua y hasta del Museo de Liverpool. El proyecto ganador obtuvo 5.000 euros. El método Barba partió de una experiencia de este profesor en sus primeros años de magisterio en Los Realejos (municipio del norte de la isla de Tenerife). Según recordó, llegó al magisterio tras darse cuenta de que, como biólogo marino, no tendría futuro, porque mareaba en el mar. Obtenida la plaza en 1981, "había zonas de la isla a las que aún no había llegado la luz eléctrica, uno de mis alumnos tenía que compaginar sus estudios con tareas agrícolas; estudiaba poco y probé a que me hiciera un trabajo sobre agricultura. Se ilusionó tanto y obtuvo tan buenos resultados que, desde entonces, a todos mis alumnos de segundo de bachillerato les obligo a un trabajo y, ahora, también a los de primero".

Su concepto del aula parte de varios principios fundamentales: "Hay que acostumbrar a los alumnos a que observen la naturaleza, que hagan preguntas y busquen respuestas, sobre todo: el sol, la luna, el resto de los astros, las plantas, los animales; sobre lo que más les guste, pero que se hagan preguntas", resume el biólogo y maestro. De esta forma, añade, "aprenden a desarrollar un método de investigación, pero también a leer, a traducir del alemán, francés, a hablar y escribir en inglés e incluso a tener las suficientes dotes de convicción como para persuadir al cura del colegio para que les trajera varios textos en latín", todo ello elementos "de máxima utilidad en su futuro profesional, independientemente de lo que se dediquen".

José Luis Barba se muestra partidario de "confiar en los alumnos, de dejar abiertas las puertas de los laboratorios, que rompan algunas cosas, pero que, al tiempo, se les estimule la curiosidad y confianza en lo que pueden lograr". "Al final" -concluye Carlos Machado- "te das cuenta de que los científicos no son esos chiflados de las películas, sino gente como nosotros, con los que nos reímos, divertimos y compartimos muchas experiencias comunes".

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