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TURCÓN - Ecologistas en acción

La imparable demanda de crudo está convulsionando los precios del petróleo

La imparable demanda de crudo está convulsionando los precios del petróleo

OPINION
Esta vez, el lobo está aquí

FELIX BORNSTEIN (*)

Mediada la década de los 60 del siglo XX, Arabia Saudí producía 1,4 millones de barriles de petróleo al día, que las compañías petroleras occidentales compraban por menos de dos dólares el barril. En 1973, la producción saudí ya ascendía a 7,6 millones de barriles diarios, que se vendían a 3,6 dólares. Con las mayores reservas del mundo en sus yacimientos, Arabia Saudí controlaba la OPEP e imponía los precios del cártel en el exterior, basados en una capacidad de bombeo que crecía exponencialmente (hoy la cuota saudí es de un 17% de la producción mundial). Los precios anteriores contrastan brutalmente con el coste del crudo alcanzado esta semana, por encima de 74 dólares el barril de petróleo Brent. Desde 1975 y hasta comienzos del año 2000, el precio del petróleo Brent (el de referencia para los consumidores europeos) ha fluctuado en una franja de 10-15 dólares el barril, una cifra que parecía natural en un mercado que mantenía, sobresaltos aparte, bastante equilibrio entre la oferta y la demanda. Esta ecuación se rompió en numerosas ocasiones, pero en su mayor parte lo hizo por causas extraeconómicas, ajenas a los factores ordinarios del mercado.Así, en octubre de 1973, la OPEP suspendió la venta de petróleo a las naciones aliadas de Israel, 10 días después del inicio de la Guerra del Yom Kippur que enfrentó a este país con Siria y Egipto, un boicot que sólo finalizó el 19 de marzo de 1974.El coste del crudo se disparó, aunque su nivel de entonces hoy nos parece ridículo (al terminar 1974, el petróleo de la OPEP cotizaba a 11,65 dólares el barril). Mucho mayor impacto en los precios tuvo, en 1979, la revolución islámica en Irán y, sobre todo, el inicio en 1980 de la guerra de este país con Irak, un año en que el coste del barril ascendió a casi 40 dólares. La orgía en los precios, debida también a la política sistemática de recortes en la producción seguida por la OPEP, continuó hasta 1983, en que tocó techo, para caer, primero con suavidad, y luego vertiginosamente en 1986, año que pareció ser el de la reinvención del túnel del tiempo, pues el barril se estabilizó nuevamente en el entorno de los 10-15 dólares, que, salvo contadas excepciones, no abandonaría hasta el inicio del nuevo milenio. Hasta 1983, los precios venían respondiendo a las estrategias sobre la oferta ejecutadas por los países productores liderados por Arabia Saudí, mientras que la demanda se mantenía en unos niveles relativamente estables. Esta contención natural del consumo dotaba de bastante elasticidad a la demanda de crudo, lo que propició una reordenación de los precios. Los altos costes incentivaron la búsqueda y la explotación intensiva de nuevos yacimientos, como los del Mar del Norte, y la perforación de pozos adicionales, como los texanos a partir de 1981. Al mismo tiempo, las economías occidentales acentuaron el uso de energías alternativas. La contracción de la demanda forzó a los países productores, especialmente a Arabia Saudí, a incrementar la producción, con lo que los precios, ante la sobreabundancia de oferta y las tensiones internas en la OPEP, cayeron en picado. Pero este idílico escenario para los consumidores occidentales se desplomó con la irrupción en los mercados mundiales, muy visible desde el año 2000, de la India y, sobre todo, de China, una economía que está creciendo de manera prolongada a tasas anuales de dos dígitos. Su demanda energética se ha vuelto insaciable y ha ocasionado una revolución en los precios que parece no tener fin, mostrando las limitaciones de la oferta de crudo, así como las insuficiencias actuales en la capacidad de refino. Si al panorama anterior se añaden complicaciones extraeconómicas del lado de la oferta, como la crisis nuclear iraní o los conflictos de Nigeria, el fantasma de un nuevo shock petrolero toma cuerpo y amenaza gravemente a la economía global. En un artículo publicado en Foreing Affairs en 1973, James E.Atkins se mostraba muy alarmista sobre las consecuencias de la primera crisis energética. Su colaboración se titulaba The Oil Crisis: This Time the Wolf is Here. Atkins se equivocó en el tiempo, pero esta vez parece que el lobo de Atkins ya está aquí.

Félix Bornstein es abogado


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