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Cueva Pintada y demás

Cueva Pintada y demás

Artículo de opinión de Vicente Llorca, del Canarias.7.es

La próxima apertura del Parque Arqueológico de la Cueva Pintada en Gáldar significará, sin duda, un hito en lo que a la preservación y divulgación de los valores patrimoniales prehispánicos se refiere. Los 9.000 metros cuadrados que comprende la zona que podrá ser visitada es un valioso muestrario del ingente legado arqueológico existente en la zona, permitirá acercarnos a la cultura prehispánica y significará la conclusión, la tardía conclusión, de un proyecto que se remonta demasiados años atrás. La Cueva Pintada de Gáldar fue declarada Monumento Histórico Artístico en el año 1972 lo que no ha impedido su degradación y si hoy se ha hecho realidad su restauración se debe al empeño de su más fervoroso defensor, el desaparecido Celso Martín de Guzmán, uno de los pilares de la arqueología canaria, que combatió la incomprensión de las autoridades competentes para que los legados patrimoniales prehispánicos tuviesen la consideración y cuidado que merecen.

El Parque Arqueológico de la Cueva Pintada es ya una realidad, sin embargo, aun siendo tal hecho motivo de regocijo no ha de serlo mucho porque no deja de ser una gota de agua en esta arca de Noé que es la arqueología canaria, que como alertó Celso Martín de Guzmán, hace un buen puñado de años, se encuentra en situación de alerta y en un grado de patetismo alarmante, en lo que a su preservación se refiere, pudiendo estar en puertas de una situación de retorno.
La Cueva Pintada es un bien de primerísima magnitud pero su monumentalidad y la actuación espectacular realizada en ella y su entorno no puede servir para cubrir la desastrosa gestión realizada sobre el patrimonio y olvidar que en esta Guatemala del Atlántico, como la definen muchos estudiosos por el interés arqueológico que atesora, el abandono preside la mayoría de las manifestaciones prehispánicas existentes. Son demasiadas las estaciones arqueológicas de grandísimo interés y dignas de ser visitadas repartidas por toda la geografía archipielágica que no reciben atención alguna.
Los restos de la necrópolis encontrada cuando se construía la autopista de Maspalomas siguen durmiendo en una nave a la espera del prometido y ya olvidado museo de sitio; los enclaves de Bocabarranco o del Llano de las Brujas, visible desde la misma autopista, en Jinámar, son invadidos por la basura o destrozados mientras a su lado se construye un macro parque marítimo comercial; el macizo de Balos, con sus cientos de grabados, sigue enjaulado y sin cartelería que informe sobre cómo llegar hasta él; Arteara continúa a la espera de una pizquita de atención, como Guayedra, otro de los lugares preferentes para Martín de Guzmán; o el Llanillo de Arguineguín, donde nada se ha hecho pese a haberse realizado una concienzuda excavación que aportó un sin fin de datos sobre la vida de los aborígenes de la zona, o... Son tantos.

En fin. A propósito de la Cueva Pintada, recordemos y aprendamos de Celso Martín de Guzmán: «La arqueología canaria debe estar por encima de las coyunturas políticas y los voluntarismos y regida por su misma categoría de bien social, delegado, más allá de la generación viva. Pues es una obligación, y una carga añadida, el imperativo moral de estudiarla con rigor, conservarla con decisión y disfrutarla con fruición».

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