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TURCÓN - Ecologistas en acción

Chernobyl: los habitantes de las tierras radiactivas

Chernobyl: los habitantes de las tierras radiactivas

RODRIGO FERNÁNDEZ - Chernóbil

El País, 24-04-2006

La explosión nuclear forzó la evacuación de decenas de miles de personas y en un radio de 30 kilómetros se creó una zona de exclusión. Años después, un centenar de antiguos habitantes de las aldeas que circundaban la accidentada central nuclear volvieron a instalarse en sus casas sin que les afecte el miedo a la radiación. Mariika es la única niña nacida en la zona de exclusión después de la catástrofe

A consecuencia de la catástrofe producida en abril de 1986, decenas y decenas de miles de personas tuvieron que ser evacuadas, y se declaró una zona de exclusión en un radio de 30 kilómetros alrededor de la central que abarcó 94 localidades ucranias. Entre ellas se encuentran las famosas ciudades de Chernóbil, cabeza de distrito que dio nombre a la central, y Pripiat, ubicada a menos de un kilómetro de los reactores y que se convirtió en ciudad deshabitada. Pero a pesar de la radiación imperante, un centenar de personas se ha instalado en algunas aldeas de la zona de exclusión, principalmente habitantes de la región que por diversas razones decidieron regresar a su patria chica.

Son seis las aldeas que han sido repobladas por algunos ucranios que no se acostumbraron a los lugares adonde fueron evacuados o porque estaban descontentos con las condiciones que allí tenían. Una de estas aldeas es Ilintsí, donde ahora vive una veintena de personas, entre las que se encuentra Anna Oníkonevna Kalitá, de 82 años, conocida simplemente como la abuela Anna. Habita una humilde casa de madera con su marido, el abuelo Mijaíl, dos vacas y algunos cerdos y aves de corral, sin que le falte su fiel perro, un pequeño chucho flaco y asustadizo.

"Nos evacuaron a Stáraya Órzhitsa, pero la casucha que me dieron prácticamente se derrumbó al año de vivir en ella. Así es que decidí regresar", resume su aventura la abuela Anna, que se volvió a instalar aquí en 1987. A la pregunta de si no le da miedo vivir en este lugar contaminado, responde: "¿Y por qué debería tenerlo? Los otros se van muriendo y yo sigo viva", responde riendo. Cuando este corresponsal visitó a la abuela Anna, su marido no estaba. Había salido a cazar pues en la zona de exclusión hay numerosos animales, especialmente jabalíes. También hay ciervos -uno se cruzó en el camino de nuestro vehículo- y caballos de Przhevalski, que han sido introducidos especialmente en las zonas adyacentes a la estación porque aparentemente contribuyen a evitar los incendios.

En el número 12 de una calle de nombre ilegible, vive la abuela de sus vacas, cerditos y aves, de las patatas que siembra y de la pensión que recibe: 300 grivnas (50 euros), además de las 300 de su marido. En la aldea hay electricidad, así es que la pareja puede escuchar la radio o ver la televisión en su viejo aparato. En el patio de la casa tiene un pozo, del que sacó un balde de agua: "Pruébela, es rica, sólo que está un poco verdosa, pero no se preocupe, beba, beba", ofreció la abuela. Anna Kalitá no se queja de su destino, considera que ha tenido suerte y que ha visto mundo -después de la Segunda Guerra Mundial, trabajó tres años en el campo en Alemania Oriental- y espera su fin con tranquilidad. Quiere que la entierren aquí, donde ha vivido, dice, años felices.

La mayoría de las casas de esta aldea y de las otras de la zona están abandonadas, con sus ventanas sin cristales y muchas cruzadas por dos maderos. Hay pueblos enterrados completamente porque después de la explosión del cuarto reactor de Chernóbil se convirtieron en basura radiactiva. Es el caso de Kopachi, junto a Pripiat. Hoy, sólo unos pequeños montículos coronados con unos triángulos amarillos marcan el lugar donde estuvo la aldea. Los triangulitos amarillos se pueden ver también en muchas otras partes: son una advertencia para la gente, pues señalizan los puntos extremadamente contaminados por la radiación.

Entre los cientos de personas que viven en la zona hay dos que son famosos en toda Ucrania: el abuelo Savka, de 76 años y la niña Mariika, de 8. El abuelo Savka, que con su esposa son los únicos habitantes de la aldea Shepelichi a sólo tres kilómetros de la central, fue noticia el año pasado, cuando el presidente, Víktor Yúshchenko, lo visitó. Poco después, le llevaron de parte del jefe del Estado un par de cerditos de regalo. La fama de Mariika se debe a que es la primera y por el momento única persona nacida en la zona de exclusión después de la catástrofe. Cuando su madre, Lidia Savenko, quedó embarazada, los médicos le dijeron que le había salido un sarcoma. Pero lo que tomaron por un tumor era una nueva vida que se gestaba. Mariika nació en la casa ocupada por sus padres.

La familia de Mariika es la más joven de la zona de exclusión. La mayoría de las personas que se han reinstalado en estas tierras radiactivas son ancianos que han regresado a morir a sus casas. Lidia, que tiene hoy 47 años, conoció a su marido en Chernóbil, donde trabajaba 15 días en la zona de exclusión y 15 fuera de ella, para no sufrir tanto los efectos de la radiación. Juntos decidieron ocupar una de las casas abandonadas en la zona contaminada porque no tenían dinero para comprar un piso. Aunque los médicos le han explicado que expone a su hija a serios peligros, Lidia se niega a mudarse. A lo que accedió es a permitir que Mariika estudie en un internado durante la semana, pero el sábado la niña regresa a su contaminado hogar.

Aunque está prohibido ir a la zona de exclusión -guardada por puestos de control que impiden el paso a cualquier vehículo que no tenga una autorización especial-, la administración de la central ha montado un pequeño negocio turístico. Cualquiera puede comprar un tour que incluye la visita a la ciudad de Chernóbil -habitada hoy por quienes trabajan en la zona, ya sea como guardias o en labores de mantenimiento y limpieza-, a algunas aldeas, a la ciudad fantasma de Pripiat, a un cementerio de helicópteros y vehículos contaminados y, por supuesto, a la central, además de una "comida ecológica". El paquete cuesta entre 200 y 500 euros por persona y, como explica el guía Denís, los grupos que la han visitado últimamente han estado integrados casi exclusivamente por periodistas y fotógrafos, pero antes de que comenzara la fiebre del aniversario, eran comunes los simples turistas.

1 comentario

Nicolás Méndez -

Me parece sumamente interesante este tipo de notas, las mas grandes felicitaciones para el equipo que llevo a cabo este reportaje en esta zona tan peligrosa y que tanto me intriga.
Me gustaría algún día poder conocer la abandonada central de Chernobil y por supuesto la ciudad fantasma de Pipriat.
Por otro lado me gustaría resaltar la gran impresión que sentí al enterarme como gente tan irresponsable ha vuelto a vivir en esa contaminada zona y de que forma arriesgan sus vidas y también la de sus hijos.
Saludos les envía desde Sudamérica a los creadores de este sitio un aficionado por el tema


Patricio Nicolás Méndez

San Carlos – CHILE