César Manrique : el recuerdo del mito
La Provincia, 26-9-2004
Los trabajadores de los Centros de arte, cultura y turismo, creados por César Manrique, se acercan cada año en el aniversario de su fallecimiento al cementerio de Haría a rendir un homenaje al artista que modeló la Isla.
En el aire, siempre la misma pregunta: ¿qué diría César si viera cómo está Lanzarote?. César Manrique se fue a vivir al pueblo norteño de Haría en 1988, agobiado de que su casa de Taro de Tahíche, hoy sede de la Fundación que lleva su nombre, fuera uno de los primeros destinos de todos los que visitaban Lanzarote. Haría tiene como patrimonio, entre otras cosas, un palmeral en riesgo de deterioro, la tranquilidad que anhelaba el artista y un pequeño cementerio en el que descansa desde hace ya doce años.
Tal día como ayer, en 1992, moría en accidente de tráfico César Manrique, el artista convertido en mito. Desde el primer aniversario de su muerte, sus colaboradores y un puñado de trabajadores de los Centros de arte, cultura y turismo que él creó se reúnen
junto a su tumba para recordarlo. La tumba de Manrique es una huella. Frente a lo que sería el talón, un gran cactus, sobre el empeine una palmera y junto a la palmera, objetos que depositan los visitantes: pulseras, conchas, tarjetas de visita, algún ramo de flores y desde ayer, un tiesto de proteas, unas flores sofisticadas originarias de Sudáfrica, "de calidad, como a él le gustaban".
Cada año se repite la misma pregunta: ¿que diría César si viviera al ver la Isla? Se leyó un poema en su honor en el que se le calificaba, en uno de sus versos, de "mente prodigiosa que avecinaba todo lo que iba a pasar". Después se leyó un texto que escribió a principios de los años 80 y que habla del crecimiento de la Isla: "su caótico crecimiento se apoya en normas que, por muy legales que parezcan, resultarían en cualquier país culto y civilizado, auténticamente delictivas".
Los trabajadores de los Centros de arte, cultura y turismo, creados por César Manrique, se acercan cada año en el aniversario de su fallecimiento al cementerio de Haría a rendir un homenaje al artista que modeló la Isla.
En el aire, siempre la misma pregunta: ¿qué diría César si viera cómo está Lanzarote?. César Manrique se fue a vivir al pueblo norteño de Haría en 1988, agobiado de que su casa de Taro de Tahíche, hoy sede de la Fundación que lleva su nombre, fuera uno de los primeros destinos de todos los que visitaban Lanzarote. Haría tiene como patrimonio, entre otras cosas, un palmeral en riesgo de deterioro, la tranquilidad que anhelaba el artista y un pequeño cementerio en el que descansa desde hace ya doce años.
Tal día como ayer, en 1992, moría en accidente de tráfico César Manrique, el artista convertido en mito. Desde el primer aniversario de su muerte, sus colaboradores y un puñado de trabajadores de los Centros de arte, cultura y turismo que él creó se reúnen
junto a su tumba para recordarlo. La tumba de Manrique es una huella. Frente a lo que sería el talón, un gran cactus, sobre el empeine una palmera y junto a la palmera, objetos que depositan los visitantes: pulseras, conchas, tarjetas de visita, algún ramo de flores y desde ayer, un tiesto de proteas, unas flores sofisticadas originarias de Sudáfrica, "de calidad, como a él le gustaban".
Cada año se repite la misma pregunta: ¿que diría César si viviera al ver la Isla? Se leyó un poema en su honor en el que se le calificaba, en uno de sus versos, de "mente prodigiosa que avecinaba todo lo que iba a pasar". Después se leyó un texto que escribió a principios de los años 80 y que habla del crecimiento de la Isla: "su caótico crecimiento se apoya en normas que, por muy legales que parezcan, resultarían en cualquier país culto y civilizado, auténticamente delictivas".
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carmelo -