Las urnas y la calle
Juan Martín Vega
Ignoro si el vicepresidente Bermúdez, del Cabildo de Tenerife, cuando dijo, en relación con el puerto de Granadilla y las manifestaciones, que esos asuntos se deciden en las urnas y no en la calle, sabía que coincide con su colega Pepa Luzardo, que también opina que su cargo le autoriza para decidir sin contar con la voluntad de la gente.
Se equivocan. Cómo se equivoca tanta gente política que cree que cuando se ganan las elecciones se recibe un poder incondicional para decidir graciosamente sin atender la opinión general. La elección en las urnas implica la responsabilidad de interpretar con ecuanimidad día a día, todos los días, durante los cuatro años de mandato, la voluntad del pueblo, que es donde reside constitucionalmente la soberanía. No hay más que recordar lo que le costó a su partido el empeño de Aznar de ignorar el mandato popular mayoritario del No a la guerra.
La manifestación del 27 de noviembre ha dejado claro que en Tenerife muchas personas no estamos de acuerdo con la manera en que se toman las decisiones. No se trata de si somos mayoría o no. No se trata de si somos diez o cien mil. Lo que ha quedado demostrado es que somos muchos y muchas.
En relación con el proyecto de puerto en Granadilla, no hay duda de que el debate ciudadano no está en absoluto cerrado. El presidente Martín ha dicho que respeta la opinión de los manifestantes, pero que él sigue convencido de que Tenerife necesita el puerto de Granadilla. Puede ser. Incluso es posible que tenga razón, o parte de razón. Pero se está decidiendo sobre un tema de gran trascendencia, que atañe a todo el pueblo de Tenerife. Se ha dicho, y es cierto, que el puerto de Granadilla estaba en el programa electoral con el que Coalición Canaria ganó las elecciones. Pero no es menos cierto que, en el momento de las elecciones, la población desconocía todos los detalles importantes sobre este puerto. En realidad, hasta Coalición Canaria los desconocía, al punto de que hubo que modificar el proyecto original, dadas las afecciones medioambientales de que adolecía.
Como el presidente Martín ha confesado en público que no tiene tiempo de leer todos los periódicos, es probable que no lea tampoco este artículo. Pero alguien habrá de su entorno que sí lo vea. Si ese alguien existe, le suplico que haga llegar al presidente el ruego de que detenga el proyecto actual de Granadilla y no tome decisiones hasta que sopese todas las argumentaciones. El ruego de que antes de resolver, escuche a la universidad, a los sindicatos, a los expertos, científicos y técnicos, a las organizaciones ecologistas, a los boys y las girls scouts, a los surferos y las surferas, a la gente de la cultura, las artes y las letras, a las asociaciones vecinales, a los movimientos ciudadanos de los pueblos y los barrios, a los y las estudiantes de todos los niveles, a las amas y amos de casa, a los y las profesionales, a la gente jubilada y en paro, hasta al propio grupo municipal de Coalición Canaria en Granadilla, porque de todo y de toda la isla de Tenerife hubo en la manifestación del 27. Pero en especial, que escuche a la gente a quien más le atañe este asunto, a los chicos y las chicas que tendrán treinta, cuarenta años, cuando las consecuencias ambientales, económicas y sociales del Puerto de Granadilla se materialicen, para bien o para mal. Cuando el presidente Martín y el que suscribe quizá ya no estemos aquí, lamentablemente.
A ese alguien cercano al Presidente bajo cuyos ojos caigan estas líneas, le encargo que le pida al jefe del Ejecutivo canario que, por Dios, por Secundino Delgado, por quién más él quiera, que tenga en cuenta todos los criterios. Que no escuche solamente a unos pocos empresarios. Que piense que el dinero no garantiza la clarividencia ni la victoria electoral otorga la infalibilidad. Que todo el mundo puede equivocarse, pero que este asunto no admite errores. Que no se entiende tanto agobio por resolver sobre el puerto de Granadilla, con tanta discrepancia como hay, mientras se pierde el tiempo y no se dedica todo el esfuerzo a ampliar el puerto de Santa Cruz, que ahí sí existe unanimidad y urgencia.
Y, como miembro que soy de Coalición Canaria, exhorto a mis compañeros y compañeras a meditar de nuevo sobre el problema de los puertos de Granadilla y de Santa Cruz. Soy consciente de que tendría que utilizar los cauces internos para esto, pero ocurre que, cuando quiere, el Gobierno de Canarias toma las decisiones con mayor rapidez que la que tienen los canales de comunicación interna. Si soy culpable de indisciplina, quede claro que, por nuestro país canario, por todas nuestras islas y por mis ideas, estoy dispuesto a que caiga sobre mi cabeza la responsabilidad que haga falta.
Ignoro si el vicepresidente Bermúdez, del Cabildo de Tenerife, cuando dijo, en relación con el puerto de Granadilla y las manifestaciones, que esos asuntos se deciden en las urnas y no en la calle, sabía que coincide con su colega Pepa Luzardo, que también opina que su cargo le autoriza para decidir sin contar con la voluntad de la gente.
Se equivocan. Cómo se equivoca tanta gente política que cree que cuando se ganan las elecciones se recibe un poder incondicional para decidir graciosamente sin atender la opinión general. La elección en las urnas implica la responsabilidad de interpretar con ecuanimidad día a día, todos los días, durante los cuatro años de mandato, la voluntad del pueblo, que es donde reside constitucionalmente la soberanía. No hay más que recordar lo que le costó a su partido el empeño de Aznar de ignorar el mandato popular mayoritario del No a la guerra.
La manifestación del 27 de noviembre ha dejado claro que en Tenerife muchas personas no estamos de acuerdo con la manera en que se toman las decisiones. No se trata de si somos mayoría o no. No se trata de si somos diez o cien mil. Lo que ha quedado demostrado es que somos muchos y muchas.
En relación con el proyecto de puerto en Granadilla, no hay duda de que el debate ciudadano no está en absoluto cerrado. El presidente Martín ha dicho que respeta la opinión de los manifestantes, pero que él sigue convencido de que Tenerife necesita el puerto de Granadilla. Puede ser. Incluso es posible que tenga razón, o parte de razón. Pero se está decidiendo sobre un tema de gran trascendencia, que atañe a todo el pueblo de Tenerife. Se ha dicho, y es cierto, que el puerto de Granadilla estaba en el programa electoral con el que Coalición Canaria ganó las elecciones. Pero no es menos cierto que, en el momento de las elecciones, la población desconocía todos los detalles importantes sobre este puerto. En realidad, hasta Coalición Canaria los desconocía, al punto de que hubo que modificar el proyecto original, dadas las afecciones medioambientales de que adolecía.
Como el presidente Martín ha confesado en público que no tiene tiempo de leer todos los periódicos, es probable que no lea tampoco este artículo. Pero alguien habrá de su entorno que sí lo vea. Si ese alguien existe, le suplico que haga llegar al presidente el ruego de que detenga el proyecto actual de Granadilla y no tome decisiones hasta que sopese todas las argumentaciones. El ruego de que antes de resolver, escuche a la universidad, a los sindicatos, a los expertos, científicos y técnicos, a las organizaciones ecologistas, a los boys y las girls scouts, a los surferos y las surferas, a la gente de la cultura, las artes y las letras, a las asociaciones vecinales, a los movimientos ciudadanos de los pueblos y los barrios, a los y las estudiantes de todos los niveles, a las amas y amos de casa, a los y las profesionales, a la gente jubilada y en paro, hasta al propio grupo municipal de Coalición Canaria en Granadilla, porque de todo y de toda la isla de Tenerife hubo en la manifestación del 27. Pero en especial, que escuche a la gente a quien más le atañe este asunto, a los chicos y las chicas que tendrán treinta, cuarenta años, cuando las consecuencias ambientales, económicas y sociales del Puerto de Granadilla se materialicen, para bien o para mal. Cuando el presidente Martín y el que suscribe quizá ya no estemos aquí, lamentablemente.
A ese alguien cercano al Presidente bajo cuyos ojos caigan estas líneas, le encargo que le pida al jefe del Ejecutivo canario que, por Dios, por Secundino Delgado, por quién más él quiera, que tenga en cuenta todos los criterios. Que no escuche solamente a unos pocos empresarios. Que piense que el dinero no garantiza la clarividencia ni la victoria electoral otorga la infalibilidad. Que todo el mundo puede equivocarse, pero que este asunto no admite errores. Que no se entiende tanto agobio por resolver sobre el puerto de Granadilla, con tanta discrepancia como hay, mientras se pierde el tiempo y no se dedica todo el esfuerzo a ampliar el puerto de Santa Cruz, que ahí sí existe unanimidad y urgencia.
Y, como miembro que soy de Coalición Canaria, exhorto a mis compañeros y compañeras a meditar de nuevo sobre el problema de los puertos de Granadilla y de Santa Cruz. Soy consciente de que tendría que utilizar los cauces internos para esto, pero ocurre que, cuando quiere, el Gobierno de Canarias toma las decisiones con mayor rapidez que la que tienen los canales de comunicación interna. Si soy culpable de indisciplina, quede claro que, por nuestro país canario, por todas nuestras islas y por mis ideas, estoy dispuesto a que caiga sobre mi cabeza la responsabilidad que haga falta.
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