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TURCÓN - Ecologistas en acción

Defensa del paisaje

Defensa del paisaje Hace 35 años...

Sansofé, 1 de julio de 1970

EDITORIAL

El Archipiélago canario tiene una de sus mayores riquezas en su paisaje natural y humano. El paisaje isleño es verdaderamente hermoso y variado. Desde la dramática belleza del Teide, Taburiente o el centro de Gran Canaria, hasta el paisaje humanizado de las medianías, pasando por la grandiosidad del Valle de la Orotava, el inigualable panorama lanzaroteño, los bosques palmeros o las maravillosas playas de Maspalomas y Jandía, las Islas Canarias ofrecen un fantástico tesoro natural.

La singularidad de que este paisaje es variadísimo, de que en distancias realmente cortas se pasa de una perspectivas otra completamente distinta, de la nieve al sol más cálido, de un paisaje continental a un exuberante cuadro tropical o a un panorama desértico africano, sólo se da en las grandes distancias de un continente. Esta gran diversidad de nuestra naturaleza tiene, además, una hermosa traducción en nuestra riquísima flora multicolor.

Buena parte del paisaje isleño se encuentra armoniosamente humanizado por las blancas y limpias casas del campesino canario, que le proporcionan un tono pintoresco. Aunque tenemos ya una respetable población, el interior de las dos islas mayormente habitadas -Gran Canaria y Tenerife- no ofrecen señales de superpoblación, en la medida en que alrededor de un cuarenta por ciento de la población se concentra en las capitales. Sin duda, las típicas villas y caseríos isleños y las casas de campo han sido y muchos siguen siendo un bello complemento de nuestras bellezas naturales.

Sin embargo, actualemente el aumento de la edificación en el interior constituye una amsnaza para el paisaje. Esto ocurre particularmente en Gran Canaria, en donde ya se han cometidodesafueros que afean hermosos rincones. Hay que evitar la construcción que rompe con el espíritu de nuestro paisaje y de nuestro estilo tradicional. Hay que seguir el ejemplo de nuestros antepasados, que plantaron largas líneas de frondosos árboles a la orilla de las carreteras y caminos.

Hay que cuidar nuestra flora y crear jardines en cualquier punto posible. Y hay que eliminar la idea de establecer modernos bloques de viviendas en pleno campo y en los pueblos, como ya se ha hecho en una villa del centro de la isla, rompiendo su suave paisaje. La parte del este de Gran Canaria no tiene precisamente atractivos paisajísticos. Es una zona árida y sin belleza. Pero a esto último contribuyen esas innumerables casas sin encalar que ya se han convertido en prototipo de una zona, por la que atraviesa la carretera que va al aeropuerto y a las playas del Sur.

A ello debe ponérsele remedio. Hay que defender a toda costa el paisaje que nos ha legado la naturaleza y también adecentar las partes que no son tan bellas. Gran Canaria y el Archipiélago tienen, con el sol y el clima, su mayor riqueza en el paisaje -en el que incluímos a las playas- y debemos respetarlo y preservarlo como cosa de cada uno.

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