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TURCÓN - Ecologistas en acción

Charla de Gilberto Martel Rodríguez, sobre Desarrollo

Charla de Gilberto Martel Rodríguez, sobre Desarrollo MEDIO AMBIENTE Y DESARROLLO

Conferencia de Gilberto Martel Rodríguez, Secretario General de la Federación Ben Magec – Ecologistas en Acción y directivo del Colectivo Turcón – Ecologistas en Acción, en el FORO ATLÁNTICO “PAZ Y PROGRESO”, Seminario: “Economía globalizada y Progreso”, organizado por la Cruz Roja, el Ayuntamiento de Telde y la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria los días, 15, 16 y 17 de diciembre de 2004.

Por su interés, y con el permiso del autor, reproducimos integramente la conferencia impartida.

Resumen:
En las postrimerías del siglo XX, los conceptos de Medio Ambiente y Desarrollo, éste último con el apelativo de sostenible, sustentable o sostenido, se han implantado con fuerza en el lenguaje político. Incluso, han llegado a convertirse en términos populares. Pero, los que lo utilizan y los que lo escuchan o lo leen ¿saben realmente de lo que se está hablando?, ¿qué sentido tienen estos conceptos?. O es que ¿simplemente se han convertido en muletillas que se utilizan según convenga?. Da la impresión de que esto último es lo que está ocurriendo. Unidos a los términos progreso y compatibilidad ambiental, entre otros, estamos asistiendo a una perversión del lenguaje dónde los discurso se llenan de términos vaciados de contenido y que sólo sirven para justificar acciones de, al menos, dudoso interés general o con perniciosas consecuencias para los recursos naturales e intereses colectivos.

Paralelo a este proceso se produce el fenómeno de que cada vez la ciudadanía se siente más ninguneada en el ejercicio de la política práctica y en la toma de decisiones que atañen a todos. Todo ello genera, por un lado, apatía y desinterés por lo público de gran parte de la población, principalmente joven, y, por otro, movilizaciones puntuales, pero crecientes, como reacción a las consecuencias negativas que la política y el sistema están generando, cada vez más, sobre más ciudadanos.

Se hace necesario reivindicar una aclaración de conceptos, un uso más riguroso del lenguaje y una información más clara y accesible para todos. Necesitamos un cambio de rumbo en todas la políticas en general. Que tomen más en consideración a la ciudadanía. La Democracia participativa se vislumbra como un elemento que, en las sociedades occidentales del siglo XXI, puede conciliar preservación de los recursos y desarrollo social.

1 Diferentes ideas sobre el Desarrollo

Hay palabras que aparecen en todos los discursos de forma recurrente pero que, en muchos casos, encierran la trampa de que por si solas no definen nada, sino van acompañadas de unA descripción detallada de lo que se quiere dar a entender. Algunas de ellas son las palabras desarrollo y progreso cuando se refieren a lo social y lo económico. A primera vista siempre se plantean como palabras positivas e incuestionables pero que por desgracia se abusa de ellas para justificar casi todo.

A mediados del siglo XX, el desarrollo se convirtió en una de esas palabras que formaron parte del discurso modernizador del mundo, que tuvo su comienzo al final de la Segunda Guerra Mundial, con el nuevo liderazgo de los Estados Unidos y el comienzo de la guerra fría. A través de esa idea se propuso un modelo de sociedad exitoso: la sociedad desarrollada, fundado en el crecimiento industrial y en altos niveles de consumo. Este modelo de desarrollo, al que podríamos reconocer como desarrollismo, está basado en la constante expansión, en el optimismo tecnológico, el incremento continuo de la producción sin limitaciones ambientales o de disponibilidad de recursos, generación de bienestar a corto plazo y el crecimiento del PIB como indicador de desarrollo. No obstante, desde finales del mismo siglo, con las grandes transformaciones y avances del mundo, así como con las inmensas frustraciones cosechadas por las políticas públicas modernizadoras, ha tenido lugar un cambio en el discurso del desarrollo. Desde 1990 surge el Índice de Desarrollo Humano, asociado a los informes de las Naciones Unidas para el Desarrollo , el cual intenta centrar la atención en tres aspectos básicos del ser humano como la esperanza de vida, el logro educativo y los ingresos necesarios para un mínimo de necesidades, con el objeto de desplazar el uso del PIB como indicador generalizado del desarrollo.

Paralelamente surge la teoría del Desarrollo a Escala Humana que reconoce que el incremento de la actividad económica no es igual a bienestar y establece una nueva teoría sobre las necesidades humanas y cuáles pueden ser sus satisfactores. El ser humano se vuelve a poner en el centro y no se tienen en cuenta, simplemente, los indicadores macroeconómicos que, según esta teoría, sólo valoran el estado de lo material, de los objetos. Esta corriente de pensamiento plantea una serie de preguntas y respuestas muy interesantes :

“¿Cómo puede establecerse que un determinado proceso de desarrollo es mejor que otro? El mejor proceso de desarrollo será aquel que permita elevar más la calidad de vida de las personas”.


“¿Qué determina la calidad de vida de las personas? La calidad de vida dependerá de las posibilidades que tengan las personas de satisfacer adecuadamente sus necesidades humanas fundamentales”.


“¿Cuáles son esas necesidades fundamentales, y quién decide cuáles son?”

Y es aquí donde nos ilustran con la interesante teoría de las necesidades fundamentales del ser humano y su diferencia con los elementos que usamos para satisfacerlas (satisfactores). Según esta teoría las necesidades humanas pueden dividirse conforme a múltiples criterios, pero básicamente seleccionan, por un lado, las necesidades de Ser, Tener, Hacer y Estar; y, por otro, las necesidades de Subsistencia, Protección, Afecto, Entendimiento, Participación, Ocio, Creación, Identidad y Libertad. Desde esta teoría se postulan conclusiones interesantes y que nos pueden ayudar a diferenciar el polvo de la paja:
“... las necesidades humanas fundamentales son pocas, delimitadas y clasificables. ... las necesidades humanas fundamentales son las mismas en todas las culturas y en todos los períodos históricos. Lo que cambia a través del tiempo y de las culturas es la manera o los medios utilizados para la satisfacción de las necesidades. Cada sistema económico, social y político adopta diferentes estilos para la satisfacción de las mismas necesidades humanas fundamentales. En cada sistema éstas se satisfacen (o no) a través de la generación (o no generación) de diferentes tipos de satisfactores. Uno de los aspectos que define una cultura es su elección de satisfactores. Las necesidades humanas fundamentales de un individuo que pertenece a una sociedad consumista son las mismas del que pertenece a una sociedad ascética. Lo que cambia es la cantidad y calidad de los satisfactores elegidos, y/o las posibilidades de tener acceso a los satisfactores requeridos.
...
Lo que está culturalmente determinado no son las necesidades humanas fundamentales, sino los satisfactores de esas necesidades. El cambio cultural es consecuencia -entre otras cosas- de abandonar satisfactores tradicionales para reemplazrlos por otros nuevos y diferentes. Por ejemplo, alimentación y abrigo no deben considerarse como necesidades, sino como satisfactores de la necesidad fundamental de Subsistencia. Del mismo modo, la educación (ya sea formal o informal), el estudio, la investigación, la estimulación precoz y la meditación son satisfactores de la necesidad de Entendimiento. Los sistemas curativos, la prevención y los esquemas de salud, en general, son satisfactores de la necesidad de Protección. No existe una correspondencia biunívoca entre necesidades y satisfactores. Un satisfactor puede contribuir simultáneamente a la satisfacción de diversas necesidades; a la inversa, una necesidad puede requerir de diversos satisfactores para ser satisfecha. Ni siquiera estas relaciones son fijas. Pueden variar según el momento, el lugar y las circunstancias.”

A medida que han ido evolucionando las sociedades, han ido cambiando las percepciones de la realidad, las prioridades y, también, el sentido de las palabras. Si nos hablan de desarrollo en el siglo XXI, como ciudadanía responsable, hemos de exigir mayor concreción y destripar la finalidad última de lo que se plantea: el por qué y el para qué de las acciones que promueven ese desarrollo, qué nos cuestan a la colectividad, a quién benefician realmente, de qué forma se redistribuyen los beneficios , cuál es el sentido (orientación y significado) del desarrollo, cuáles son los actores que deciden y participan en ese desarrollo, ¿existe un debate social libre y pausado para la toma de decisiones?,...

He aquí el reto que se le plantea a la ciudadanía y a la nueva democracia.

2 Los límites al crecimiento

Desde el propio sistema capitalista, preponderante en el mundo occidental durante la segunda mitad del siglo pasado, se comenzó a alertar de los límites del planeta, desde que las consecuencias del desarrollismo desaforado y a ultranza empezaron a dejarse sentir. Así, en 1.972, el Instituto Tecnológico de Massachussets y el Club de Roma publican el informe sobre “LOS LÍMITES AL CRECIMIENTO” que comienza a abrir debate y crear conciencia sobre la capacidad del planeta para soportar el desarrollo económico basado en la voraz explotación de los recursos naturales.

Casi al mismo tiempo se producía la primera crisis del petróleo. Los 50 y 60 fueron los años del desarrollismo desbordante en que el consumo anual de energía se triplicaba cada año. ¡Un auténtico paraíso para el desarrollo y crecimiento económico!. Un desastre para el entorno y los recursos naturales.

Durante la década de los 60 el consumo de petróleo había crecido de forma considerable hasta configurarse como la fuente de energía fundamental. En 1950, representaba el 37.8% frente al 55.7% del carbón; en 1972, en cambio, el petróleo y el gas representaban el 64.4% del total mundial. De este modo, las reservas petrolíferas descubiertas cada año eran inferiores al consumo anual. Todo este clima, aparte de las consideraciones políticas y monetarias, provocó una crisis mundial de la que nunca se ha terminado de salir. Pocos imaginaban las consecuencias desastrosas que iba a tener la sobreexplotación incontrolada e insolidaria de un recurso natural como el petróleo.

Si bien ese derroche energético propició el desarrollo acelerado del mundo occidental industrializado y el incremento generalizado del nivel de vida de sus habitantes, su rapidez dejó graves secuelas de contaminación en el aire, en el suelo y las aguas, así como una serie de conflictos latentes nunca resueltos. Y lo que es más grave, promovió mayor desigualdad entre las naciones y el agotamiento, de forma acelerada, de las reservas energéticas, sin pensar en ningún momento en las generaciones futuras ni en las consecuencias económicas que podía tener.

El desarrollismo económico no sólo creó las condiciones para la primera crisis del petróleo, sino que también fomentó, como nunca, la deforestación de los bosques naturales en los países empobrecidos, la contaminación sin control de las masas de agua y su consumo desmedido, incrementó de forma alarmante la generación de residuos y provocó estragos de contaminación transfronteriza, como los fenómenos de lluvia ácida en el Norte de Europa y América. Es más, en los 80 se comienza denunciar que las consecuencias negativas de un corto período de exuberancia sin límites se exportan también al futuro y que los costes de la recuperación pueden superar con creces los beneficios económicos obtenidos en un corto período. El proceso de destrucción de la capa de ozono, la acumulación de residuos radioactivos, la destrucción irreversible de suelo fértil, el incremento del efecto invernadero y el consecuente cambio climático son los ejemplos más destacados,.

3 El Desarrollo sostenible o sustentable

Llegados a este punto, desde las mas altas instituciones se intentan buscar soluciones y poner algunas condiciones antes de que la situación llegue a mayores y el sistema muera de éxito. Aquí es donde surge una de las primeras referencias y, por tanto, definición del concepto de Desarrollo Sostenible. Es en el informe sobre medio ambiente y desarrollo “nuestro futuro común” de 1987, encargado por la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo de la O.N.U. (el famoso Informe Brundtland) donde aparece la siguiente definición:

“El Desarrollo Sostenible es aquel que satisface las necesidades de las generaciones presentes sin poner en peligro las capacidad de las generaciones futuras para satisfacer las suyas”

Un concepto aparentemente simplista y lleno de ambigüedades pero que, por lo pronto, introduce un principio interesante: el de la solidaridad intergeneracional. También se observa un acotamiento del concepto Desarrollo a la satisfacción de necesidades . La pregunta inmediata es: ¿cuáles son estas necesidades?, ¿cuáles fundamentales?, ¿cuáles legítimas?, ¿cuáles serán las necesidades futuras?, y ¿cuáles las capacidades necesarias para satisfacerlas?.

Es mucha la literatura que se ha vertido para intentar aclarar y acotar estos conceptos, pero mayor aún es su uso indiscriminado para justificar los injustificable. El Desarrollo Sostenible parece suscitar asentimiento universal, aunque en realidad se dan de él varias interpretaciones, algunas incompatibles entre sí . Para salvar esta circunstancia se ha hecho imprescindible proporcionar criterios o principios operativos de sustentabilidad ecológica que se puedan tomar como referencia a la hora de descubrir qué puede ser sostenible y qué no.

Lo primero que salta a la vista es que el crecimiento sostenido parece incompatible con la sostenibilidad ecológica, ya que los recursos naturales son limitados y en muchos casos irrecuperables. Un ejemplo claro y cercano de este concepto es la gestión de los recursos hídricos en islas como Gran Canaria, dónde a principios del siglo XX se contaba con unos importantes recursos naturales y unas reservas acumuladas durante miles de años. La sobreexplotación desordenada y sin control han llevado a los acuíferos insulares a una situación dramática de deterioro de caudales y calidades. Las generaciones presentes tienen que pagar con creces las consecuencias de ese descontrol en el deterioro del paisaje, en la carestía del agua, en los procesos galopantes de intrusión marina, el incremento de las demandas y creación de nuevas necesidades y en el incremento de la dependencia energética para producir agua en cantidad y calidad suficientes , etc.

Los ecologistas, por principio, debemos recelar de los grandes discursos enmascarados en el desarrollo sostenible . Hoy, para nuestros mandatarios, desarrollo sostenible es: ampliar aeropuertos, construir nuevas camas turísticas, construir más vías rápidas, más puertos (ya sean industriales o deportivos), colonizar urbanísticamente el poco suelo potencialmente agrícola que quede en las zonas bajas de las islas, promover la construcción de campos de golf por doquier, facilitar la implantación de más y más grandes centros comerciales gestionados por multinacionales, que crezca la demanda de energía y agua a un ritmo de un 8 ó 9 % anual, implantar incineradoras ante la avalancha de residuos que “fabrica” la sociedad de consumo, etc., etc.,... Éste es, para algunos, el paraíso del desarrollo sostenible en Canarias.

A la lectura interesadamente mala que hacen los “productivistas” del concepto, a la inaceptable sustitución de desarrollo sostenible o sustentable por crecimiento sostenido, tenemos que oponernos los ecologistas. De poco o nada servirán las reformas para "ecologizar" la producción, y muy particularmente las mejoras en eficiencia, si no se frena el crecimiento material en nuestras sociedades sobredesarrolladas. Nuestro objetivo tiene que ser detener selectivamente el crecimiento material en nuestras sociedades sobredesarrolladas (lo cual está muy lejos de equivaler a detener el desarrollo humano, no implica ni siquiera que no crezcan magnitudes contables como el PIB o el PNB, y no implica tampoco que no tenga que darse crecimiento material en los países empobrecidos) .

Aquí nos interesa encontrar criterios operativos para la puesta en práctica de la sostenibilidad. A partir del trabajo previo de economistas como Herman E. Daly se sugieren los principios siguientes :

• Principio de irreversibilidad cero: esto es, reducir a cero las intervenciones acumulativas y los daños irreversibles.
• Principio de la recolección sostenible: las tasas de recolección deben ser iguales a las tasas de regeneración de estos recursos.
• Principio del vaciado sostenible: es cuasi-sostenible la explotación de recursos naturales no renovables cuando su tasa de vaciado sea igual a la tasa de creación de sustitutos renovables.
• Principio de la emisión sostenible: las tasas de emisión de residuos deben ser iguales a las capacidades naturales de asimilación de los ecosistemas a los que se emiten esos residuos (lo cual implica emisión cero de residuos no biodegradables).
• Principio de selección sostenible de tecnologías: han de favorecerse las tecnologías que aumenten la productividad de los recursos (el volumen de valor extraído por unidad de recurso) frente a las tecnologías que incrementen la cantidad extraída de recursos.
• Principio de precaución: ante la magnitud de los riesgos a que nos enfrentamos, se impone una actitud de vigilante anticipación que identifique y descarte de entrada las vías que podrían llevar a desenlaces catastróficos, aun cuando la probabilidad de estos parezca pequeña y las vías alternativas más difíciles u onerosas.

Sin duda ninguno de nuestros representantes públicos piensan en los anteriores principios cuando nos hablan de “desarrollo sostenible”, lo que nos lleva a la conclusión de que si no queremos vaciar de contenido el concepto se hace urgente pasar a la acción para desenmascarar la farsa y que su uso deje de ser demagógico sino sincero. Para ello es fundamental la formación e información de la ciudadanía: despertar su espíritu crítico.

Resulta paradójico observar que en plena sociedad de la información es cuando la población conoce menos de su entorno y del funcionamiento de metabolismo de las sociedades . Ello es un obstáculo importante para conseguir despertar el interés de la ciudadanía por los problemas del desarrollo y promover su implicación en el camino hacia la sostenibilidad.

Otra de las grandes equivocaciones planteadas en lo relacionado a la sostenibilidad es que se confunde con una meta , cuando en realidad es una forma de hacer, un camino, una estrategia de supervivencia que ha de ser permanente y ha de reinventarse constantemente.

4 Protocolo de Kyoto: ¿otro monumento a la hipocresía?

En el año 1992 se produjo uno de los encuentros más importantes de la historia de la humanidad: la Cumbre de La Tierra sobre Medio Ambiente y Desarrollo, más conocida como la Cumbre de Río. En esta Cumbre, no sin dificultades y con grandes dosis de conservadurismo, se tomaron grandes acuerdos y se firmaron declaraciones importantísimas para el futuro del planeta y de las generaciones venideras. Algunas de ellas, como la Convención sobre el Cambio Climático y el Convenio sobre Biodiversidad, han marcado gran parte de la política internacional de los últimos diez años y han conseguido calar hondo en la sensibilidad de la población mundial .

Como comentamos, el Convenio Marco sobre el Cambio Climático se aprobó en 1992 en Río de Janeiro y fue firmado y ratificado por 181 países. No fue hasta 5 años después, diciembre de 1997 en Kyoto (Japón), donde se aprueban una serie de medidas encaminadas a la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero por los 39 países industrializados, incluidos los de la antigua URSS. Es el llamado Protocolo de Kyoto.
El protocolo de Kyoto obliga a limitar las emisiones conjuntas de seis gases (CO2, CH4, N2O, compuestos perfluorocarbonados (PFC), compuestos hidrofluorocarbonados (HFC) y hexafluoruro de azufre) respecto al año base de 1990 para los tres primeros gases, y 1995 para los otros tres, durante el periodo 2008-2012, con una reducción global acordada del 5,2% para los países industrializados. Las proporciones para según el país, sería la reducción de un 8% para el conjunto de la Unión Europea, un 7% para EE UU y un 6% para Japón. Ucrania, la Federación Rusa y Nueva Zelanda se comprometen a mantener sus emisiones de 1990.
El Protocolo de Kyoto nunca ha sido del agrado de las organizaciones ecologistas porque la reducción global establecida es insuficiente para frenar el cambio climático, pero se considera que es un mínimo primer paso que obliga a los países desarrollados a hacer cambios en sus modos de generación y uso de la energía, en el transporte, industria, etc. que puedan llevar a reducciones mayores en un futuro.
En una fase inicial, el Protocolo no obliga a los países en desarrollo, dadas sus reducidas emisiones por habitante, al igual que ocurre con China e India, pese a ser globalmente grandes potencias contaminadoras. Los países industrializados, con el 20% de la población mundial, son responsables de más del 60% de las emisiones actuales, y de la práctica totalidad de las emisiones históricas.
Para que el Protocolo de Kyoto entre en vigor debe ser ratificado por un número suficiente de países, que en conjunto sean responsables del 55% de las emisiones de los 39 países industrializados. Estados Unidos, con el 36,1% de las emisiones en 1990 de esos países, en la práctica, tiene poder de veto, más cuando cuenta con la complicidad de otros países, como Japón y Australia, e incluso Rusia (17,4% de la emisiones en 1990).
En la Cumbre de Marrakech, la Unión Europea logró arbitrar el acuerdo de los 180 países, pese a las reticencias de Japón, para que los países industrializados reduzcan sus emisiones de carbono en un 5% en un periodo de cinco años, entre 2008 y el 2012. A cambio de esta aceptación se han tenido que realizar concesiones a Rusia y Japón. El primero ha conseguido que se aumente su cuota de emisiones de dióxido de carbono de 17 a 33 millones de toneladas. Mientras que para contentar al país nipón se modificó el texto inicial, con el objetivo de no entrar en contradicciones con su legislación.
Por su parte los EEUU, país líder de la economía mundial y también de sus emisiones (20% del total mundial), lejos de aceptar y ratificar el Protocolo de Kyoto, se retiró alegando que el Protocolo supone una carga intolerable para la economía de los EEUU, y que las naciones en desarrollo deberían estar exentas de limitar sus emisiones de CO2, metano y otros gases de efecto invernadero .
Por si fuera poco se impusieron las tesis del llamado "mecanismo de desarrollo limpio" (CDM) que permitía a los países industrializados disminuir sus esfuerzos domésticos de reducción de emisiones, mediante las actividades realizadas en los países en vías de desarrollo. Es decir se permite a los países más contaminadores a no reducir sus emisiones si invierten en países en vías de desarrollo para que ellos no aumenten las suyas.
El CDM en teoría podía beneficiar tanto a los países industrializados, que podrían cumplir sus compromisos con un coste menor, como a los países en desarrollo, que obtendrían financiación, en teoría adicional, para proyectos que contribuyen a aumentar la eficiencia energética y la participación de las energías renovables. Se supone que el CDM podría servir para ayudar a los países en desarrollo a alcanzar un desarrollo sostenible con equidad, dando prioridad a la mejora de la eficiencia energética, a las energías renovables y al transporte colectivo. Sin embargo, algunos países proponen incluir la energía nuclear, el carbón "limpio", las grandes centrales hidroeléctricas y los sumideros, como las plantaciones de eucaliptos, lo que va en contra de la equidad y la sostenibilidad. La financiación de los proyectos de adaptación se basa en el principio de que el que contamina, paga, y los países industrializados son los causantes gran parte de la contaminación.
El mercado potencial de emisiones en el marco del CDM es enorme. Actualmente se habla de unos 200 millones de toneladas anuales de carbono, lo que, junto con otros mecanismos, reduciría el esfuerzo doméstico de los países de la OCDE a poco más de 100 millones de toneladas anuales de carbono para el año 2010. Pero si se permite incluir los proyectos forestales en el CDM, los créditos disponibles podrían llegar a unos 700 millones de toneladas anuales de carbono, lo que haría innecesario cualquier esfuerzo doméstico de reducción de las emisiones de gases de invernadero en los países industrializados. Es decir, los países industrializados buscan la manera de escurrir el bulto y realmente no hacer nada en sus propias sociedades, después de 12 años
El ejemplo más cercano y dramático es el del propio Gobierno de Canarias que, asustados ante la promesa del nuevo Gobierno socialista de hacer cumplir el protocolo de Kyoto y detectando que Canarias ha sido la comunidad autónoma más imcumplidora, con crecimientos de la demanda energética casi cuatro veces superiores a los del resto del Estado, ha solicitado que se deje a Canarias fuera de estas obligaciones, cuál EE.UU. a nivel estatal. Cuando todos quieren comenzar a hacer algo bien, va Canarias y se desmarca. Hay que saber que, en el 2003, España ha sobrepasado un 34% las cuotas de emisión de CO2 en 1990, y Canarias se ha sobrepasado en un 77%.
Ya los ecologistas canarios se han manifestado en la línea de que el cumplimiento del Protocolo de Kyoto no debe entenderse como un problema sino como una oportunidad para la innovación, para el incremento de la eficiencia, para la potenciación de la I+D, para el fortalecimiento de la economía local, para el apoyo del transporte colectivo, para el desarrollo, en definitiva, de una industria local de las energías renovables y la eficiencia energética en Canarias que puede ser incluso exportada al exterior, creando empleo de calidad y potenciado a muchas pequeñas empresas de servicios en este sector.

Los ecologistas hemos demandado responsabilidad y sentido común a la administración para reorientar el modelo energético en base a unos criterios verdaderamente ambientales y sostenibles, con la promoción de las energías renovables descentralizadas, como la solar térmica , fotovoltaica o la eólica, con mayor inversión en I+D o capitales de la RIC en proyectos de energías limpias, ahorro, eficiencia energética y aplicación de criterios de arquitectura bioclimática, o con la aprobación de normativa específica que apoye la consecución de dichos fines. También es necesario que se abandonen los proyectos de grandes infraestructuras de carreteras, aeropuertos y grandes puertos que no harán más que incrementar la movilidad y necesidades de transporte. Se hace imprescindible un plan estratégico con acciones concretas que fomente el transporte público.

El cumplimiento de este protocolo de mínimos debe suponer una revolución en el modelo energético y económico de Canarias, en el que todos, las instituciones y ciudadanos, desde los ayuntamientos hasta las organizaciones sociales y empresariales, deben estar implicados si se quiere tener éxito.

La realidad es totalmente contraria. La aportación a Kyoto que promueve el Gobierno en Canarias se basan simplemente en la implantación del Gas Natural (con sendas plantas regasificadoras y puertos en Granadilla y Arinaga) y el concurso de asignación de potencia eólica. En ambos procesos lo único que se está consiguiendo es garantizarle los beneficios económicos a grandes empresas como ENDESA a través de subvencionar las infraestructuras y asignar potencia eólica a inversores que en algunos casos, con información privilegiada, obtienen asignación de potencia eólica cuyos beneficios no tienen por qué revertir en Canarias .

Al fin y al cabo se plantea una oportunidad, pero la ciudadanía, en general, sigue sin ver los beneficios tangibles por ningún lado: ni participa del debate, ni de las soluciones, ni de los posibles beneficios.


5 La Agenda 21... ¿una herramienta para la sostenibilidad local y la participación ciudadana?

También en la Cumbre de Río se aprobó por unanimidad otro acuerdo que debía suponer un compromiso político al más alto nivel en favor de la sostenibilidad del planeta. Hablamos de la Agenda 21.

La Agenda 21 no se planteó simplemente como una marca más, sino como una filosofía y un programa de acción en el siglo XXI, con determinaciones y propuestas muy concretas, en las que se reconoce que la población es una de las principales fuerzas para conseguir el cambio ecológico en el planeta. Es más, cuando en la Agenda 21 se exhorta a los países para que adopten estrategias hacia la sostenibilidad, se hace especial hincapié en que este proceso ha de contar con la amplia participación de todos los sectores, incluidas las organizaciones no gubernamentales y el público en general.

En esta Cumbre, las Naciones Unidas hicieron un llamamiento a todas las comunidades locales para que crearan su propia Agenda 21, traduciéndola en planes y acciones concretos hacia la sostenibilidad. Este proceso debería llevarse a cabo a través de un diálogo abierto con sus ciudadanos, organizaciones locales y empresas privadas, recibiendo aportaciones, promoviendo un consenso y obteniendo la información necesaria para formular las estrategias locales hacia una política económica y social más ecológica .

Si hay algo que motiva de este proceso es el cambio de filosofía que se sugiere en la forma de gobernar. Propone, al fin y al cabo, que las autoridades locales, democráticamente elegidas, cuenten permanentemente con la participación ciudadana en la toma de decisiones. Esto supone, sin duda, una pequeña revolución para nuestros gobernantes ya que les demanda cambios importantes de estilo: menos paternalismo, más apertura, menos prepotencia y, lo que quizá más miedo les da, un poco de pérdida de protagonismo en favor de la sociedad. A cambio, se obtendría una mayor corresponsabilidad de los ciudadanos y, seguramente, grandes dosis de sentido común en la definición de prioridades y líneas de actuación de las políticas locales.

Cualquier ciudadano o ciudadana no puede evitar ilusionarse cuando se le presentan ideas como esta. Pero la realidad es muy dura y, hoy en día, todo parece ser susceptible de ser corrompido a poco que caiga en las redes del poder. Salvo raras excepciones, las Agendas 21 locales se han convertido en meros escaparates, sin abrir procesos participativos reales . Ahora casi todos las ayuntamientos se adhieren a la Carta de Alborg pero nada cambia .

Es penoso ver como en Canarias donde, a pesar de que este debate empieza introducirse con 10 años de retraso y hay acumulada una experiencia internacional importante, el tema se trata de la peor manera posible: desde esa sutil capacidad, parece que innata, de nuestros gobernantes partidistas de convertir todo lo noble en basura, en un medio de propaganda más.

6 De la teoría a la práctica: de lo universal a lo local. La Democracia participativa... ¿nuestra única esperanza?

No es posible contraponer desarrollo y medio ambiente sin bajamos al terreno, a los ejemplos prácticos, a nuestra situación local. Nunca antes ha sido tan valido el axioma: “Piensa globalmente, actúa localmente”.

Temas locales que están o han estado constantemente en el candelero son un reflejo claro del paradigma Desarrollo y Medio Ambiente. Entre ellos han destacado, en los últimos años, la iniciativa Salvar Veneguera y el ¡Parar ya! de Lanzarote. El primero fue un movimiento que comenzó hace 25 años y que no sólo centró sus esfuerzos en salvar un trozo de litoral y un barranco sino que abrió un debate importante sobre le modelo de desarrollo de las islas. Junto con el debate abierto en Lanzarote, supuso que se fomentara la malograda moratoria al crecimiento de camas turísticas, primero en Lanzarote, y posteriormente, en forma de Directrices, en toda Canarias. Aunque, como siempre, nuestros gobernantes nos han decepcionado sobremanera.

Igualmente hoy, está abierto un debate, desde varios frentes, que cuestiona el modelo que se sigue para la implantación de grandes infraestructuras en las islas y el desarrollo urbanístico. Entre ellos destacan la iniciativa contra el Macropuerto de Granadilla y en Defensa del Frente Marítimos de Las Palmas de Gran Canaria. Pero no son las únicas . Si observamos el patio insular el número de movilizaciones para defender el territorio, la calidad de vida o para reconducir proyectos de dudoso interés colectivo es ingente. Y todas reclaman participación ciudadana.

No es casualidad que precisamente ahora haya movilizaciones ciudadanas en casi todos los frentes. ¿Es que acaso la clase política ha perdido el Norte de lo que interesa al ciudadanía, o es que ésta está despertando de un largo letargo?

La realidad es que la situación en Canarias se está poniendo en grave riesgo. Parece que algo no funciona. Repasemos algunas cifras:


POBLACIÓN

1.843.755 habitantes en Canarias en 2002.
11.399.351 turistas visitaron Canarias en 2003.

MEDIO AMBIENTE

3.336 puntos de atraque deportivos en Canarias en 2003.
12.867 puntos de atraque deportivos previstos en Canarias en 2006.

2.478.870 toneladas de cemento se consumieron en Canarias durante 2003.
1.075.674 toneladas de cemento se consumieron en la isla de Tenerife durante 2003.

138.892 casas deshabitadas en Canarias en 2004.

623 coches por cada 1.000 habitantes en Gran Canaria en 2003.
643 coches por cada 1.000 habitantes en La Palma en 2003.

70.249 hectáreas de tierras cultivadas en Canarias en 1982.
45.385 hectáreas de tierras cultivadas en Canarias en 1999.

2,5 km. de línea de atraque ocupados por barcos inactivos (abandonados o embargados) en el puerto de Las Palmas de Gran Canaria.
0,5 km. serán añadidos al muelle Reina Sofía en el puerto de Las Palmas de Gran Canaria.

70.000 barcos al año atraviesan aguas canarias.
6.000 de estos barcos transportan sustancias nocivas para el medio ambiente.

ECONOMÍA

1.234 € de ganancia media mensual de empleados y obreros en España en 2002.
1.077 € de ganancia media mensual de empleados y obreros en Canarias en 2002.

320.807 habitantes por debajo del umbral de la pobreza (357 €/mes) en Canarias en 2001.

2.950 cestas de Navidad repartió el Ayuntamiento de CC en Mogán en 2002, valoradas en 105.000 €.

2.000.000 € anuales es el valor aproximado del agua perdida en la Mancomunidad de Norte de Gran Canaria por fugas en la red.

2.020.000.000 € de beneficio neto consiguió Repsol en 2003.

36 % de incremento en los beneficios empresariales en 2002 en España.
21 % de incremento en los precios en 2002 en España.
18 % de incremento en los salarios en 2002 en España.


La siguiente entrevista a Federico Aguilera Klink , reciente premio nacional Lucas Mellada de Economía y Medio Ambiente, nos hace breve síntesis de lo que pasa en Canarias respecto al Desarrollo mal entendido y el Medio Ambiente :

Federico Aguilera Klink, catedrático de Economía Aplicada. Flamante premio nacional Lucas Mellada de Economía y Medio Ambiente, este profesor de la Universidad lagunera es un filósofo poco amigo de aceptar sin preguntas los principios que parecen imbricados en la Isla. En su despacho, una cita de Einstein subraya la importancia de la intuición y algunos lo consideran el padre de la economía del agua.
Cuando en el año 1979 el profesor Federico Aguilera contribuyó a implantar, por primera vez en una facultad universitaria española, una asignatura que se atrevía a relacionar la economía con el medio ambiente y, un poco después, la economía con la ecología, muchos consideraron que aquella era una mariconada. Sin embargo, esa es la línea que debe tomar la gestión de los recursos si deseamos que las Islas, el país, el continente y el mundo siga alimentándonos. Economía pura y dura. Aguilera se atreve a romper muchos tópicos que chocan contra principios tan asentados en el subconsciente tinerfeño como que hay que dar dinero europeo al plátano; que somos una región ultraperiférica o que construir carreteras es bueno para la economía canaria. Él siempre se pregunta por qué. De su boca salen términos tan interesantes como el negavatios, relativo al ahorro energético.

- ¿Está instalada en Canarias la relación entre economía y medio ambiente?
- Ni en Canarias, ni en España ni en el mundo. Goethe decía en 1804 que nuestro gran problema era que hemos perdido conciencia de nuestra dependencia de la naturaleza. Y no hemos recuperado esa conciencia porque creemos que la tecnología lo arregla todo. Ahí está el cambio climático...

- Se duda de que se esté produciendo.
- Mire, emitimos más CO2 del que la naturaleza puede absorber. Existe un documento denominado Los escépticos del cambio climático que muestra la existencia de un grupo pagado por las petroleras y empresas de carbón que financia la creación de esa duda que usted plantea.

- Las subvenciones a determinados sectores productivos ¿está generando que seamos los canarios menos competitivos?
- Sí. E incluso argumentos como la ultraperificidad son dudosos. Mire, para ultraperiferia,Teruel. El Gobierno canario lleva años vendiendo en Madrid y en Europa la idea de que aquí sólo podemos vivir con subvenciones. Curiosamente vivimos de nuestro paisaje y, aunque pedimos subvenciones para conservarlo, luego lo estamos deteriorando continuamente. Los turistas pueden cansarse, aunque aún tenemos unas condiciones muy buenas para competir. Hay que cuidarlo con seriedad.

- Bueno. Al fin los empresarios isleños se han hecho ecologistas al interesarse por los parques eólicos ¿no?
- No. Están interesados en subvenciones. Y sigue habiendo interés en seguir construyendo.

-¿Cómo se entiende que vivamos del sol, por el turismo, y no seamos los reyes de la energía solar?
- Por las presiones de la compañía que genera la electricidad. Existe una situación muy rígida y una relación entre eléctricas y Gobierno.

- Si se sancionase a los coches que usan el carril bus ¿lograríamos mejorar el transporte público?
- Siendo presidente del Cabildo Adán Martín, un gerente de Titsa reconoció que el carril bus era viable en un acto público en el que Martín no dio una respuesta clara a por qué no se pone. No interesa. Hay intereses políticos muy mezclados con los empresariales y en esa dicotomía el interés público sale perdiendo.

- El coste del transporte interinsular sí que parece incontestable.
- Cuando se habla de los elevados costes de la insularidad hay algo que no encaja y es que esos costes tienen más relación con el monopolio del transporte marítimo que con los costes reales de las comunicaciones. Y al final se crea una idea falsa.

- ¿Qué deben aprender los alumnos en una Facultad de Economía?
- Pues sobre todo una manera de afrontar y abordar los problemas. Pero sobre todo a hacerse preguntas, no debemos dejar de preguntarnos sobre los asuntos que nos incumben y que parecen resueltos con respuestas ajenas. Una buena pregunta es ¿qué tiene que ver el progreso con hacer más carreteras?. ¿Del progreso de qué o quiénes estamos hablando?. Cada carril nuevo que se abre incentiva el transporte privado. También sucede que no estamos usando con propiedad el lenguaje en economía y a cualquier disparate se le coloca el adjetivo de sostenible ... el uso deliberado del mal lenguaje es terrible.

- ¿Nos gobiernan los constructores?
- Digamos que no hace falta estar en la política para influir en las decisiones. Aquí se da una mezcla de negocios y política muy negativa.

- ¿El diagnóstico de la economía canaria es bueno?
- La economía canaria crea empleo, está supersubvencionada y los empresarios han dejado de pagar tres billones de pesetas en impuestos gracias a la Reserva de Inversiones de Canarias. Pero ustedes mismos publicaron recientemente que unas 20.000 familias viven por debajo del umbral de la pobreza.

Ante tantos desmanes, tantos sin sentidos, tanta apropiación de lo público, tanta destrucción de los irrecuperable,... ¿Cómo permanecer impasibles?, ¿cómo no pretender participar de lo público, de lo que es de todos y todas?, ¿Cómo no reírnos del espectáculo circense de la política partidista?

¿Será posible caminar hacia un nuevo modelo de democracia que concilie desarrollo humano y medio ambiente?, ¿Es ese el camino de la democracia participativa ?

Quizás.

Gilberto Martel Rodríguez, noviembre de 2004

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