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Contaminación lumínica

Contaminación lumínica Contaminación lumínica: Se estima en unos 250 millones de euros el ahorro anual que se podría obtener en España con una iluminación correcta

Este gasto repercute en el bolsillo del contribuyente y en el medio ambiente causando graves daños, como farolas mal colocadas, la construcción masiva de chalets en zonas rurales, ceguera temporal en peatones y conductores, incidencia en el cambio climático y generación de residuos. Aunque en algunas comunidades autónomas ya existen leyes que regulan el tipo de iluminación que se puede usar, la solución pasa por una mayor educación pedagógica sobre el tema en los colegios, y la puesta en práctica de una serie de medidas que reduzcan al máximo este tipo de contaminación.

Qué es y cómo se origina

Se trata de una novedosa forma de contaminación, poco conocida y tenida en cuenta por la sociedad en general, pero cuyos efectos pueden ser equiparables a la emisión de humos a la atmósfera o al vertido de contaminantes en los ríos, algo que la sociedad ha asumido como un terrible ataque a la Naturaleza. Pero, ¿qué pasa con el exceso de luz?

La contaminación lumínica es la emisión y reflexión hacia la atmósfera de la luz proveniente de las fuentes artificiales. Esta luz es dispersada en todas direcciones por las partículas presentes en el aire, produciendo una disminución de la oscuridad natural del cielo nocturno. En Europa, se trata de un tema “que se está considerando desde mediados de la década de los 90 y, sin duda, dentro de unos años toda la iluminación estará bien orientada. Entonces, evitar arrojar luz al cielo nos parecerá tan evidente como ahora nos lo parece evitar tirar la basura en mitad de la calle”, explican desde la Agrupación Astronómica Cántabra, Astrocantabria. Sin embargo, por ahora, la situación es bien distinta.

La contaminación lumínica se produce sobre todo en las ciudades, donde existen instalaciones de iluminación exterior mal diseñadas, “principalmente en las grandes áreas urbanas, zonas habitadas, centros comerciales, polígonos industriales y en zonas de ocio y deportivas”, comenta Eduardo Rodríguez secretario de la Agrupación Astronómica Vizcaína. No obstante, ya se empieza a notar un incremento del problema en zonas rurales, sobre todo, debido a la proliferación de urbanizaciones de chalets.

Muchas veces hay que alejarse varios kilómetros de las ciudades para disfrutar de un cielo verdaderamente puro, aunque incluso en estas zonas la iluminación está tan mal diseñada que impide verlo y se desperdicia luz que no ilumina el suelo, asegura Franciso J. Carrera, del Instituto de Física de Cantabria (CSIC-UC).

Principales causantes de la contaminación lumínica Rótulos luminosos en las fachadas de los edificios.
Farolas tipo globo que proyectan la luz hacia arriba, en lugar de hacia el suelo. “Una calle que se ilumina con farolas ‘tipo globo’ que derrochan la mitad de la luz, podría iluminarse exactamente igual con la mitad de farolas si éstas fueran eficientes y no perdieran luz hacia arriba”.

Pero, no todo son errores. “Obviamente, en las instalaciones racionalmente diseñadas existe una pequeña porción de luz reflejada, que es la necesaria para ver y que todos necesitamos que exista, que también contribuye al resplandor luminoso sobre la ciudades, pero en mucha menor medida que la que se envía directamente desde la bombilla o lámpara”, explica Francisco Javier Díaz Castro, Jefe de la Oficina Técnica para la Protección de la Calidad del Cielo del Instituto de Astrofísica de Canarias (OTPC/IAC).

Efectos y consecuencias directas

Esta incorrecta iluminación, en muchos casos excesiva, tiene unos efectos concretos sobre la sociedad. Se estima en unos 250 millones de euros el ahorro anual que se podría obtener en España con una iluminación correcta.
Los principales efectos son cuatro:

Intrusión lumínica: Es la luz que se proyecta hacia arriba y penetra en el interior de las viviendas. Aunque parezca muy simple, la intrusión lumínica puede “ocasionar graves molestias a quien la sufre, ya que puede llegar a provocar alteraciones en el sueño. La gente se ve obligada a dormir con las persianas bajadas todo el año. Además, es especialmente grave en las viviendas situadas junto a instalaciones deportivas que son iluminadas con torres coronadas por numerosos proyectores es especialmente grave en las viviendas situadas junto a instalaciones deportivas que son iluminadas con torres coronadas por numerosos proyectores. En estos casos la intrusión es de una intensidad considerable, y afecta a toda la fachada”, explica Eduardo Rodríguez.

Deslumbramiento: Se trata del exceso de luz en la visión, lo que puede provocar ceguera momentánea o falta de contraste nocturno, tal y como explica José Miguel Rodríguez Espinosa del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC). Tal y como reconocen desde Astrocantabria, este efecto “puede repercutir en la seguridad vial: un conductor o peatón deslumbrado nunca verá bien. Siempre se debe iluminar hacia el suelo, no hacia los ojos de la gente”. “Muchas veces los ciudadanos confunden el deslumbramiento por mucha luz cuando realmente tienen su visibilidad y seguridad reducida por este fenómeno”, asegura Francisco Javier Díaz Castro.
Sobreconsumo de electricidad: Este fenómeno puede aparecer de varias formas y por varias causas. En primer lugar, por exceso de los niveles de iluminación, es decir, por utilizar más luz de la necesaria. Lo único que hay que hacer es “limitar los valores máximos de iluminación para cada posible objeto de iluminación". "La publicación sobre iluminación de carreteras del Ministerio de Fomento habla, por ejemplo, de evitar superar los valores recomendados y de que nunca sean superiores al doble establecido”, detalla Díaz Castro.
Otras formas de aparición del sobreconsumo se dan por la utilización de lámparas y bombillas poco eficientes y por iluminar zonas innecesariamente. “Para estos fines se necesita más luz y energía en compensación de ese derroche.

Debe iluminarse sólo aquello que es necesario y evitar el fenómeno del deslumbramiento, Los kilowatios que se envían al cielo no sirven para nada, pero hay que pagarlos” advierten desde Astrocantabria.
Dispersión hacia el cielo: “Toda la luz que no se dirija hacia el suelo, se desperdicia. Esta luz se difunde por la atmósfera, impidiendo la visión del cielo nocturno, incluso a varios kilómetros de distancia de la ciudades”, explica Francisco J. Carrera. Los halos luminosos que se forman sobre los núcleos urbanos aumentan el brillo natural del cielo nocturno, haciendo desaparecer de la vista la mayoría de estrellas y objetos débiles que pueblan el Universo. Además se está demostrando que la contaminación lumínica de las ciudades desorienta a las aves migratorias que en sus viajes suelen guiarse por las estrellas. En algunos sitios, las tortugas marinas que nacen en playas confunden las luces de las poblaciones costeras con las crestas de las olas, lo que les empuja a dirigirse tierra adentro, en lugar de a su hábitat natural, el mar, arguyen desde la Agrupación Astronómica Vizcaína.

Todo este uso excesivo de energía lumínica y electricidad, tiene consecuencias que inciden directamente sobre la población. La primera de ellas es de tipo económico. Como bien dice José Miguel Rodríguez Espinosa “si se consume más electricidad de la necesaria en el alumbramiento público, todos estaremos pagando más por la factura, vía impuestos municipales”. Además, hay otras consecuencias como que con este desperdicio se contribuye al cambio climático, a la generación de residuos y al aumento de la contaminación ocasionada por los residuos tóxicos de las lámparas usadas, sobre todo las de mercurio.

Posibles soluciones
Pese a todos estos efectos negativos, la contaminación lumínica puede tener solución. En primer lugar, debería comenzarse con una mayor educación pedagógica sobre el tema en los colegios, con el fin de concienciar a la sociedad desde la infancia. debería comenzarse con una mayor educación pedagógica sobre el tema en los colegios, con el fin de concienciar a la sociedad desde la infancia

Después, tomando unas sencillas medidas es posible reducirla al máximo, ya que una sociedad desarrollada como la nuestra necesita de la luz para realizar algunas actividades nocturnas.
Basta con:

Instalar luminarias que no dirijan la luz fuera de la zona a iluminar.
Utilizar preferentemente lámparas de vapor de sodio.
Mantener un horario de apagado para la iluminación ornamental.
Prohibir cualquier iluminación publicitaria que dirija la luz hacia el cielo.
Instalar reguladores de intensidad que permitan rebajar la luz en horas de mínima actividad.
Iluminar con la cantidad de luz necesaria, no sobreiluminar.

En algunas comunidades autónomas existen leyes que regulan el tipo de iluminación que se puede usar, por ejemplo en La Palma y en algunas zonas de Tenerife, donde existe la Ley de Protección del Cielo; en Cataluña se rigen por la Ley 6/2001 de 31 de Mayo, de ordenación ambiental para la protección del medio nocturno; y en Baleares cuentan con la Ley 3/2005 de 20 de abril de protección del medio nocturno de las Illes Balears. En Valencia y Navarra se han aprobado propuestas de ley en sus Parlamentos. Asimismo, en otras ciudades como Santander, Burgos, Córdoba, Castro Urdiales (Cantabria), Tarrega, Belpuig y Figueres existen ordenanzas municipales acerca de este tema.
A nivel estatal se ha presentado en el Senado una moción para instar al Gobierno a elaborar una ley estatal para la protección del cielo. Y es que como dicta la Declaración de los Derechos de las Generaciones Futuras de la UNESCO: “Las personas de las generaciones futuras tienen derecho a una Tierra indemne y no contaminada, incluyendo el derecho a un cielo puro”.

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