Yo nací en el Atlántico
María José Guerra
Institute of Enviroment, Philosophy and Public Policy, Universidad de Lancaster
El País, 16-12-2005
La columna Si no nací en el Mediterráneo, de Soledad Gallego-Díaz, me lleva a comentarle otro caso que es fundamental para los que vivimos en Tenerife. No es sólo el Mediterráneo; el Gobierno central y el canario están empeñados en construir un Puerto Industrial en el sur de la isla, un macropuerto en Granadilla, que como todos los informes honestos han mostrado sólo sirve a los intereses de muy pocos aunque se invoque el interés general.
El Puerto de Santa Cruz, lo dicen los cuatro anteriores presi-dentes de la Autoridad Portuaria, es ampliable y está, además, infrautilizado. El daño medioambiental está demostrado y todo el mundo lo reconoce, pero a nadie parece importarle. Antes de la tormenta que dejó a Canarias sin suministro eléctrico el 26 de noviembre, miles de personas volvieron a manifestarse contra este puerto y el 27 de noviembre del año anterior se había celebrado otra multitudinaria manifestación. La clase política canaria no sabe no contesta.
Muchos nos preguntamos por qué la contestación a los proyectos locales en cada lugar del país, que sumados dan los resultados que ustedes comentan, no constituyen una prioridad informativa. EL PAÍS -a excepción de un artículo de Mónica Salomone sobre el Nunca Mais canario-, no se ha hecho eco de lo que es una protesta continuada por la defensa del frágil territorio insular y contra un puerto que arruina una costa virgen y los sebadales, las praderas submarinas que alientan la cadena alimentaria marina. Frente al despilfarro en macroproyectos inútiles, las torretas se caen, los hospitales tienen listas de espera de años y las escuelas y las universidades languidecen gracias a los recortes presupuestarios.
Canarias debería ser el laboratorio europeo de la sostenibilidad, podríamos estar produciendo energías de origen eólico, marino, solar, etcétera, como ningún otro territorio europeo, somos un punto caliente de la biodiversidad mundial, tenemos los paisajes más increíbles y bellos, y todo esto no significa nada para un Gobierno que se empeña en apropiarse del interés general.
Agradezco la sensibilidad ambiental y ciudadana de la articulista, que contrasta con la frivolidad del narcisismo nacionalista que en mi tierra y en otras se complace en destruir el territorio, curiosamente, aquello de lo que se reclaman para hablar de identidad.
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