La inmensa nube tóxica que cubre gran parte de Asia ha llegado al Mediterráneo
31-10-2004
Los vientos están empujando la gigantesca mole de gas y ya se cierne sobre las aguas del Mar Egeo. El fenómeno responde a décadas de contaminación.
La ONU anunció el pasado mes de agosto el nacimiento de un gigantesco monstruo atmosférico en el cielo de Asia producto de décadas de contaminación desenfrenada. Cientos de incendios forestales, miles de fábricas y plantas químicas sin controles ambientales, millones de coches y motos cochambrosos, cientos de millones de cocinas rudimentarias, hogueras improvisadas y piras de basura han elevado una capa de porquería microscópica, densa y permanente.
Una nube continental, desde el océano Pacífico al Índico, compuesta de residuos químicos, fritanga y queroseno que ya forma parte del paisaje asiático. El nombre científico es más aséptico, pero elemental: ABC, siglas de Asian Brown Cloud, es decir, Nube Asiática Marrón. Ése es su color.
Fue una noticia inquietante durante las vacaciones occidentales, pero ahora la ONU vuelve a advertir que no es un problema asiático: los vientos están empujando esta mole de gas y ya se cierne sobre las puras aguas del mar Egeo. La alarma ha saltado en la octava Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Clima que se celebra esta semana en Nueva Delhi, y ayer la reflejaban los medios de Italia, uno de los primeros países europeos que, por proximidad, puede empezar a preocuparse.
Un artículo aparecido estos días en la revista norteamericana Science con un estudio realizado por el instituto alemán Max Planck certifica que la onda expansiva de la contaminación salvaje ha llegado al mar Mediterráneo. La investigación, desarrollada en Creta, ha comprobado que en mar abierto los índices de polución son diez veces más altos que en las zonas rurales cercanas a las grandes ciudades de los países ribereños. Lo más curioso es que los autores del estudio han definido el mar Mediterráneo como un gran desagüe donde acaban las corrientes de aire más sucias de parte del planeta.
Parece claro que la suciedad también se ha globalizado y no conoce fronteras.
Los vientos están empujando la gigantesca mole de gas y ya se cierne sobre las aguas del Mar Egeo. El fenómeno responde a décadas de contaminación.
La ONU anunció el pasado mes de agosto el nacimiento de un gigantesco monstruo atmosférico en el cielo de Asia producto de décadas de contaminación desenfrenada. Cientos de incendios forestales, miles de fábricas y plantas químicas sin controles ambientales, millones de coches y motos cochambrosos, cientos de millones de cocinas rudimentarias, hogueras improvisadas y piras de basura han elevado una capa de porquería microscópica, densa y permanente.
Una nube continental, desde el océano Pacífico al Índico, compuesta de residuos químicos, fritanga y queroseno que ya forma parte del paisaje asiático. El nombre científico es más aséptico, pero elemental: ABC, siglas de Asian Brown Cloud, es decir, Nube Asiática Marrón. Ése es su color.
Fue una noticia inquietante durante las vacaciones occidentales, pero ahora la ONU vuelve a advertir que no es un problema asiático: los vientos están empujando esta mole de gas y ya se cierne sobre las puras aguas del mar Egeo. La alarma ha saltado en la octava Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Clima que se celebra esta semana en Nueva Delhi, y ayer la reflejaban los medios de Italia, uno de los primeros países europeos que, por proximidad, puede empezar a preocuparse.
Un artículo aparecido estos días en la revista norteamericana Science con un estudio realizado por el instituto alemán Max Planck certifica que la onda expansiva de la contaminación salvaje ha llegado al mar Mediterráneo. La investigación, desarrollada en Creta, ha comprobado que en mar abierto los índices de polución son diez veces más altos que en las zonas rurales cercanas a las grandes ciudades de los países ribereños. Lo más curioso es que los autores del estudio han definido el mar Mediterráneo como un gran desagüe donde acaban las corrientes de aire más sucias de parte del planeta.
Parece claro que la suciedad también se ha globalizado y no conoce fronteras.
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