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TURCÓN - Ecologistas en acción

Exterminio : el Alca gigante

Exterminio : el Alca gigante Debido a la favorable acogida detectada con el artículo De cómo un solo gato puede exterminar una especie, quienes realizamos esta Weblog informativa y divulgativa hemos decidido crear una nueva sección temática, denominada "Exterminio" en la que queremos recoger la crónica de aquellos animales, vegetales o espacios naturales desaparecidos o esquilmados por la codicia humana y la brutalidad sin límites del hombre, como ejemplo para que podamos conservar y valorar lo que aún nos queda.

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El Alca gigante (Pinguinus impennis), también llamada "geirfugl" o "garefowl", fue más grande de los pingüinos que han existido hasta que el hombre lo exterminó por completo el 5 de junio de 1844.

Más o menos hacia el tiempo en que la primera civilización comenzó a desarrollarse en el valle del Nilo, el alca gigante había vivido a lo largo de todas las costas importantes del Viejo y del Nuevo Mundo. Su morada abarcaba desde el extremo norte de la costa noruega hasta el extremo sur de la costa sueca en el mar Báltico'; se extendía desde la costa alemana opuesta al extremo sur de Suecia todo a lo largo de las líneas costeras de Dinamarca, Alemania, Holanda y Francia en el mar del Norte, y hacia el Sur a lo largo de la costa atlántica francesa hasta las costas septentrionales de España y hacia el Oeste hacia el cabo Finisterre. Estas aves habían rodeado a Inglaterra e Irlanda, toda Islandia y la parte meridional de Groenlandia, desde cabo Dann en la costa oriental cerca del extremo sur y hacia el Norte sobre la costa occidental hasta la bahía y la isla de Disko. En América, el alca gigante vivía desde Labrador y Terranova hasta la costa atlántica de Florida. Nuestro conocimiento de este inmenso hábitat se basa en dos clases de testimonios: los informes de los primeros exploradores y los hallazgos de restos de alca gigante.

Dinamarca, por ejemplo, es muy famosa en los círculos arqueológicos a causa de los inmensos montones de desperdicios prehistóricos dejados por los habitantes de ese país que, de otra manera, hubieran sido olvidados. Estos "kjókkenmóddinger" (o "kitchen-middens" en inglés)
consisten principalmente en conchas de ostras mezcladas con huesos de animales y aves. En 1885, el profesor Japetus Steenstrup anunció que había reconocido algunos de los huesos de ave como pertenecientes al alca gigante. En efecto, se menciona el alca gigante en las antiguas Eddas escandinavas. La palabra geir significa «agudo» o «puntiagudo» o, aún mejor, alanceolado», probablemente aludiendo al poderoso pico del ave geirf ugl ; por lo tanto, puede ser traducido como «ave lanza», una traducción que parece algo incongruente si se piensa en la forma del pájaro completo en lugar de la forma del pico.

El geirfugl, cuando estaba totalmente desarrollado, tenía alrededor de un metro de altura y la coloración y la apariencia general de un pingüino. Sin embargo, había una diferencia importante en la forma de sus alas, para no mencionar su gran pico característico. Las alas del pingüino han asumido la forma y la función de aletas. Las alas del alca gigante eran tan diminutas como las del pingüino, pero, aunque débiles, inútiles y pequeñas, fuera de toda proporción con respecto al cuerpo, parecen todavía alas de ave. El alca gigante ponía un solo huevo por estación, extraordinariamente grande, aun para esta ave, y bellamente coloreado y moteado. Con un solo huevo por año, estas aves debieron haber sido longevas para multiplicarse en unas cantidades como las que habitaban estas costas tan extensas.

Los nombres "geirfugl", "garefowl" y "alca gigante" no completan la lista de apelativos con los que se conoció el ave. HaY otro nombre muy importante, que le fue dado por ciertos pueblos de habla céltica, el nombre de pingüino. Este nombre, hasta ahora misterioso, ha sido explicado satisfactoriamente como un derivado de dos palabras galesas: pen (cabeza y gwyn (blanco). Ahora bien, la cabeza del alca giganta era pardo-oscura, casi negra, pero sobre este color oscuro sólo destacaba la blancura deslumbrante de dos grandes manchas a cada lado de la cabeza. El nombre pingüino, por lo tanto, se aplica realmente al geirfugl, con el cual estaban familiarizados los pescadores y navegantes europeos. Después, cuando fueron descubiertos los pingüinos del hemisferio austral, se transfirió simplemente el nombre céltico a esas aves. Sin duda, las dos aves eran de apariencia general muy semejante; sería pedir demasiado que los primeros exploradores hubieran prestado atención a tales sutilezas, como la forma del pico y de las alas y la anatomía general.

En consecuencia, muchos viejos relatos hablan de pingüinos como existentes tanto en el Norte como en el Sur. Si la misma naturaleza no hubiera trazado una línea divisoria clara, sería imposible descubrir ahora en qué pensaban los viejos capitanes de mar cuando hablaban de pingüinos. Esa línea divisoria es el Ecuador. Los pingüinos, esas aves a las que «nosotros» aplicamos ese nombre, viven solamente en el hemisferio austral. Su representante más septentrional, el pingüino de Galápagos, vive en las costas de las islas del mismo nombre, exactamente debajo del Ecuador.

El alca gigante alcanza su «sur más lejano» en Florida, a cierta distancia del Ecuador. Por lo tanto, sólo es necesario saber la localidad para decidir si el pingüino verdadero o el geirfug es el que se menciona en las viejas narraciones. El primer hombre de ciencia que distinguió exactamente entre el pingüino del Norte y el del Sur fue el anciano conde de Buffon, a fines del siglo XvIII. Buffon, leyendo los relatos de Cook y de Forster sobre el hemisferio austral, comprendió que los pingüinos de allí y los del Norte no eran, en modo alguno, los mismos. No estaban ni siquiera relacionados entre sí: sólo ocurría que representaban una semejanza superficial en actitud y color. Por lo tanto, deberían recibir nombres diferentes, y Buffon propuso usar solamente el término pingüino para el alca gigante y establecer un nuevo epíteto para las aves meridionales. Surgió para estas últimas el nombre de manchots (sin brazos), pero ni siquiera se dispensó atención a esta sugerencia. Como se aceptó definitivamente el término pingüino para el ave del Sur, la del Norte continuó llamándose alca gigante o geárfugl, como en las Eddas.

Unos cuantos lugares se hicieron famosos como campos de cría de alcas gigantes: en Europa Saint-Kilda y el Fuglasker (Bird Skerries) cerca de Islandia ; en América una pequeña isla no lejos de Terranova. A fines del siglo xv, el alca gigante vivía en muchos otros lugares del hemisferio occidental. Las tierras de Colón estaban demasiado lejos hacia el Sur para que él las encontrase, pero los Caboto hablan extensamente de este ave. Hans Egede, cuando llegó a Groenlandia, tras su encuentro con la serpiente marina, estaba tan impresionado por la cantidad de alcas gigantes, que las llamó «características de la costa groenlandesa». En esa etapa el geirfugl se había retirado, al parecer, de las costas de la Europa continental, aunque quedaron algunos pocos ejemplares. Parece también que el ave no vivió mucho tiempo al sur de la desembocadura del río Delaware en la costa americana.

Pero había gran número de geirfugls en América, al norte de Nueva York. En realidad, los marinos contaban con su presencia para proveerse de alimento. Cierto señor Anthony Parkhurst escribía en noviembre de 1578 a Richard Hakluyt: «Los franceses que pescan en los alrededores de la Gran Bahía llevan consigo una pequeña provisión de carne, pues se avituallan con esas aves.» Allí existía una «isla de pingüinos» extraordinaria, a la que acudían los hombres para «avituallarse». No se trataba de la «isla de los Pingüinos» de Anatole France, y por eso los hombres que acudían a ella no eran, en consecuencia, tan santos. Una de las primeras menciones de esta «isla de los pingüinos», pronto famosa (se la conocía realmente con ese nombre), se puede encontrar en los Viajes de Hakluyt (vol. III, Londres, 1600), donde se narra el «Viaje del señor Hore y otros caballeros a Terranova y Cabo Bretón en el año 1536»:
Desde la época de su partida de Gravesend estuvieron mucho en el mar, a saber, alrededor de dos meses, y nunca tocaron tierra hasta que llegaron a un lugar de las Indias Occidentales (América del Norte) cercano a Cabo Bretón, siguiendo entonces su ruta hacia el Noroeste hasta que llegaron a la isla de los Pingüinos, que está totalmente llena de rocas; anduvieron por ella y la encontraron repleta de aves blancas y grises, grandes como gansos, y vieron una cantidad infinita de huevos. En sus botes llevaron gran número de aves a los buques y tomaron muchos de sus huevas; desollaron las aves... y las comieron y hallaron que eran de carne muy buena y nutritiva.
Si podemos juzgar por las descripciones de estas matanzas y otras posteriores, las alcas gigantes no sólo se parecían mucho a los pingüinos, sino que se comportaban también casi de la misma manera. Cuando los hombres llegaron a la costa, las aves, paradas verticalmente, los estaban aguardando como un comité de recepción, acercándose a ellos con una mezcla cómica de curiosidad y dignidad. Los hombres también eran curiosos, pero muchos menos dignos. Tenían garrotes a su disposición y el geirfugl pagó con la vida su incauta confianza.

Como el alca gigante no podía trepar por las paredes verticales, los marinos conservaban viva su carne reuniendo a las aves en toscos «corrales» construidos con piedras. Casi parecía que a los hombres les gustaba, realmente, la carne de las aves ; por lo menos, los paladares vulgares de los marinos del siglo xvt no se revelaron contra esa dieta. Mucho después, un hombre que no era marino probó el geirfugl por curiosidad y relató --como se puede esperar de un ave piscívora- que su gusto era atroz. Esto no se aplica a los huevos; seguramente eran un buen alimento y lo suficientemente grandes como para que un solo huevo constituyera casi una comida.

El número de alcas gigantes debe de haber sido extraordinario. Jacques Cartier relató en 1534 que sus hombres mataron más de un millar de «pingüinos» norteños durante un solo día, en un lugar de la costa del continente americano. Pero, agregó, fueron dejados vivos suficientes animales como para llenar cuarenta botes. Otro capitán informó que sus hombres mataron dos barcadas de alcas gigantes en media hora, ¡a brazo desnudo!.

Unos cuantos cueros fueron llevados a Europa y conservados en colecciones. Durante muchos años hubo una piel de alca gigante en el Museo de Estrasburgo. Era la única piel americana conservada, aunque algunas veces se hubiera dudado de ella, por razones no muy convincentes. Se admitía generalmente, sin embargo, que era la más vieja piel de geirfugl existente y, si era americana, como es probable, ratificaba le¡ que los viajeros habían afirmado siempre: que no había diferencia entre el ave americana y la europea. Esta famosa piel desapareció después. No se sabe si fue raptada por los alemanes en alguna época de la primera guerra mundial y llevada a otro lugar en Alemania, o si los franceses la llevaron a su país al terminar la guerra.

Sólo doscientos años después de la primera colonización de América del Norte, el alca gigante era muy rara en el continente; cincuenta años después ya no existía... Guando hacia 1820 los grandes ornitólogos estadounidenses Wilson y Lucien Bonaparte escribieron los primeros trabajos científicos importantes sobre aves norteamericanas, ni siquiera mencionaron el alca gigante. Por supuesto, ellos conocían al geirfugl, pero no la consideraban ave americana, sino europea y, más específicamente, islandesa.

En cierto modo, la suerte del alca gigante en Europa fue más extraña y menos conocida que en América. En América había, por lo menos, alguien a quien culpar por el alejamiento del alca gigante; en Europa se retiró sin que se registrasen matanzas en masa y aun sin atraer la atención. Sólo se dispone de la desnudez de los hechos. Cuando Konrad Gesner escribió el libro sobre las aves, de su gran historia natural, casi en la época en que el alca gigante estaba siendo aniquilada en masa en la «isla de los pingüinos», no mencionó esa ave. El conocimiento de su existencia no había penetrado en Suiza. El sueco Linneo conocía, desde luego, al geirfugl. Le dio el nombre de alca impennis (alca sin alas) y agregó: habitat in mari Norvegico rarius ("habita ramente en los mares noruegos"). Era escasa entonces, aun en esos mares septentrionales.

Desde las Feroé se informó que el alca gigante era «muy rara» en 1673, pero se la pudo hallar ocasionalmente allí aun muchos años más tarde. Desde Saint-Kilda, la más occidental de las Hébridas, tenemos un relato fechado en 1697, en el que se afirma que el geirf ugl llegaba anualmente en mayo para aovar en la roca desnuda e incubar su retoño. Pero en 1758 se informó desde esa misma localidad que el alca gigante ya no llegaba regularmente y que podían pasar varios años entre una aparición y otra. En 1790 se cazó un alca gigante solitaria en el puerto de Kiel, en el Báltico. Fue el último geirfugl de todo el Báltico y causó gran asombro. En 1800, la única morada que le quedaba al ave era Islandia.

Una pequeña isla rocosa, a cierta distancia de la misma Islandia, quizá dos veces más alejada que la actual Fuglasker, se convirtió en una nueva «isla de los pingüinos», con todas las implicaciones de ese nombre. Era el destino del geirfugl ofrendar dos veces su nombre a los mapas humanos, una en el hemisferio oriental y otra en el occidental, y ambas en una forma que recuerdan al capitán cuyos parientes saben que naufragó y murió en una isla desconocida que ahora lleva su nombre.

La «isla de los pingüinos» cercana a Islandia fue Geirfuglasker, mencionada con ese nombre por primera vez en 1397 por Wilchins Máldaga. Geirfuglasker se convirtió en el principal lugar de caza de los islandeses, a pesar de su fuerte marejada tan peligrosa. Las iglesias aplicaban un impuesto especial sobre el geirfugl proveniente de Geirfuglasker. La iglesia de Kyrkjevogr era oficialmente la dueña de la mitad del skerry de aves, lo que significaba que la mitad de las que procedían de cualquier excursión de caza a Geirfuglasker pertenecía automáticamente a la iglesia.

La, otra iglesia de Utskála imponía al resto contribuciones del 50 por 100, de manera que sólo la cuarta parte del producto original podía ser retenido por los propios pescadores. Poco sorprende que se esforzaran por conseguir que se les pagara por cada viaje, sobre todo porque no sólo estaban recargados por unos impuestos verdaderamente excesivos, sino porque además debían afrontar muchos peligros. En 1628, no menos de doce hombres se ahogaron allí y hubo otros años que rindieron un tributo casi igual. Las excursiones que «tenían que pagarse» causaron una disminución de geirfugl, a mediados del siglo xvii. El resultado fue que durante setenta y cinco años nadie se preocupó por emprender una excursión a Geirfuglasker. Un autor danés llamado Johann Anderson publicó en 1746 un libro sobre Groenlandia e Islandia en el que escribió que en 1728 se había quedado asombrado por e1 número de alcas gigantes de Geirfuglasker, tantas que sólo una explicación sobrenatural podía dar razón de él. Era probablemente, concluyó Anderson, una advertencia mística de que el rey Federico IV de Dinamarca habría de morir pronto.

Los pescadores islandeses no tardaron mucho en preguntarse si la nueva provisión era sobrenatural o no ; acudieron a Geirfuglasker para matar tantas aves como podían. Pero algo les había enseñado la experiencia y dejaban en paz a las aves uno de cada dos años. Luego se produjeron las guerras napoleónicas. En 1808 ancló un barco cerca de Geirfuglasker con el propósito de asegurarse una gran provisión de carne fresca. Esta visita causó un daño considerable,, pero en 1813 fue aún peor. En ese año, la goleta Füroe, al mando del capitán Peter Hansen, fue enviada a Islandia en busca de geirfugl. Los soldados mataron las aves cuando empollaban sus huevos y éstos fueron recogidos por barcadas. Sin embargo, los cazadores tuvieron que dejar atrás muchas aves muertas porque el mar se volvió tan turbulento que no pudieron volver a tierra por segunda vez. Pero aun así, no se eliminó al geirfugl de su última plaza fuerte. En 1828 se trajo de allí un ejemplar a Copenhague, prueba de que todavía existía. Pero ahora la naturaleza ayudó a la exterminación de la manera más violenta y total. Se sabía hacía mucho tiempo que el fondo del mar en la vecindad de Islandia estaba sometido a cambios irregulares. Los pescadores y marinos venían diciendo desde hacía siglos que al sur de cabo Reykjanes aparecían y desaparecían peueñas isletas que duraban a veces sólo unas pocas semanas. Geirfuglasker era una isla más grande que las otras y había permanecido durante muchos siglos. Su hora llegó en marzo de 1830. Durante la primera semana de ese mes desapareció toda la isla. Ningún ser humano presenció la catástrofe, pero debió de haber sido bastante gradual como para permitir la fuga de los buenos nadadores. En los meses siguientes, la extraordinariamente escasa alca gigante apareció en lugares donde no había sido vista durante siglos. Se cazaron unas cuantas en las costas islandesas ; se halló una casi muerta de hambre en las costas de Irlanda. La mayoría de las sobrevivientes huyeron a Eldey. Eldey había sido inadecuada para el alca gigante antes de la catástrofe que sumergió a Geirfuglasker. Sólo las aves voladoras habían podido vivir allí. Pero la catástrofe había originado un cambio en Eldey ; ahora podía ser escalada en un lugar. El geirfugl lo escaló y trató de mantener viva su especie.

Sin embargo, lo inquietante entonces fue que, hacia 1820, los coleccionistas de pieles de ave y los museos habían comenzado a advertir que el alca gigante era rara y que faltaban ejemplares en sus coleccionas. Los negociantes sólo tenían que seguir los pocos ejemplares existentes hasta su punto de origen para comprender que todos ellos provenían de Islandia. Y en Islandia se sabía que Eldey era el lugar exacto. Por consiguiente, Eldey fue invadida. Unas 20 aves fueron recogidas en 1830 y otras 24 en 1831. En 1833 fueron recogidas 13 aves y un huevo; en 1834, 9 aves y 8 huevos. Después de una corta pausa, en 1840 fueron capturadas 4 aves más y 5 ó 6 huevos. Luego, los pescadores informaron que no había quedado ninguna. Pocos años después se hizo la oferta de cien coronas por una piel nueva. Y en junio de 1844, Carl Siemsen terminó persuadiendo a Vilhjalmur Hakonársson a que volviera a hacer otro intento en Eldey.

Su crónica última fue la siguiente: El mar estaba encrespado y soplaba fuerte viento durante la noche del 4 de junio de 1844. Las olas exigían rudos esfuerzos aun a los endurecidos músculos de los pescadores que manejaban los ocho remos del bote en que una partida de catorce hombres había zarpado desde la costa sudoeste de Islandia.

No era ni una pesca ordinaria ni una excursión de placer. El jefe de esta expedición nocturna, Vilhjalmur Hakonársson, se había fijado una meta muy definida: él y sus islandeses debían buscar cierta gran ave marina que ellos conocían bien. Era un ave rara -por lo menos, recientemente, se había vuelto rara- y a causa de su rareza las gentes de Dinamarca y de otros países europeos estaban dispuestas a pagar un alto precio por su pellejo. Carl Siemsen, de Reykjavik, la capital, actuaba como agente de esas personas y estaba ofreciendo un precio inaudito, hasta de cien coronas, por cada ave muerta. Cazarla era algo peligroso y en ese momento era probablemente desatinado, porque parecía que no había quedado ninguna. Pero cien coronas eran una fortuna, y en el peor de los casos se habrían esforzado en vano durante una noche y se habrían empapado con el oleaje -cosas que forman parte de la vida del pescador-. Siemsen parecía estar bastante seguro de que existían tales aves alrededor de Meelsaecken. Meelsaecken -«la bolsa de harina»- era el término que usaba Carl Siemsen para designar a una isla rocosa no muy alejada del cabo Reykjanes ; su nombre verdadero era Eldey. El ave tras de la cual andaban era el geirfugl. Los ingleses la llamaban garefowl, o sea el alca gigante. Vilhjalmur Hakonársson deploraba que la oferta no hubiera llegado una docena de años antes ; entonces existía otra isla, Geirfuglasker, donde esas aves habían sido realmente numerosas. Pero en aquella época nadie había ofrecido esos precios por sus pellejos. Ahora Geirfuglasker ya no existía ; por eso, el geirfugl vivía en Eldey.

Poco importaba dónde buscar las alcas gigantes una vez que se llegaba a Eldey. Eran aves grandes y pesadas, de alrededor de un metro de altura. No podían encaramarse por los riscos verticales y, aunque excelentes nadadoras, no podían volar. En síntesis, sólo podían ir por donde también el hombre podía andar, y si se bloqueaba su camino hacia el agua, no podían escapar. Sus grandes y fuertes picos eran pobres contrincantes para un hombre vigoroso provisto de un garrote. Así que como en Eldey sólo había un lugar al que podían llegar los hombres sin ayuda de cuerdas y escalas, Hakonársson dirigió su bote a ese punto. Lo alcanzó al mismo tiempo que la grisácea luminosidad del amanecer iluminaba el agua gris encolerizada y las rocas grisáceas. El oleaje que azotaba la costa de Eldey era tan fuerte que amedrentaba aun a esos rudos pescadores. Sólo tres de ellos se atrevieron a saltar a tierra. Se han conservado sus nombres. Eran Sigurdr Islefsson, Ketil Kentilsson y Ion Brandsson.

Habían trepado hasta el lomo de una roca. Toda clase de aves marinas volaban sobre sus cabezas, pero no podían confundirse con dos aves erguidas, de color oscuro, de un metro de altura, con picos grandes y alas pequeñas. Las dos aves presintieron el peligro, pero estaban indefensas. Sus atacantes llegaban del mar y a sus espaldas las rocas se elevaban verticalmente, inescalables tanto para el alca gigante como para el hombre. Jon Brandsson capturó a una de las aves cerca del muro vertical; Sigurrlr Islefsson llevó a la. otra al borde del arrecife. El tercer hombre, Ketil Kentilsson, aguardaba a otra víctima, pero no vio ninguna y se volvió al lugar donde las dos aves habían sido avistadas por primera vez. Los huevos de geirfugl también tenían valor comercial.

Había un gran huevo en ese lugar, pero estaba rajado; Ketil Kentilsson lo arrojó lejos, profundamente desilusionado. Después la, ciencia registró que una mañana comprendida entre el 2 y el 5 de junio de 1844, posiblemente el cuatro, las dos últimas alcas gigantes del planeta fueron muertas en Eldey por Jon Branásson y Sigurdr Islefsson, dos pescadores islandeses. El ave que se extinguió esa mañana fue siempre un animal raro para el hombre.

Mas tarde, la vieja «isla de los pingüinos» fue redescubierta. A1 principio se pensó que era la isla de Fogo, pero resultó que era la isla de Funk, no lejos de la de Fogo. El científico noruego Stuwitz fue el redescubridor. No sólo halló muchos restos de alca gigante en la isla Funk, sino también restos de viejos corrales de piedra donde el pájaro había sido guardado para su matanza. Veinte años después de Stuwitz una firma comenzó a recoger guano de la isla de Funk como fertilizante comercial. Gracias a este prosaico procedimiento fueron descubiertos y generalmente conservados a la manera usual muchos restos de alcas gigantes. A pocos metros bajo tierra se hallaron algunas momias despellejadas. Fueron enviadas a Inglaterra, y nada menos que el profesor Richard Owen escribió la primera monografía del alca gigante basándose en ellas. Apareció en 1865, exactamente veintiún años después de la extinción de los últimos ejemplares vivientes.

Desde entonces la isla de Funk ha sido visitada una y otra vez. John Milne estuvo tan sólo una hora cuando llegó allí en 1874. Durante la primera media hora de su búsqueda no tuvo éxito, pero durante la media hora restante recogió muchos huesos pertenecientes, por lo menos, a 50 ejemplares. Lucas y Palmer, en un día de 1887, recogieron huesos de 700 individuos; los exploradores posteriores también tuvieron bastante éxito. Estos hallazgos de la isla de Funk lograron numerosos esqueletos para los museos.

En 1885, Symington Grieven hizo un inventario. Contó 79 u 81 pieles (depende de un informe inseguro) en museos y colecciones privadas, dos docenas de esqueletos completos, dos cuerpos conservados en alcohol y unos 75 huevos. Esta lista no incluye los esqueletos formados con huesos recogidos en la isla de los Pingüinos. Todos los huevos y pieles, con excepción de la piel de Estrasburgo que ahora falta, son de origen europeo (aun las que están ahora en América) ; la mayoría proviene del último período de Eldey. Una docena de pieles llegaron de Geirfuglasker ; el resto, de los ejemplares que se dispersaron sobre el Atlántico Norte durante la catástrofe de 1831.

El destino proporcionó un triunfo final al geirfugl mucho después de su extinción. Las pocas pieles que habían sido recogidas durante una sola década (1832-1842) se hicieron tan valiosas que no se pagó por ellas tan sólo su precio en oro, sino mucho más. En los últimos años, antes de la primera guerra mundial alcanzaron unos precios que oscilaban entre 120.000 y 200.000 dólares, y desde entonces el geirfugl no pudo ser adquirido de ningún modo; sus poseedores no querían desprenderse de ellos. Sin embargo, por ser las pieles tan valiosas, los taxidermistas expertos comenzaron a falsificarlas. El Museo de Darmstadt (Alemania) se enorgulleció durante muchos años de la posesión de un alca gigante disecada. Cierto día, alguien tuvo la idea de examinarla con el máximo cuidado y en forma completa. Descubrió que consistía en plumas de algunas variedades pequeñas de alca, en modo alguno raras y reunidas para constituir el alca gigante. Sólo el cráneo era genuino; había llegado de la isla de Funk. La desilusión fue grande, pero el caso probó cuán rara y valiosa era, realmente, el alca. gigante. Había alcanzado la cumbre más alta de la fama: el halago de ser imitado.

El Museo Americano de Historia Natural de Nueva York está orgulloso de poseer y exhibir una piel auténtica de alca gigante. Pero cierto día oí a un transeúnte decir: «Es un pingüino». Esta observación era casi correcta. No es un, sino "El Pingüino", el pengwyn original, la primera ave que llevó ese nombre.

2 comentarios

Victor Hugo Navarro -

Despues de buscar mucho sobre la dichosa gran alca, su articulo fue el mejor que pude encontrar, sin duda me conmovio, felicidades y gracias por esta valiosa informacion.

Pablo J. Casal -

Enhorabuena por vuestro artículo. Es el más completo que he podido localizar en internet sobre esta hermosa ave y su triste destino.