Carta de Michael Moore a George Bush sobre la catástrofe de Nueva Orleans
Acceso al original de la carta
Estimado Mr. Bush:
¿Tiene alguna idea de donde están nuestros helicópteros? Ya es el día 5 después de Katrina y miles están atrapados en New Orleáns en espera de ser evacuados. ¿Donde habrá usted metido todos nuestros helicópteros militares? ¿Necesita ayuda para encontrarlos? Hombre, una vez perdí mi auto en un estacionamiento. Era un desmadre. También, ¿tiene alguna idea de donde está la Guardia Nacional? Podríamos usarla ahora para las actividades a las que está designada, por ejemplo para ayudar en caso de desastres nacionales. ¿Cómo es que no estaban ahí?
El jueves pasado estaba yo en el sur de Florida y me senté afuera mientras el ojo de Katrina pasaba sobre mi cabeza. Era sólo de categoría 1 pero ya bastante feo. Once personas murieron y al día de hoy todavía hay hogares sin luz. Esa noche los meteorólogos dijeron que el huracán rumbeaba para New Orleáns. ¡Eso fue el jueves! ¿Nadie le dijo? Sé que usted no quería interrumpir sus vacaciones y se que no le gustan las malas noticias. Además, usted tenía que ir a comidas para recaudar fondos y tenía madres de soldados muertos que era necesario ignorar y calumniar. ¡Bien hecho!
Me gustó que el día después del huracán usted, en vez de volar a Louisiana, se fuera a San Diego a divertirse con sus amigos de negocios. No deje que la gente lo critique por eso, después de todo el huracán ya había pasado y, ¿Qué carajo iba usted a hacer? ¿Poner el dedo en el agujerito?
Y no escuche en los próximos días a los que van a revelar que usted este verano específicamente redujo el presupuesto del Cuerpo de Ingenieros del Ejército para New Orleáns por tercer año consecutivo. Usted vaya y dígales que, aún si no hubiera cortado la plata para reforzar esas defensas contra el agua, no habría habido ingenieros para hacer la tarea porque usted tenía para ellos un trabajo de construcción mucho más importante: CONSTRUIR LA DEMOCRACIA EN IRAK.
El día 3, cuando usted finalmente dejó sus vacaciones, déjeme decirle: me emocionó que usted hiciera descender el Air Force One debajo de las nubes para echarle un rápido vistazo al desastre. Eh, yo se que usted no podía bajar, agarrar un megáfono, pararse sobre los escombros y actuar como un verdadero comandante en jefe. Ya estuvo, ya cumplió.
Habrá ahora quien trate de politizar la tragedia y usarla contra usted. Sólo haga que su gente lo denuncie como una maniobra. Pero no responda. Ni siquiera a esos científicos pestosos que predijeron que esto pasaría porque el agua del Golfo de México no deja de calentarse, haciendo que fuera inevitable una tormenta así. Ignórelos e ignore todos sus grititos sobre el calentamiento de la Tierra.
No, Mr. Bush, no afloje. Mantenga el rumbo. No es su culpa que el 30 por ciento de New Orleáns viva en la pobreza o que decenas de miles carecieran de transporte para salir de la ciudad. Vamos, ¡son negros! Quiero decir, no es como si esto hubiera pasado en Kennebunkport. ¿Se puede imaginar dejar gente blanca viviendo arriba del techo por cinco días? ¡No me haga reír! La cuestión racial no tiene nada -NADA- que ver con esto.
Usted quédese tranquilo, Mr. Bush. Nada más trate de encontrar unos pocos de nuestros helicópteros del Ejército y mándelos para allá. Haga de cuenta que la gente de New Orleáns y la costa del Golfo están cerca de Tikrit.
Suyo,
Michael Moore
PS: Esa madre molesta, Cindy Sheehan, ya no está en su puerta. Tanto ella como docenas de parientes de otros muertos de la guerra en Irak están viajando ahora a través del país con paradas en muchas ciudades del camino. A lo mejor usted puede alcanzarlos antes que lleguen a Washington el 21 de septiembre.
Estimado Mr. Bush:
¿Tiene alguna idea de donde están nuestros helicópteros? Ya es el día 5 después de Katrina y miles están atrapados en New Orleáns en espera de ser evacuados. ¿Donde habrá usted metido todos nuestros helicópteros militares? ¿Necesita ayuda para encontrarlos? Hombre, una vez perdí mi auto en un estacionamiento. Era un desmadre. También, ¿tiene alguna idea de donde está la Guardia Nacional? Podríamos usarla ahora para las actividades a las que está designada, por ejemplo para ayudar en caso de desastres nacionales. ¿Cómo es que no estaban ahí?
El jueves pasado estaba yo en el sur de Florida y me senté afuera mientras el ojo de Katrina pasaba sobre mi cabeza. Era sólo de categoría 1 pero ya bastante feo. Once personas murieron y al día de hoy todavía hay hogares sin luz. Esa noche los meteorólogos dijeron que el huracán rumbeaba para New Orleáns. ¡Eso fue el jueves! ¿Nadie le dijo? Sé que usted no quería interrumpir sus vacaciones y se que no le gustan las malas noticias. Además, usted tenía que ir a comidas para recaudar fondos y tenía madres de soldados muertos que era necesario ignorar y calumniar. ¡Bien hecho!
Me gustó que el día después del huracán usted, en vez de volar a Louisiana, se fuera a San Diego a divertirse con sus amigos de negocios. No deje que la gente lo critique por eso, después de todo el huracán ya había pasado y, ¿Qué carajo iba usted a hacer? ¿Poner el dedo en el agujerito?
Y no escuche en los próximos días a los que van a revelar que usted este verano específicamente redujo el presupuesto del Cuerpo de Ingenieros del Ejército para New Orleáns por tercer año consecutivo. Usted vaya y dígales que, aún si no hubiera cortado la plata para reforzar esas defensas contra el agua, no habría habido ingenieros para hacer la tarea porque usted tenía para ellos un trabajo de construcción mucho más importante: CONSTRUIR LA DEMOCRACIA EN IRAK.
El día 3, cuando usted finalmente dejó sus vacaciones, déjeme decirle: me emocionó que usted hiciera descender el Air Force One debajo de las nubes para echarle un rápido vistazo al desastre. Eh, yo se que usted no podía bajar, agarrar un megáfono, pararse sobre los escombros y actuar como un verdadero comandante en jefe. Ya estuvo, ya cumplió.
Habrá ahora quien trate de politizar la tragedia y usarla contra usted. Sólo haga que su gente lo denuncie como una maniobra. Pero no responda. Ni siquiera a esos científicos pestosos que predijeron que esto pasaría porque el agua del Golfo de México no deja de calentarse, haciendo que fuera inevitable una tormenta así. Ignórelos e ignore todos sus grititos sobre el calentamiento de la Tierra.
No, Mr. Bush, no afloje. Mantenga el rumbo. No es su culpa que el 30 por ciento de New Orleáns viva en la pobreza o que decenas de miles carecieran de transporte para salir de la ciudad. Vamos, ¡son negros! Quiero decir, no es como si esto hubiera pasado en Kennebunkport. ¿Se puede imaginar dejar gente blanca viviendo arriba del techo por cinco días? ¡No me haga reír! La cuestión racial no tiene nada -NADA- que ver con esto.
Usted quédese tranquilo, Mr. Bush. Nada más trate de encontrar unos pocos de nuestros helicópteros del Ejército y mándelos para allá. Haga de cuenta que la gente de New Orleáns y la costa del Golfo están cerca de Tikrit.
Suyo,
Michael Moore
PS: Esa madre molesta, Cindy Sheehan, ya no está en su puerta. Tanto ella como docenas de parientes de otros muertos de la guerra en Irak están viajando ahora a través del país con paradas en muchas ciudades del camino. A lo mejor usted puede alcanzarlos antes que lleguen a Washington el 21 de septiembre.
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