Fósiles en Juan Grande, San Bartolome de Tirajana
Canarias7.es
El pasado que surgió del agua
GILBERTO SANTANA LOCALIZA FÓSILES EN LA ZONA DE JUAN GRANDE
(Foto: canarias7)
Ángeles Jurado
San Bartolomé de Tirajana
Gilberto Santana Troya iba buscando aves muertas y se encontró con fósiles. Pateaba, como hace habitualmente, por la costa de Juan Grande pensando en la gripe aviaria y las revolturas del tiempo le obsequiaron con pedazos del pasado.
Gilberto Santana Troya iba buscando aves muertas y se encontró con fósiles. Pateaba, como hace habitualmente, por la costa de Juan Grande pensando en la gripe aviaria y las revolturas del tiempo le obsequiaron con pedazos del pasado.
Gilberto afirma que en el terreno cedido por el conde de la Vega Grande a los ecologistas y que ocupa la franja costera entre el aeroclub y Juan Grande son habituales este tipo de hallazgos.
Las últimas riadas en el área dejan al descubierto fragmentos de lo que aparentemente es una playa fósil, desenterrando pistas sobre nuestro pasado.
Gilberto también dice que no puede datar las caracolas que encontró hace ya tres semanas, pero asegura que son necesarios miles de años para que estas conchas lleguen a hacerse piedra.
rareza. Según la misma fuente, los fósiles son raros en unas islas tan jóvenes como las Canarias y aún son más excepcionales en tierra firme.
Además, el tamaño de las piezas que muestra es inusual: «Hay una playa fósil en la punta de Arucas, pero encuentras caracoles chicos, no de este tamaño».
El hallazgo es también excepcional por lo fortuito, ya que lo único que le preocupaba al recorrer la zona era controlar la mortandad entre las aves migratorias que anidan allí.
Arqueólogo aficionado
A Gilberto Santana le viene el amor por la arqueología de antiguo. Ya de niño, corría entre los muros de piedra de Tufia cazando lagartos y ha colaborado con excavaciones del Museo Canario desde hace años. Además es aficionado a la espeleología y ambas pasiones han dado como resultado experiencias como la de encontrar un enterramiento aborigen en La Restinga. Su casa se convierte en un pequeño museo con cachitos de cerámica y caracolas pétreas enormes.
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