Morir sin nadie al lado
Don Emilio murió en soledad
Un portero jubilado de 72 años falleció hace cinco meses en su casa de Madrid. Su cadáver fue hallado ayer
DIEGO BARCALA - Madrid
El País, 04-08-2006
Con una mano en el pecho, en pijama, sobre la cama de su dormitorio. Así acabaron los días de Emilio R. G. de 72 años, en su casa de la calle de Alcántara de Madrid. Nadie lo supo en el barrio, donde todo el mundo lo conocía por don Emilio, hasta que ayer a las dos de la tarde lo descubrieron el administrador del portal y un amigo del fallecido. Nadie sabía de él desde hace cinco meses. Nadie se había preocupado tampoco por saber.
"La última vez que le vi estaba delgado, muy elegante como siempre, pero algo estropeado, parecía enfermo", asegura Antonio Carabaña, el administrador, quien admite que apartó la mirada cuando descubrió el cuerpo de sobre la cama: "Su mano estaba en el pecho. Probablemente se dolió del corazón". Los médicos del Servicio de Urgencias Médicas de la Comunidad de Madrid (Summa) no explicaron la causa de la muerte. "Se sabrá con la autopsia", informaron desde la jefatura de Policía.
"Soy el viejo con más clase del barrio de Salamanca", solía comentar don Emilio, conserje de profesión y cuya elegancia en el vestir la reconocía todo el barrio. "Le gustaba bajar al bar y contarnos cosas de su vida", afirma Jorge Puerto, el camarero de una cafetería, en el mismo portal, y uno de los que le vio por última vez. "Se quedó huérfano muy pequeño y se crió con su tío en Portugal", relata Puerto, quien asegura que apenas recibía visitas. "Venía de vez en cuando una mujer a visitarlo. Trabajó de mayordomo en su casa y alguna vez le ayudaba. Él hablaba de su nieta pero nunca vimos a ningún familiar por aquí", añade.
Don Emilio vivía desde hace seis años en la buhardilla de este bloque de seis pisos, junto a los cuartos trasteros. Ese aislamiento ayudó a que no se percibiese hedor alguno hasta hace 15 días. "La mujer de la limpieza me advirtió de un olor extraño y empecé a sospechar", afirma Antonio Carabaña, el administrador. Don Emilio había pagado la mensualidad, a través del banco, durante todos estos meses en los que permaneció muerto en la cama, pero el administrador preguntó en la oficina bancaria si la cuenta del jubilado tenía movimientos. Sus números ingresaban el dinero correspondiente a su pensión y sólo se desprendía de los gastos fijos: un dato que aumentó las sospechas del administrador. Por eso se decidió ayer a abrir la puerta junto a un amigo del fallecido que había preguntado por él.
Hace cinco años ocurrió una situación similar en otro piso del mismo portal y Carabaña se temía lo peor: "Lo que me preocupa es que esté encerrado arriba", advirtió a la vecina del quinto hace unos días. "Le dije al administrador que posiblemente estuviera de viaje porque creo que tiene familia en Portugal", comenta Cristina Rodríguez, la vecina más próxima a don Emilio.
Según había contado en el bar de abajo, don Emilio se crió junto a su tío en Portugal, donde "aprendió portugués antes que español", asegura uno de los clientes del bar. "Hace meses comentó que su tío había muerto y que iba a ir a Portugal a cobrar una buena herencia", asegura el camarero, que añade: "Por eso creíamos en el barrio que había viajado".
"Siempre impecable". "Encantador". "Simpático". Son los adjetivos que le dedican los vecinos de la zona en la que vivía alquilado desde 1998. "Le proporcioné esa buhardilla porque me parecía un hombre honorable", asegura el administrador, que conocía a don Emilio desde que trabajara como conserje en la calle de Monte Esquinza. "Me caía bien, por eso le ofrecí esa casa cuando se tuvo que ir de donde vivía antes", afirma. Carabaña describe su aspecto como el de "un jubilado guaperas". "Es lamentable que haya tenido que morir así: solo", añade Carabaña, que intentó localizar ayer a sus familiares. "Emigró en los años sesenta a Alemania y allí conoció a su mujer, con la que tuvo una hija. Pero estaban separados", explica Carabaña. No logró ayer respuesta de los parientes de don Emilio.
Un millón de solitarios
El cuerpo de un anciano de unos 80 años fue encontrado ayer por la tarde en Alcobendas (Madrid) en avanzado estado de descomposición, rodeado de basura. Formaba parte del millón de mayores que vive solo. De los siete millones de mayores de 65 años que hay en España, otro millón y medio es dependiente. Son datos de la ONG Solidarios para el Desarrollo, que el pasado mes denunció que tan sólo entre enero y abril, en Madrid murieron en soledad 33 mayores.
Según Solidarios para el Desarrollo, el 25% de cuyo voluntariado atiende a mayores, el riesgo de los ancianos de morir en soledad se triplica en verano, cuando los familiares marchan de vacaciones y se pasan semanas sin hablar con nadie ni salir de sus casas por problemas de movilidad.
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