La extinción de los tiburones se cocina con palillos
Desde tiempos inmemoriales, la sopa de aleta de tiburón ha sido uno de los más exquisitos manjares de la gastronomía china, especialmente de la cocina cantonesa originaria de la provincia de Guangdong. Codiciado por sus valores medicinales, por su alto valor energético e incluso por su extendida fama como afrodisíaco, este carísimo plato estaba reservado hasta hace bien poco para la elite del país.
PABLO M. DÍEZ .- ABC 7 -8-06
Pero el crecimiento económico del coloso oriental y la rápida ascensión de una clase media formada por más de 150 millones de personas han popularizado la sopa de aleta de tiburón entre los chinos, que no dudan en gastarse encantados los más de 60 euros que cuesta en los restaurantes una pequeña pero nutritiva ración.
Como consecuencia, el consumo de sopa de aleta de tiburón se ha disparado durante los últimos 20 años, propiciando el florecimiento de una vasta industria pesquera que ha puesto en peligro a 110 tipos de escualos. Así lo acaba de denunciar en Pekín la asociación ecologista WildAid, que ha calculado que algunas poblaciones de esta especie se han reducido hasta un 80 por ciento durante el último medio siglo. Desde 1986, año en que se empieza a percibir el despegue económico de China, el océano Atlántico ha asistido a la disminución en un 89 por ciento del número de tiburones martillo y de un 78 por ciento de grandes tiburones blancos.
De los 400 tipos de escualos existentes en el planeta, alrededor de 50 se encuentran sin ningún problema en los mercados de todo el mundo. No en vano, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) estima que cada año se capturan más de 100 millones de estos animales, aunque otros expertos conservacionistas elevan dicha cifra hasta los 150 millones.
En la mayoría de los casos, sólo se aprovecha la aleta (que supone únicamente el 5 por ciento del peso del tiburón) y se desperdicia el resto de la carne. Este método de pesca es, además, sumamente cruento porque los buques atrapan a los escualos en mar abierto y, sobre la misma cubierta del barco, los pescadores les cortan las aletas y las colas, devolviendo después los tiburones a las aguas. Malheridos y sangrando, estos animales no pueden nadar sin sus aletas, por lo que agonizan durante varias horas hasta que mueren sin remedio al hundirse en el fondo del océano.
10.000 toneladas al año
El principal destinatario de todas estas capturas es China, que es el mayor importador de las 10.000 toneladas de aletas de tiburón que se comercializan mundialmente cada año. La mitad de este lucrativo negocio se concentra en la antigua colonia británica de Hong Kong, donde el tramo occidental de la calle Des Voeux, en pleno corazón de la isla y a pocos minutos de la Estación Central, está plagado de tiendas especializadas en la venta de pescado que ha sido desecado. Bajo el fuerte olor del marisco seco, en los singulares establecimientos que se agolpan en los estrechos callejones de Des Voeux se pueden encontrar aletas de tiburón de todos los tipos y tamaños. Vendidas al peso, las más comunes suelen costar entre 30 y 40 euros. Sin embargo, en el mercado negro el precio oscila entre los 7.000 y los 17.000 euros para una sola aleta de las tres únicas especies protegidas hasta el momento (el gran tiburón blanco, el tiburón ballena y el cetorrino, una variedad que puede llegar! a medir hasta 12 metros).
En contraste con tan astronómicos importes, gran parte de las capturas son efectuadas por marineros de países en vías de desarrollo, como India, Brasil o Kenia, a los que la precariedad les lleva a invadir las principales reservas marinas de la Tierra, como la localizada en las islas Galápagos. Según la asociación ecologista WildAid, los pingües beneficios que genera el comercio de aletas de tiburón han extendido la corrupción en muchas de esas naciones pobres e incluso han dado lugar a verdaderas mafias criminales, puesto que sólo un puñado de Estados, entre ellos España, han prohibido la pesca de tiburones para arrancarles las aletas.
No cabe duda, pues, de que se ha formado un mundo demasiado peligroso en torno a un producto que, en sí mismo, es insípido. A pesar de su delicioso sabor, el secreto de esta sopa no está en la aleta del tiburón, sino en su método de preparación. Cocinada a fuego lento hasta que la aleta se deshace en gelatinosas fibras que parecen finísimos «noodles» (los típicos fideos chinos), el gusto final se lo acaba dando el caldo de pollo con que se mezcla al ser servida.
«Esta especie no sobrevivirá si no desciende el consumo de sopa de aleta de tiburón», alertó el presidente de WildAid, Steve Trent, quien fue tajante al reclamar al Gobierno central de Pekín «mayores controles a la importación porque China es la única que puede salvar a los tiburones».
5 comentarios
ronald -
Fer -
Por favor gente inculta y que kiera poner comentarios en contra de los tiburones y este a favor de la matanza de ellos, abstengase a comentar, evite que todos pensemos de usted como inculto o ignorante sobre el tema, primero cultivese y después "opine" si cree q lo puede hacer...
beafermar -
- la sopa de aleta de tiburón no es afrodisiaca, y está demostrado, y su "extraordinario" sabor viene dado también por las especias que le echan
- con 50 gr. de aleta se prepara sopa para cuatro comensales, a 60 euros la ración, calculad. Pues al pescador se le paga 12 euros/kilo. Menudo negocio!!!!
- España ocupa el primer lugar de la Unión Europea en capturas de tiburón, que han llevado a algunas especies a estar en peligro de extinción.
Para una vez que somos los primeros, es en algo vergonzoso
Esperemos que las medidas adoptadas por Naciones Unidas el mes pasado solucionen algo.
jose diaz lopez -
grace -
Atte.
De la comision de animales en extinsion Grace.