El paraíso perdido
"Una hermosa mañana de primavera en 1989, me disponía a hablar a una multitud de estudiantes de instituto en Calgary, Alberta. Estaban creando una nueva organización medioambiental y yo tenía que darles ánimos y consejos. Pero, mirando aquellos rostros resplandecientes y esperanzados, me dí cuenta de que, en el mejor de los casos, nosotros les estamos dejando una pesada herencia de graves problemas. Ninguno de aquellos chicos y chicas disfrutaría de los tesoros de la naturaleza que yo tuve la dicha de conocer.
De niño me crié en el campo, al este de las Montañas Rocosas canadienses, en una vasta región salvaje donde hacíamos excursiones y nos divertíamos, donde las laderas estaban cubiertas de árboles, los prados llenos de flores y abundante vida animal y las claras y frías corrientes de agua eran puras y rebosaban de truchas y otros peces. Los niños presumíamos de poder ir por donde queríamos, a caballo o a pié, viviendo como los osos, los ciervos y otros animales de nuestro entorno.
Pero ahora aun las fuentes que brotan de la roca cerca de lo alto de la divisoria continental muestran residuos del humo de los coches. Por las laderas, desechos industriales han impregnado el agua, desde el suelo hasta la roca madre, de cloruros, sulfatos, metales pesados y otros contaminantes químicos. En muchos lugares está tan contaminada que beberla es peligroso para personas y animales.
Fue este contraste el que me obsesionó cuando estaba delante de aquellos jóvenes. Mi generación les ha dejado un oneroso legado y, aunque estén dispuestos a trabajar y luchar con todas sus fuerzas, no conocerán lo que yo conocí. De tal manera me impresionó este pensamiento que temo que no pronuncié una buena conferencia, ni estuve a la altura de la esperanza, el entusiasmo y el valor de aquellos jóvenes."
Andy Russell, escritor y ambientalista canadiense.
De niño me crié en el campo, al este de las Montañas Rocosas canadienses, en una vasta región salvaje donde hacíamos excursiones y nos divertíamos, donde las laderas estaban cubiertas de árboles, los prados llenos de flores y abundante vida animal y las claras y frías corrientes de agua eran puras y rebosaban de truchas y otros peces. Los niños presumíamos de poder ir por donde queríamos, a caballo o a pié, viviendo como los osos, los ciervos y otros animales de nuestro entorno.
Pero ahora aun las fuentes que brotan de la roca cerca de lo alto de la divisoria continental muestran residuos del humo de los coches. Por las laderas, desechos industriales han impregnado el agua, desde el suelo hasta la roca madre, de cloruros, sulfatos, metales pesados y otros contaminantes químicos. En muchos lugares está tan contaminada que beberla es peligroso para personas y animales.
Fue este contraste el que me obsesionó cuando estaba delante de aquellos jóvenes. Mi generación les ha dejado un oneroso legado y, aunque estén dispuestos a trabajar y luchar con todas sus fuerzas, no conocerán lo que yo conocí. De tal manera me impresionó este pensamiento que temo que no pronuncié una buena conferencia, ni estuve a la altura de la esperanza, el entusiasmo y el valor de aquellos jóvenes."
Andy Russell, escritor y ambientalista canadiense.
1 comentario
helenatxu -
A este ritmo nada volverá a ser lo que era :(