Deterioro democrático y corrupción
José A. Alemán
CanariasAhora.com, 9-8-2004
He estado unos días en el valle de Arán. Observé de nuevo que allí basan la actividad turística en el cuidado (de verdad) del medio ambiente, el atractivo cultural de la arquitectura tradicional y del románico del Pirineo, el senderismo y la gastronomía. Aparte los deportes de nieve, en invierno. Se percibe orden, criterio de planificación urbanística y la presencia del turismo de calidad, que para mí lo integran quienes llegan sin pulseras de cuentas, dispuestos a gastarse los cuartos por libre, donde les apetezca o sepan atraerlos. No es lugar barato, precisamente, pero se paga con gusto la calidad. Tendrán los araneses sus problemas, sin duda, pero no es uno de ellos la distribución de los ingresos turísticos entre los boyantes establecimientos de la zona.
Me proponía no mencionar el valle de Arán porque, total, para qué. En las islas la suerte está echada. Ya no es viable un modelo de estas características, que sólo se rozó en la Lanzarote de César Manrique. Sin embargo, la referencia se hizo obligada al regresar a Barcelona y tropezarme en Internet con los zifios víctimas de las maniobras militares. A pesar del convenio de Defensa con el Gobierno canario para evitar la repetición de este tipo de incidentes. Las maniobras eran de Estados Unidos y Marruecos, pero a ellas, cosas del talante, se sumó Madrid con entusiasmo y olvido de aquel convenio. Ahora, dicen, se esforzarán en que no ocurra por tercera vez; pero ocurrirá por cuarta, quinta o sexta vez. Se recoge de lo que se siembra y el nacionalismo canario se ha ganado, a fuerza de chalaneo, reputación de que va a viaje y se le calla la boca con unos millones para carreteras. No se le tiene la suficiente consideración para que Defensa vea la necesidad política de respetar convenio alguno. En las próximas maniobras ni se acordará de lo ocurrido en éstas. En el valle de Arán no se le ocurriría a nadie dañar su fauna. Es la diferencia.
La misma falta de respeto de hace unas semanas, cuando el Gobierno central señaló la grave degradación democrática y la corrupción pública canaria. El diagnóstico responde a lo que hay de verdad. Pero una cosa es una cosa y otra cosa son dos cosas. Porque no es menos cierto que, aún compartiendo el análisis, proclamación tan explícita revela escasa valoración del Gobierno de las islas y por extensión de la clase dirigente, política y empresarial, que tolera la degradación o se inhibe ante supuestos de corrupción. Me explico.
Seguro que, de tratarse de otra Comunidad, Madrid se lo hubiera pensado. Es normal, en ese sentido, que el pronunciamiento haya producido cierta indignación, pues todos somos dueños de nuestros emputes. Pero resulta conveniente, por lo de los árboles y el bosque, administrar debidamente el cabreo y reservar buena parte para el Gobierno canario, que se ha ganado a pulso la desconsideración, y para el hecho mismo de que el diagnóstico de Madrid describe un estado de cosas real, mal que nos pese. Adán Martín anuncia respuesta contundente para después de las vacaciones. Aplazamiento que da idea de falta de nervio. Pero no hay mal que por bien no venga y podría darle tiempo de armar explicaciones a no pocos asuntos oscuros y depararnos una porción de la felicidad que nos tiene prometida. Sin recurrir, claro, a la socorrida argucia de que ahí están los tribunales porque lo que pueda constituir delito demostrable es una pequeña parte del mal olor general. Casi diría que en política es más importante el pestazo ambiental. Acudir a los tribunales cuesta caro y complicado resulta que la Justicia actúe de no mediar denuncias. Queda la Fiscalía Anticorrupción que el PP desmanteló. Ya se verá lo que hay. De momento sólo hiede. O jiede, que llena más.
Para mí es terrible que la honestidad se reduzca a no participar directamente de la corrupción; y que la degradación democrática no se considere un preocupante fenómeno sociológico, sino cuestión del partido que mande en cada momento. Quienes están en la expectativa del mandar son los psocialistas, pero su simple presencia en el Poder nada garantiza. El PSOE no parece combatir esas lacras sino se limita a culpar de ellas a CC-PP, dejándonos la sensación de que le mueve menos erradicarlas que su valor instrumental para hacerse un lugar al sol.
No entraré en si fue primero, el huevo o la gallina. La corrupción necesita de la degradación democrática y al revés. Lo importante es que el origen del mal no está en la política, aunque se manifieste preferentemente en este campo. Más bien lo veo en la tradición caciquil canaria, que impone su ley del silencio, lo que nos llevaría a la conclusión de que, después de todo, esta sociedad no ha cambiado tanto como pudiera parecer.
CanariasAhora.com, 9-8-2004
He estado unos días en el valle de Arán. Observé de nuevo que allí basan la actividad turística en el cuidado (de verdad) del medio ambiente, el atractivo cultural de la arquitectura tradicional y del románico del Pirineo, el senderismo y la gastronomía. Aparte los deportes de nieve, en invierno. Se percibe orden, criterio de planificación urbanística y la presencia del turismo de calidad, que para mí lo integran quienes llegan sin pulseras de cuentas, dispuestos a gastarse los cuartos por libre, donde les apetezca o sepan atraerlos. No es lugar barato, precisamente, pero se paga con gusto la calidad. Tendrán los araneses sus problemas, sin duda, pero no es uno de ellos la distribución de los ingresos turísticos entre los boyantes establecimientos de la zona.
Me proponía no mencionar el valle de Arán porque, total, para qué. En las islas la suerte está echada. Ya no es viable un modelo de estas características, que sólo se rozó en la Lanzarote de César Manrique. Sin embargo, la referencia se hizo obligada al regresar a Barcelona y tropezarme en Internet con los zifios víctimas de las maniobras militares. A pesar del convenio de Defensa con el Gobierno canario para evitar la repetición de este tipo de incidentes. Las maniobras eran de Estados Unidos y Marruecos, pero a ellas, cosas del talante, se sumó Madrid con entusiasmo y olvido de aquel convenio. Ahora, dicen, se esforzarán en que no ocurra por tercera vez; pero ocurrirá por cuarta, quinta o sexta vez. Se recoge de lo que se siembra y el nacionalismo canario se ha ganado, a fuerza de chalaneo, reputación de que va a viaje y se le calla la boca con unos millones para carreteras. No se le tiene la suficiente consideración para que Defensa vea la necesidad política de respetar convenio alguno. En las próximas maniobras ni se acordará de lo ocurrido en éstas. En el valle de Arán no se le ocurriría a nadie dañar su fauna. Es la diferencia.
La misma falta de respeto de hace unas semanas, cuando el Gobierno central señaló la grave degradación democrática y la corrupción pública canaria. El diagnóstico responde a lo que hay de verdad. Pero una cosa es una cosa y otra cosa son dos cosas. Porque no es menos cierto que, aún compartiendo el análisis, proclamación tan explícita revela escasa valoración del Gobierno de las islas y por extensión de la clase dirigente, política y empresarial, que tolera la degradación o se inhibe ante supuestos de corrupción. Me explico.
Seguro que, de tratarse de otra Comunidad, Madrid se lo hubiera pensado. Es normal, en ese sentido, que el pronunciamiento haya producido cierta indignación, pues todos somos dueños de nuestros emputes. Pero resulta conveniente, por lo de los árboles y el bosque, administrar debidamente el cabreo y reservar buena parte para el Gobierno canario, que se ha ganado a pulso la desconsideración, y para el hecho mismo de que el diagnóstico de Madrid describe un estado de cosas real, mal que nos pese. Adán Martín anuncia respuesta contundente para después de las vacaciones. Aplazamiento que da idea de falta de nervio. Pero no hay mal que por bien no venga y podría darle tiempo de armar explicaciones a no pocos asuntos oscuros y depararnos una porción de la felicidad que nos tiene prometida. Sin recurrir, claro, a la socorrida argucia de que ahí están los tribunales porque lo que pueda constituir delito demostrable es una pequeña parte del mal olor general. Casi diría que en política es más importante el pestazo ambiental. Acudir a los tribunales cuesta caro y complicado resulta que la Justicia actúe de no mediar denuncias. Queda la Fiscalía Anticorrupción que el PP desmanteló. Ya se verá lo que hay. De momento sólo hiede. O jiede, que llena más.
Para mí es terrible que la honestidad se reduzca a no participar directamente de la corrupción; y que la degradación democrática no se considere un preocupante fenómeno sociológico, sino cuestión del partido que mande en cada momento. Quienes están en la expectativa del mandar son los psocialistas, pero su simple presencia en el Poder nada garantiza. El PSOE no parece combatir esas lacras sino se limita a culpar de ellas a CC-PP, dejándonos la sensación de que le mueve menos erradicarlas que su valor instrumental para hacerse un lugar al sol.
No entraré en si fue primero, el huevo o la gallina. La corrupción necesita de la degradación democrática y al revés. Lo importante es que el origen del mal no está en la política, aunque se manifieste preferentemente en este campo. Más bien lo veo en la tradición caciquil canaria, que impone su ley del silencio, lo que nos llevaría a la conclusión de que, después de todo, esta sociedad no ha cambiado tanto como pudiera parecer.
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