Algas y porquería
Angel Tristán Pimienta
La Provincia, 27-8-2004
Una vez más se ha demostrado, en esta ocasión, que no es la primera, en la costa de Mogán, San Bartolomé de Tirajana, Telde y Las Palmas de Gran Canaria, que cuando uno tira una piedra hacia arriba, encima le cae. No falla, entre otras razones por la ley de la gravedad, que es también, en el plano filosófico, la del sentido común. Puede que no existan conexiones entre ETA y Al Qaeda y que los terroristas vascos no tuvieran nada que ver con el 11 de Marzo, más allá de su cruel alegría por la masacre, pero lo que sí existe es un nexo, una relación directa, entre las algas malolientes que han aparecido este verano en las costas de Gran Canaria y Tenerife y los vertidos de aguas residuales que se siguen enviando al mar.
El grupo de científicos del programa ´Canarias por una Costa Viva´, financiado por el Ministerio de Medio Ambiente y gestionado por la ULPGC y WWF-Adena afirma que el aporte extraordinario de ´nutrientes´, que van directamente desde los retretes al litoral, combinado con la ola de calor, han contribuido a producir un crecimiento exagerado de estas algas filamentosas. Amén.
Si las depuradoras o no existen o no funcionan - a pesar de las obligaciones municipales en la materia, y de que todos los ayuntamientos y empresas concesionarias cobran religiosamente las tasas de depuración, en lo que, en castellano vulgar, puede denominarse engaño-lo natural es que las aguas residuales acaben en los barrancos o en el océano. Muchos testigos presenciales tuvieron clara la vinculación desde el primer momento: "esto es mierda", dijo una vecina de
la capital que pasaba unos días de descanso en Taurito". Una periodista de vacaciones fue igual de contundente: "el Ayuntamiento puede cantar misa, pero esto está producido por los colectores".
La demostración científica ha llegado finalmente. Es un fenómeno natural que se ha acelerado porque asombrosamente se vierten aguas negras sin tratar a una costa que es utilizada por millones de personas al año, y que constituye el mostrador del más fenomenal negocio de la historia de Canarias. Además de todos los aspectos relacionados con la sanidad y el ecosistema. Y lo que aturde a las personas sensatas y temerosas de Dios es la pasividad con que se aceptan estos problemas. ¿Qué dirán los turistas? Ellos -como los naturales del país- contemplan asombrados como se acerca a tierra una mezcla inmunda sin que nadie reaccione: no hay embarcaciones descontaminadoras dotadas con mangueras de succión para ´chupar´ la porquería, no hay una alerta por motivos de salud pública y elemental prevención de riesgos. ¿Que se trata de plantas marinas? Por supuesto. También los tiburones son animales marinos y su presencia obliga a tomar precauciones. Todo ello en medio de una seria crisis turística en la que lo único obvio es que hay que apostar por la calidad, la seguridad y el paisaje para captar nuevos clientes y fidelizar a los viejos.
Esta frivolidad no es inédita. Hace unas semanas se produjo un sainete a causa de la ´bandera azul´ de la playa de Las Canteras que demostró hasta qué punto las autoridades padecen, quizás por los calores, que si no matan desde luego atontan, un misterioso proceso de flojera mental. El concejal correspondiente se llevó las manos a la cabeza, y muchos vecinos y algunos columnistas clamaron de inmediato contra la ´afrenta´. Las Canteras, se dijo, es la joya de la corona. Y es verdad. Pero la ´Bandera Azul´ tiene unas características esenciales que figuran en el contrato. Para estar izada, la playa en cuestión tiene que reunir una serie de condiciones de excelencia, y si por alguna razón en un momento dado no las reúne, pues se arría hasta que las tenga. Si se hace un análisis y se detectan ´colis´, o sea, excrementos, hay que
bajar la bandera. Algunos dijeron que había que hacer un contranálisis, y que era sospechoso que al día siguiente el mal hubiese desaparecido. Esto es una majadería: cuando la Guardia Civil hace una prueba de alcoholemia y ésta da positivo, veinticuatro horas después puede dar negativo. Si se hace una fiesta multitudinaria y cientos de personas, ante la inexistencia o lejanía de los guardias, hacen sus ´necesidades´ en la orilla, es normal que en los siguientes días quede algún ´rastro´ hasta que el viento y las mareas alejen los elementos en cuestión. Si hay un fallo en una alcantarilla
y se produce un ´reboso´, hay que bajar la bandera; si se le cae el techo al balneario y hay que cerrarlo, hay que bajar la bandera; si hay una huelga de basuras y no se limpia la arena, hay que bajar la bandera; si por ´h´ o por ´b´ los vigilantes de la Cruz Roja no están en su puesto, hay que bajar la bandera, si se celebra un jolgorio con impacto acústico, hay que bajar la bandera... lo mismo que hay que poner la bandera roja si hay temporal y la amarilla si sólo hay que tener cuidado.... Y Las Canteras sigue siendo una playa magnífica. Estas son las reglas, y todos estos espectáculos de lágrimas de cocodrilo y dignidad herida es puro teatro de pueblo. Pantomima de mediocres. Lo peor de todo es que no hay propósito de la enmienda ni la más leve autocrítica. Por eso la historia se repetirá. Hasta el batacazo.
La Provincia, 27-8-2004
Una vez más se ha demostrado, en esta ocasión, que no es la primera, en la costa de Mogán, San Bartolomé de Tirajana, Telde y Las Palmas de Gran Canaria, que cuando uno tira una piedra hacia arriba, encima le cae. No falla, entre otras razones por la ley de la gravedad, que es también, en el plano filosófico, la del sentido común. Puede que no existan conexiones entre ETA y Al Qaeda y que los terroristas vascos no tuvieran nada que ver con el 11 de Marzo, más allá de su cruel alegría por la masacre, pero lo que sí existe es un nexo, una relación directa, entre las algas malolientes que han aparecido este verano en las costas de Gran Canaria y Tenerife y los vertidos de aguas residuales que se siguen enviando al mar.
El grupo de científicos del programa ´Canarias por una Costa Viva´, financiado por el Ministerio de Medio Ambiente y gestionado por la ULPGC y WWF-Adena afirma que el aporte extraordinario de ´nutrientes´, que van directamente desde los retretes al litoral, combinado con la ola de calor, han contribuido a producir un crecimiento exagerado de estas algas filamentosas. Amén.
Si las depuradoras o no existen o no funcionan - a pesar de las obligaciones municipales en la materia, y de que todos los ayuntamientos y empresas concesionarias cobran religiosamente las tasas de depuración, en lo que, en castellano vulgar, puede denominarse engaño-lo natural es que las aguas residuales acaben en los barrancos o en el océano. Muchos testigos presenciales tuvieron clara la vinculación desde el primer momento: "esto es mierda", dijo una vecina de
la capital que pasaba unos días de descanso en Taurito". Una periodista de vacaciones fue igual de contundente: "el Ayuntamiento puede cantar misa, pero esto está producido por los colectores".
La demostración científica ha llegado finalmente. Es un fenómeno natural que se ha acelerado porque asombrosamente se vierten aguas negras sin tratar a una costa que es utilizada por millones de personas al año, y que constituye el mostrador del más fenomenal negocio de la historia de Canarias. Además de todos los aspectos relacionados con la sanidad y el ecosistema. Y lo que aturde a las personas sensatas y temerosas de Dios es la pasividad con que se aceptan estos problemas. ¿Qué dirán los turistas? Ellos -como los naturales del país- contemplan asombrados como se acerca a tierra una mezcla inmunda sin que nadie reaccione: no hay embarcaciones descontaminadoras dotadas con mangueras de succión para ´chupar´ la porquería, no hay una alerta por motivos de salud pública y elemental prevención de riesgos. ¿Que se trata de plantas marinas? Por supuesto. También los tiburones son animales marinos y su presencia obliga a tomar precauciones. Todo ello en medio de una seria crisis turística en la que lo único obvio es que hay que apostar por la calidad, la seguridad y el paisaje para captar nuevos clientes y fidelizar a los viejos.
Esta frivolidad no es inédita. Hace unas semanas se produjo un sainete a causa de la ´bandera azul´ de la playa de Las Canteras que demostró hasta qué punto las autoridades padecen, quizás por los calores, que si no matan desde luego atontan, un misterioso proceso de flojera mental. El concejal correspondiente se llevó las manos a la cabeza, y muchos vecinos y algunos columnistas clamaron de inmediato contra la ´afrenta´. Las Canteras, se dijo, es la joya de la corona. Y es verdad. Pero la ´Bandera Azul´ tiene unas características esenciales que figuran en el contrato. Para estar izada, la playa en cuestión tiene que reunir una serie de condiciones de excelencia, y si por alguna razón en un momento dado no las reúne, pues se arría hasta que las tenga. Si se hace un análisis y se detectan ´colis´, o sea, excrementos, hay que
bajar la bandera. Algunos dijeron que había que hacer un contranálisis, y que era sospechoso que al día siguiente el mal hubiese desaparecido. Esto es una majadería: cuando la Guardia Civil hace una prueba de alcoholemia y ésta da positivo, veinticuatro horas después puede dar negativo. Si se hace una fiesta multitudinaria y cientos de personas, ante la inexistencia o lejanía de los guardias, hacen sus ´necesidades´ en la orilla, es normal que en los siguientes días quede algún ´rastro´ hasta que el viento y las mareas alejen los elementos en cuestión. Si hay un fallo en una alcantarilla
y se produce un ´reboso´, hay que bajar la bandera; si se le cae el techo al balneario y hay que cerrarlo, hay que bajar la bandera; si hay una huelga de basuras y no se limpia la arena, hay que bajar la bandera; si por ´h´ o por ´b´ los vigilantes de la Cruz Roja no están en su puesto, hay que bajar la bandera, si se celebra un jolgorio con impacto acústico, hay que bajar la bandera... lo mismo que hay que poner la bandera roja si hay temporal y la amarilla si sólo hay que tener cuidado.... Y Las Canteras sigue siendo una playa magnífica. Estas son las reglas, y todos estos espectáculos de lágrimas de cocodrilo y dignidad herida es puro teatro de pueblo. Pantomima de mediocres. Lo peor de todo es que no hay propósito de la enmienda ni la más leve autocrítica. Por eso la historia se repetirá. Hasta el batacazo.
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