Llueve sobre quemado
La Provincia, 11-11-2004
"Claro, uno así ahora está como nervioso, se emprisiona en la casa y hasta le grita al padre y al hijo, con todo esto quemado, sin pasto para los animales, que ya no aparecen ni conejos". Arriba, a poco de la Cumbre en alguna de las 100 hectáreas de Aríñez, Risco Prieto, Las Cadena o en Las Cuevitas, la vecindad hacía fuerza para estrujar más la nube que amagaba por la color aluminio que presentaba con enchumbar Gran Canaria como una gamuza, pero sólo rezumaron cinco litros mal contados.
En la loma de Cueva de La Atalaya, San Mateo, Suso Reyes, que tuvo que salir "echando leches" el día de la fogalera -el último jueves de octubre- con siete decenas de animales bajo el brazo entre cabras y ovejas, ha perdido el hilo de los sueños y ahora despierta inquieto con ansiedades nuevas y padece también de inesperados desórdenes de cabeza, pero tanto, "que si fuera hombre de cuido ahora andaría entre sicólogos". En Madrelagua, Valleseco, también se vieron volar piñas de pino ardiendo, salpicando de incendios las laderas. Unos mechones cayeron en pino de la tierra, inmune a calenturas, y otros sobre
el finlandés, que es como fósforo con pinocha.
Por esto se esperaba un chubasco bien efervescente, un cuatro en uno que regara, limpiara, fertilizara y rebrotara entre las calvas, entre los antiguos cercados de matos frutales, que principalmente por la altura de la Isla allí, son el manzano, el naranjero, el castañero, el nogal, todo mixturado y salteado. Luis también vive por donde Suso. Enseña un pisco de tierra por donde escurrió algo de agua, pero tan poca cosa que casi se supo que la hubo por el ADN. Y señala para la montaña-carbón: "Eso, lo quemado, es un mundo, y no es para verlo, eh, sino para vivirlo, amigo".
"Con el rocío caído lo que es pasto revienta que da gusto, pero por ahora hay que cambiar el ganado de sitio, porque no hay donde agarrar un puño de forraje, caña o pasto". Además, como no se sabe todavía qué clase de cataplasma infecto fue el de la ejecución de la fosnalla, la guardia pregunta, investiga "y desasosiega", dice un vecino alongado en alto, explicando que lo único que sabe es que él, precisamente él, no fue. Es el segundo misterio de Aríñez, porque el primero consiste en determinar el cómo entre una hoguera semejante, de hasta 30
metros de altura, no entrara en combustión ni una sola casa, ni un alpendre siquiera.
Abajo de una corrala sale un balido como de parto. "Las ovejas están pariendo ahora, y fíjese dónde las tengo que mandar a pastar, lejos, a estropearse, mire que las podía tener allí enfrente,en esa tierra criandera..."
"Claro, uno así ahora está como nervioso, se emprisiona en la casa y hasta le grita al padre y al hijo, con todo esto quemado, sin pasto para los animales, que ya no aparecen ni conejos". Arriba, a poco de la Cumbre en alguna de las 100 hectáreas de Aríñez, Risco Prieto, Las Cadena o en Las Cuevitas, la vecindad hacía fuerza para estrujar más la nube que amagaba por la color aluminio que presentaba con enchumbar Gran Canaria como una gamuza, pero sólo rezumaron cinco litros mal contados.
En la loma de Cueva de La Atalaya, San Mateo, Suso Reyes, que tuvo que salir "echando leches" el día de la fogalera -el último jueves de octubre- con siete decenas de animales bajo el brazo entre cabras y ovejas, ha perdido el hilo de los sueños y ahora despierta inquieto con ansiedades nuevas y padece también de inesperados desórdenes de cabeza, pero tanto, "que si fuera hombre de cuido ahora andaría entre sicólogos". En Madrelagua, Valleseco, también se vieron volar piñas de pino ardiendo, salpicando de incendios las laderas. Unos mechones cayeron en pino de la tierra, inmune a calenturas, y otros sobre
el finlandés, que es como fósforo con pinocha.
Por esto se esperaba un chubasco bien efervescente, un cuatro en uno que regara, limpiara, fertilizara y rebrotara entre las calvas, entre los antiguos cercados de matos frutales, que principalmente por la altura de la Isla allí, son el manzano, el naranjero, el castañero, el nogal, todo mixturado y salteado. Luis también vive por donde Suso. Enseña un pisco de tierra por donde escurrió algo de agua, pero tan poca cosa que casi se supo que la hubo por el ADN. Y señala para la montaña-carbón: "Eso, lo quemado, es un mundo, y no es para verlo, eh, sino para vivirlo, amigo".
"Con el rocío caído lo que es pasto revienta que da gusto, pero por ahora hay que cambiar el ganado de sitio, porque no hay donde agarrar un puño de forraje, caña o pasto". Además, como no se sabe todavía qué clase de cataplasma infecto fue el de la ejecución de la fosnalla, la guardia pregunta, investiga "y desasosiega", dice un vecino alongado en alto, explicando que lo único que sabe es que él, precisamente él, no fue. Es el segundo misterio de Aríñez, porque el primero consiste en determinar el cómo entre una hoguera semejante, de hasta 30
metros de altura, no entrara en combustión ni una sola casa, ni un alpendre siquiera.
Abajo de una corrala sale un balido como de parto. "Las ovejas están pariendo ahora, y fíjese dónde las tengo que mandar a pastar, lejos, a estropearse, mire que las podía tener allí enfrente,en esa tierra criandera..."
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