El último responsable es Adán
Carlos G. Roy
Dá lo mismo. Que se echen a la calle diez mil, cien mil o un millón de personas. Ni a la tropa ática ni al pepé les importa un bledo la expresión ciudadana, porque ellos están a otras cosas. Lo que Adán Martín y Paulino Primo de Rivero se han apresurado a espetar aún antes de concluir la manifestación contra de Granadilla es que sí, que todo muy bonito y vocinglero, pero que ellos seguirán en sus trece caiga quien caiga. Desde luego, es una postura más civilizada que la expresada mediante exabruptos cavernícolas por Luzardo y el Zeñorito, pero a la hora de la verdad no deja de ser más de lo mismo.
Éste es, con diferencia, el peor gobierno autonómico de la democracia, todo el mundo lo sabe y lo comenta. En ello tienen mucho que ver tanto las personas que lo componen como las ideas, o mejor dicho, la ausencia de ideas claras que manejan más allá del mero coge el dinero y corre. Si se analizan los hitos claves de la legislatura encontramos un denominador común que la definen: la carencia absoluta de escrúpulos en la acción política, puesta al servicio no de los ciudadanos y sus preocupaciones, sino de intereses espurios y bastardos que la mayor parte de las veces incluso tienen nombres y apellidos por todos conocidos. Adán Martín ya ha fracasado de forma calamitosa, salta a la vista. La suya es una presidencia débil e hipotecada, dubitativa, incapaz, autista. Es la negación del liderazgo, en suma, y supongo que la historia la tratará con el correspondiente desdén que se merece. Adán prometió la felicidad, pero sólo nos ha traído la náusea; y aún quedan dos años de más de lo mismo.
El divorcio entre la sociedad y las instituciones se agudiza a cada día que pasa. La desconfianza hacia los órganos de gobierno, a todos los niveles, es casi completa. Cuesta trasladar el mensaje de que un cabildo es algo más que Méchior o el Zeñorito, un gobierno más que Adán o PP Carlos o un ayuntamiento más que Luzardo y otros de semejante ralea. Lo que se percibe es cómo se acumulan los asuntos en los cuales los beneficios económicos de una minoría se imponen en los despachos a la opinión pública, que contempla impotente y boquiabierta sus manejos y apaños. Como resultado, la ciudadanía se ve impelida a constituirse en plataformas u organizaciones vecinales con objeto de pelear como buenamente puede por lo que considera suyo. No salen a la calle a tomar el sol, sino a defenderse.
Adán Martín ha bananizado Canarias como nunca antes. Ha conformado un gobierno de familiares y amiguetes, una banda de intereses. Si en cualquier república latinoamericana el presidente designara para ocupar un alto cargo a su esposa o compañera sentimental, habría que oír el corifeo de carcajadas en que irrumpiría la comunidad internacional y las cosas que le dirían. Aquí no pasa nada porque al fin y al cabo toda la administración está trufada de norte a sur de cuñados, hermanos, hijos y mascotas que campan por sus fueros como si el cortijo fuese a durar para toda la vida. Y así vamos, de culo, cuesta abajo y sin frenos.
Que no nos vengan con zarandajas. Granadilla, el istmo, los casinos, los aerogeneradores, la descapitalización portuaria, la violación de la ley de sedes, las persecuciones a particulares, las adjudicaciones digitales y, resumiendo, cuantos pelotazos preñan de cabo a rabo la legislatura tienen un máximo responsable, por acción o, lo más frecuente, por omisión: Adán Martín. Tal vez alguno de estos asuntos concluya en los tribunales penales, tal vez algún pobre idiota acabe con sus huesos en la cárcel por haberse creído lo que otros le susurraban al oído, pero moralmente el culpable siempre será el presidente de un gobierno que, a sabiendas de que se estaban cometiendo determinadas barbaridades, optó por silbar y mirar hacia otro lado.
Sólo espero que cuando toque regresar a las urnas, cuando se nos devuelva a los ciudadanos la capacidad de elegir, no nos olvidemos de todas estas cosas y pongamos a cada cual en su lugar. Hay que recordar que por mucho que les cambien el collar o les maquillen para los carteles, serán los mismos perros.
Dá lo mismo. Que se echen a la calle diez mil, cien mil o un millón de personas. Ni a la tropa ática ni al pepé les importa un bledo la expresión ciudadana, porque ellos están a otras cosas. Lo que Adán Martín y Paulino Primo de Rivero se han apresurado a espetar aún antes de concluir la manifestación contra de Granadilla es que sí, que todo muy bonito y vocinglero, pero que ellos seguirán en sus trece caiga quien caiga. Desde luego, es una postura más civilizada que la expresada mediante exabruptos cavernícolas por Luzardo y el Zeñorito, pero a la hora de la verdad no deja de ser más de lo mismo.
Éste es, con diferencia, el peor gobierno autonómico de la democracia, todo el mundo lo sabe y lo comenta. En ello tienen mucho que ver tanto las personas que lo componen como las ideas, o mejor dicho, la ausencia de ideas claras que manejan más allá del mero coge el dinero y corre. Si se analizan los hitos claves de la legislatura encontramos un denominador común que la definen: la carencia absoluta de escrúpulos en la acción política, puesta al servicio no de los ciudadanos y sus preocupaciones, sino de intereses espurios y bastardos que la mayor parte de las veces incluso tienen nombres y apellidos por todos conocidos. Adán Martín ya ha fracasado de forma calamitosa, salta a la vista. La suya es una presidencia débil e hipotecada, dubitativa, incapaz, autista. Es la negación del liderazgo, en suma, y supongo que la historia la tratará con el correspondiente desdén que se merece. Adán prometió la felicidad, pero sólo nos ha traído la náusea; y aún quedan dos años de más de lo mismo.
El divorcio entre la sociedad y las instituciones se agudiza a cada día que pasa. La desconfianza hacia los órganos de gobierno, a todos los niveles, es casi completa. Cuesta trasladar el mensaje de que un cabildo es algo más que Méchior o el Zeñorito, un gobierno más que Adán o PP Carlos o un ayuntamiento más que Luzardo y otros de semejante ralea. Lo que se percibe es cómo se acumulan los asuntos en los cuales los beneficios económicos de una minoría se imponen en los despachos a la opinión pública, que contempla impotente y boquiabierta sus manejos y apaños. Como resultado, la ciudadanía se ve impelida a constituirse en plataformas u organizaciones vecinales con objeto de pelear como buenamente puede por lo que considera suyo. No salen a la calle a tomar el sol, sino a defenderse.
Adán Martín ha bananizado Canarias como nunca antes. Ha conformado un gobierno de familiares y amiguetes, una banda de intereses. Si en cualquier república latinoamericana el presidente designara para ocupar un alto cargo a su esposa o compañera sentimental, habría que oír el corifeo de carcajadas en que irrumpiría la comunidad internacional y las cosas que le dirían. Aquí no pasa nada porque al fin y al cabo toda la administración está trufada de norte a sur de cuñados, hermanos, hijos y mascotas que campan por sus fueros como si el cortijo fuese a durar para toda la vida. Y así vamos, de culo, cuesta abajo y sin frenos.
Que no nos vengan con zarandajas. Granadilla, el istmo, los casinos, los aerogeneradores, la descapitalización portuaria, la violación de la ley de sedes, las persecuciones a particulares, las adjudicaciones digitales y, resumiendo, cuantos pelotazos preñan de cabo a rabo la legislatura tienen un máximo responsable, por acción o, lo más frecuente, por omisión: Adán Martín. Tal vez alguno de estos asuntos concluya en los tribunales penales, tal vez algún pobre idiota acabe con sus huesos en la cárcel por haberse creído lo que otros le susurraban al oído, pero moralmente el culpable siempre será el presidente de un gobierno que, a sabiendas de que se estaban cometiendo determinadas barbaridades, optó por silbar y mirar hacia otro lado.
Sólo espero que cuando toque regresar a las urnas, cuando se nos devuelva a los ciudadanos la capacidad de elegir, no nos olvidemos de todas estas cosas y pongamos a cada cual en su lugar. Hay que recordar que por mucho que les cambien el collar o les maquillen para los carteles, serán los mismos perros.
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Juan -
carmelo -