La Disneylandia soriásica
José A. Alemán
CanariasAhora.com, 14-1-2005
Cuando el Cabildo autorizó el entubamiento privado del arroyo de Los Tilos, dio un golpe a la última muestra de la legendaria selva de Doramas. Sin humedades, los árboles comenzaron a secarse y los cerebros cabildicios barajaron ponerle un sistema de riego; no sé si a manta, por goteo o aspersión y sin especificar si el agua sería con gas o sin gas. Por último, hicieron un arroyo artificial con lecho de plástico inspirado directamente en los belenes navideños institucionales.
Debió irles bien porque proyectan ahora ríos artificiales en los barrancos de Guayadeque y Los Cernícalos. Espero que utilicen plástico de color verde a efectos miméticos demostrativos del exquisito respeto al medio ambiente y dos piedras que nunca les ha faltado, qué va.
Es cierto, desde luego, que el plástico no cría ranas. Pero si los municipios concernidos por el proyecto se implican, seguro que aportarán tinajas sobrantes de la decoración de carreteras para colocarlas poniendo en su interior aparatos reproductores de la algarabía de ranas y aves canoras; sin mistificaciones, eso sí, porque ecologistas hay de oído tan educado que distinguen el croar de los batracios y el trinar de los capirotes isleños del de sus equivalentes foráneos. Cuidando, además, de no teñir las hierbas circundantes como a los céspedes de la ciudad, que el tinte es trampa mortal para las ranitas de San Antón, dadas a alejarse del agua y brincar entre juncos y adelfillas.
Esto, claro, sería en una primera etapa; de transición hasta que los parajes sean reducidos para su disfrute a formato play station, con el consiguiente ahorro de plásticos y de personal encargado de abrir los chorros los días de visita a los bosques y barrancos virtuales que nos tienen prometidos. Dejaría asimismo de necesitarse un pinchadiscos que module la algarabía faunística y remede, electrónicamente of course, el ¡flop! de los sapos rabudos al zambullirse a la menor señal de presencia humana. Las play stations permitirían urbanizar los originales para el mayor desarrollo y bienestar de todos, sin mayores protestas de progres trasnochados y pancarteros.
Pero mientras llega el momento en que llevemos los rincones sugestivos de la isla en el bolsillo, como quien dice, debería el Cabildo montarse una de Disneylandia. Aun a riesgo de que el papanatismo de Soria coloque de icono a Mickey Mouse a costa de las privatizaciones del patrimonio insular para costear el pago de los royalties. Porque si se le ocurre a Soria tirar de Mickey con el reglamento de sesiones plenarias en la mano, no podría la oposición pedir una oportunidad para el ratón Boro, descartado de antemano por su evidente autoctonía. Si mandó a los arquitectos canarios a tercera, no va a detenerlo nuestro humilde múrido, que roe el millo a hurtadillas con riesgo de la vida, como llegado en patera. Preferiría, Soria, a su imperial y sobrealimentado colega yanqui, al que se lo sirven transgénico y con vitaminas de una caja de cartón del super.
Espero que aprecien mi esfuerzo por ser constructivo. Por más que la propensión soriásica a la horterada me genere impulsos incontrolables al disparate esperpéntico, única tabla de salvación en tiempos desdichados.
CanariasAhora.com, 14-1-2005
Cuando el Cabildo autorizó el entubamiento privado del arroyo de Los Tilos, dio un golpe a la última muestra de la legendaria selva de Doramas. Sin humedades, los árboles comenzaron a secarse y los cerebros cabildicios barajaron ponerle un sistema de riego; no sé si a manta, por goteo o aspersión y sin especificar si el agua sería con gas o sin gas. Por último, hicieron un arroyo artificial con lecho de plástico inspirado directamente en los belenes navideños institucionales.
Debió irles bien porque proyectan ahora ríos artificiales en los barrancos de Guayadeque y Los Cernícalos. Espero que utilicen plástico de color verde a efectos miméticos demostrativos del exquisito respeto al medio ambiente y dos piedras que nunca les ha faltado, qué va.
Es cierto, desde luego, que el plástico no cría ranas. Pero si los municipios concernidos por el proyecto se implican, seguro que aportarán tinajas sobrantes de la decoración de carreteras para colocarlas poniendo en su interior aparatos reproductores de la algarabía de ranas y aves canoras; sin mistificaciones, eso sí, porque ecologistas hay de oído tan educado que distinguen el croar de los batracios y el trinar de los capirotes isleños del de sus equivalentes foráneos. Cuidando, además, de no teñir las hierbas circundantes como a los céspedes de la ciudad, que el tinte es trampa mortal para las ranitas de San Antón, dadas a alejarse del agua y brincar entre juncos y adelfillas.
Esto, claro, sería en una primera etapa; de transición hasta que los parajes sean reducidos para su disfrute a formato play station, con el consiguiente ahorro de plásticos y de personal encargado de abrir los chorros los días de visita a los bosques y barrancos virtuales que nos tienen prometidos. Dejaría asimismo de necesitarse un pinchadiscos que module la algarabía faunística y remede, electrónicamente of course, el ¡flop! de los sapos rabudos al zambullirse a la menor señal de presencia humana. Las play stations permitirían urbanizar los originales para el mayor desarrollo y bienestar de todos, sin mayores protestas de progres trasnochados y pancarteros.
Pero mientras llega el momento en que llevemos los rincones sugestivos de la isla en el bolsillo, como quien dice, debería el Cabildo montarse una de Disneylandia. Aun a riesgo de que el papanatismo de Soria coloque de icono a Mickey Mouse a costa de las privatizaciones del patrimonio insular para costear el pago de los royalties. Porque si se le ocurre a Soria tirar de Mickey con el reglamento de sesiones plenarias en la mano, no podría la oposición pedir una oportunidad para el ratón Boro, descartado de antemano por su evidente autoctonía. Si mandó a los arquitectos canarios a tercera, no va a detenerlo nuestro humilde múrido, que roe el millo a hurtadillas con riesgo de la vida, como llegado en patera. Preferiría, Soria, a su imperial y sobrealimentado colega yanqui, al que se lo sirven transgénico y con vitaminas de una caja de cartón del super.
Espero que aprecien mi esfuerzo por ser constructivo. Por más que la propensión soriásica a la horterada me genere impulsos incontrolables al disparate esperpéntico, única tabla de salvación en tiempos desdichados.
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