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TURCÓN - Ecologistas en acción

Ecociudades europeas

Ecociudades europeas La ciudad Alemana de Friburgo lidera el campo del desarrollo local sostenible. A pesar de que no es un caso aislado, otros pueblos y ciudades europeos deberían seguir su ejemplo.

Con más del 80% de la población de la UE residiendo en áreas metropolitanas, las prácticas no agresivas para el entorno devienen vitales para mejorar la relación de Europa con el medioambiente en el contexto urbano. Debido a esto, el concepto de ecociudad, que abarca una amplia y asequible red de transportes públicos, el fomento del reciclaje y el empleo de fuentes energéticas renovables, ganan terreno.

La ciudad verde

Durante varias décadas, Friburgo ha sido un bastión del Partido Verde alemán. En las elecciones de 2002 los verdes consiguieron el 25% de los votos y colocaron al doctor Dieter Salomon en la alcaldía. Desde principios de los setenta, en Friburgo se han aplicado o mejorado nuevas medidas, a menudo muy innovadoras, respetuosas con el medioambiente. En el trienio 1970-1973 se introdujo el carril bici, se mejoró la red de tranvías y se peatonalizó todo el centro de la ciudad. En 1991 se lanzó el Bono Regional Verde que posibilitaba el uso ilimitado de todos los transportes públicos tanto en la ciudad como en su área metropolitana a un precio fijo.

Las bicicletas son la base del sistema de transportes de Friburgo. Desde 1970 hasta ahora, la ciudad ha pasado de tener 29 kilómetros de carril-bici a más de 500 kilómetros. A los propios habitantes de la ciudad les gusta presumir que en Friburgo hay 3 bicis por cada dos ciudadanos. ¡Una cifra impresionante y en cierto sentido desconcertante!

La clave del éxito de su sistema de transportes reside en la eficacia con la que los diferentes medios de transporte se interconectan entre sí, por ejemplo, la principal estación de tren también acoge paradas de autobús y tranvía así como varias dotaciones para los ciclistas, incluyendo mil aparcamientos para sus bicicletas. La extensa red de tranvías y carriles-bici, así como las iniciativas para que los ciudadanos dejen su transporte privado en aparcamientos habilitados en las estaciones, hacen que el transporte público no sólo sea una alternativa eficaz, sino además atractiva. Hay otros proyectos en desarrollo como el nuevo Breisgau S-Bahn, que requerirá una inversión de 400 millones de euros: se trata de un tren de cercanías que comunicará Friburgo con los pueblos de los alrededores.

Energías renovables también

Conocida como la "ciudad solar" de Alemania, Friburgo ha hecho cuantiosas inversiones en energías renovables. Las instituciones pioneras en el campo del desarrollo de la energía solar tienen su sede en la ciudad. Además, el empleo de está energía coloca a Friburgo en la elite de la "liga de ciudades solares" de Alemania. A día de hoy, el 5% de su electricidad procede de fuentes renovables y va camino de lograr su objetivo de llegar al 10% en 2010 a base de subvencionar la colocación de paneles solares en los domicilios privados, en los negocios o en las escuelas. Las dotaciones para la clasificación de residuos y su reciclaje están muy extendidas y los barrios de nueva planta se han levantado teniendo en cuenta el impacto ambiental. Los distritos de Vauban y Rieselfeld suman en total 6.500 viviendas con un consumo energético eficiente, incluyendo paneles solares conectados a la red de transporte público para aprovechar los excedentes.

Estas medidas varias van más allá del mero efecto positivo sobre el medio ambiente, también mejoran la calidad de vida. En palabras de uno de sus ciudadanos: "Vivir en una ecociudad como Friburgo transmite una forma constructiva de pensar en el futuro". Un sistema de transportes eficaz, la conciencia de grupo creada por las metas y los logros de Friburgo, así como unos alrededores más limpios, tienen el mérito de todo esto. Como comenta un estudiante universitario: "el dedicarnos a mejorar el medio ambiente nos vincula con nuestra ciudad".

¿Sólo el principio?

Friburgo no es un caso aislado. A pesar de que pocos pueblos o ciudades pueden compararse a ella en su grado de desarrollo medioambiental, sí hay varias que se podrían considerar ecociudades colegas debido a sus progresos en la materia. Por ejemplo, el pueblo bávaro de Erlangen adoptó políticas en favor del carril-bici poco después de Friburgo, consiguiendo un incremento del uso de la bicicleta de un 75%. Erlangen también ha conseguido llegar a una baja tasa de consumo de agua y ha hecho avances en el campo de la energía solar.

Las tres ciudades galardonadas con el premio a la Ciudad Europea Sostenible 2003 fueron Ferrara, Heidelberg y Oslo, alcanzando también avances significativos. El sistema de reciclaje de Ferrara es especialmente impresionante; Heidelberg se ha destacado por sus métodos para ahorrar energía (siendo las administraciones públicas de la ciudad y su universidad quienes han dado ejemplo reduciendo sus emisiones de dióxido de carbono un 35% y un 13% respectivamente). En Oslo, tanto el sistema de transporte público como las medidas para reducir los residuos han tenido mucho éxito. Otra ciudad escandinava famosa por su respeto al medioambiente es Estocolmo, a menudo considerada como la capital mundial más concienciada por el medioambiente.

Cumpliendo los criterios

Lo que estas ciudades nos vienen a demostrar es que es factible hacer progresos reales en la preservación de la naturaleza si conseguimos que le resulte atractivo a la ciudadanía. Los sistemas de transportes, el reciclaje, la reducción de residuos y las energías alternativas no sirven de nada sin el apoyo popular. Por regla general, las autoridades públicas no pueden obligar a la gente a participar de estas medidas, pero sí pueden generar un esfuerzo público para que lo hagan y vencer así las reticencias iniciales de los ciudadanos. Para conseguirlo es necesario el compromiso de las administraciones públicas, en especial para financiarlo. Cabe resaltar que todas las ecociudades mencionadas se encuentran en alguna de las zonas más prósperas de Europa y que muchos de los proyectos citados no son baratos. Aún así, para mejorar la relación de Europa con el medioambiente, nuestros gobiernos deben proporcionar la cobertura necesaria invirtiendo en la transformación de muchas más áreas urbanas en ecociudades como Friburgo.

No podemos esperar a que la gente decida hacer su estilo de vida más sostenible por sí solos; las administraciones deberían despertar la conciencia medioambiental de las masas, y si eso tiene un precio, es el precio que hay que pagar.

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