Vivir sin petróleo
Artículo de opinión: Vivir sin petróleo
Esto obsesiona a las grandes potencias y a muchas compañías pero lo que debería preocupar a la humanidad es saber cuánto tiempo resistirá el planeta las constantes agresiones que le hace el actual modelo de desarrollo y si existe una alternativa.
Son innegables los efectos devastadores producidas por la combustión del petróleo. Por los gases que perforan la Capa de Ozono y que pueden ser la creciente causa de casos de cáncer en la piel, por la densa capa de CO2 que permite la entrada de los rayos del sol pero que atrapa el calor que derrite los polos y crea tantos cambios climatológicos. Este deshielo amenaza la permanencia de grandes extensiones de tierra sobre el nivel del mar.
Muchos parecen creer que el medio ambiente está al servicio de los intereses económicos de las grandes potencias y de las grandes petrolíferas. George W. Bush tiene la intención de perforar las inmensas reservas petroleras de Alaska para depender menos de los regímenes de Oriente Próximo y Oriente Medio que tan poco simpatizan con los intereses de EEUU. Sabe que el petróleo venezolano está lejos de sus ambiciones y que China compite para comprar todos los hidrocarburos que salen al mercado para saciar su maquinaria industrial.
La perforación de Alaska supondría la destrucción de 700.000 hectáreas de un paraíso ecológico irrecuperable y también tendría efectos devastadores en el resto de la reserva y en las aguas de la zona. Siempre han existido políticos que defienden los espacios ecológicos como territorios nacionales. Al igual que nadie puede adueñarse del oxígeno, tampoco puede adueñarse de aquellos animales y plantas que dan el equilibrio al ecosistema mundial. Los expertos en medioambiente llegan a la conclusión de que ni el Amazonas ni Alaska son propiedad de nadie, sino patrimonio de la humanidad.
Tanto creemos que el petróleo es imprescindible para nuestras vidas que olvidamos los siglos que vivieron nuestros antepasados sin él. Existen alternativas a las fibras sintéticas y a los materiales de las zapatillas que calzamos todos los días. La dependencia del petróleo fue impulsada por el desarrollo de maquinaria que requería de este producto que tanto daño ha hecho a nuestros mares y a nuestros aires, por no mencionar la cantidad de conflictos bélicos que ha disparado. Basta con ver que Iraq, Irán, Bielorrusia y Venezuela son algunos de los países con mayores reservas de petróleo y cobran sentido las palabras de Condolezza Rice que califican de preocupante el régimen chavista y de tiránico al gobierno de Bielorrusia.
Como la tecnología sirve al hombre, conviene desarrollar fuentes limpias de energía por razones medioambientales, políticas y económicas. Al principio será elevado el gasto en investigación y tecnología, pero la inversión se recuperará con creces, además de que se dará un vuelco al sistema de desarrollo catastrófico y suicida que llevan EEUU, China y Rusia.
Los cálculos que han hecho varias empresas e investigadores de cuándo se agotará el petróleo sólo han servido para especular y para manipular los precios del producto. La industria automovilística sigue produciendo coches que necesitan de gasolina y no ha desarrollado suficientes modelos que funcionen con energías renovables. ¿Qué haremos con los millones de coches, barcos y aviones que sólo pueden funcionar con el petróleo cuando éste se termine?.
Los países que se hacen llamar desarrollados tienen la llave de la esperanza. Ellos cuentan con el capital para desarrollar fuentes de energía renovables y alternativas como la eólica o la solar, además de que suponen para el resto del mundo un ejemplo a seguir. Algunos países como Alemania, España y Dinamarca ya han dado pasos importantes en la creación de energía eólica, por lo que a otros países no les vale argumentar en contra de energías limpias por cuestiones de precio.
El problema no es saber que queda poco tiempo para que se agote el petróleo, sino que la curva de producción se incrementa sin cesar. El frenesí por el petróleo y la paranoia desvelan la realidad: se acerca el final de la era del petróleo. No merece la pena invertir sin control alguno. Y mucho menos seguir con la agresión a la biodiversidad de la cual somos parte.
Carlos Miguélez
Centro de Colaboraciones Solidarias
portaldelmedioambiente.com 2004
Esto obsesiona a las grandes potencias y a muchas compañías pero lo que debería preocupar a la humanidad es saber cuánto tiempo resistirá el planeta las constantes agresiones que le hace el actual modelo de desarrollo y si existe una alternativa.
Son innegables los efectos devastadores producidas por la combustión del petróleo. Por los gases que perforan la Capa de Ozono y que pueden ser la creciente causa de casos de cáncer en la piel, por la densa capa de CO2 que permite la entrada de los rayos del sol pero que atrapa el calor que derrite los polos y crea tantos cambios climatológicos. Este deshielo amenaza la permanencia de grandes extensiones de tierra sobre el nivel del mar.
Muchos parecen creer que el medio ambiente está al servicio de los intereses económicos de las grandes potencias y de las grandes petrolíferas. George W. Bush tiene la intención de perforar las inmensas reservas petroleras de Alaska para depender menos de los regímenes de Oriente Próximo y Oriente Medio que tan poco simpatizan con los intereses de EEUU. Sabe que el petróleo venezolano está lejos de sus ambiciones y que China compite para comprar todos los hidrocarburos que salen al mercado para saciar su maquinaria industrial.
La perforación de Alaska supondría la destrucción de 700.000 hectáreas de un paraíso ecológico irrecuperable y también tendría efectos devastadores en el resto de la reserva y en las aguas de la zona. Siempre han existido políticos que defienden los espacios ecológicos como territorios nacionales. Al igual que nadie puede adueñarse del oxígeno, tampoco puede adueñarse de aquellos animales y plantas que dan el equilibrio al ecosistema mundial. Los expertos en medioambiente llegan a la conclusión de que ni el Amazonas ni Alaska son propiedad de nadie, sino patrimonio de la humanidad.
Tanto creemos que el petróleo es imprescindible para nuestras vidas que olvidamos los siglos que vivieron nuestros antepasados sin él. Existen alternativas a las fibras sintéticas y a los materiales de las zapatillas que calzamos todos los días. La dependencia del petróleo fue impulsada por el desarrollo de maquinaria que requería de este producto que tanto daño ha hecho a nuestros mares y a nuestros aires, por no mencionar la cantidad de conflictos bélicos que ha disparado. Basta con ver que Iraq, Irán, Bielorrusia y Venezuela son algunos de los países con mayores reservas de petróleo y cobran sentido las palabras de Condolezza Rice que califican de preocupante el régimen chavista y de tiránico al gobierno de Bielorrusia.
Como la tecnología sirve al hombre, conviene desarrollar fuentes limpias de energía por razones medioambientales, políticas y económicas. Al principio será elevado el gasto en investigación y tecnología, pero la inversión se recuperará con creces, además de que se dará un vuelco al sistema de desarrollo catastrófico y suicida que llevan EEUU, China y Rusia.
Los cálculos que han hecho varias empresas e investigadores de cuándo se agotará el petróleo sólo han servido para especular y para manipular los precios del producto. La industria automovilística sigue produciendo coches que necesitan de gasolina y no ha desarrollado suficientes modelos que funcionen con energías renovables. ¿Qué haremos con los millones de coches, barcos y aviones que sólo pueden funcionar con el petróleo cuando éste se termine?.
Los países que se hacen llamar desarrollados tienen la llave de la esperanza. Ellos cuentan con el capital para desarrollar fuentes de energía renovables y alternativas como la eólica o la solar, además de que suponen para el resto del mundo un ejemplo a seguir. Algunos países como Alemania, España y Dinamarca ya han dado pasos importantes en la creación de energía eólica, por lo que a otros países no les vale argumentar en contra de energías limpias por cuestiones de precio.
El problema no es saber que queda poco tiempo para que se agote el petróleo, sino que la curva de producción se incrementa sin cesar. El frenesí por el petróleo y la paranoia desvelan la realidad: se acerca el final de la era del petróleo. No merece la pena invertir sin control alguno. Y mucho menos seguir con la agresión a la biodiversidad de la cual somos parte.
Carlos Miguélez
Centro de Colaboraciones Solidarias
portaldelmedioambiente.com 2004
0 comentarios