El cambio climático abre el Ártico
La ciudad noruega de Hammerfest, frontera de la nueva fiebre del oro negro y de la apertura de rutas marinas
El cambio climático es, tal vez, la mayor amenaza para la supervivencia del planeta. Pero tiene algunas consecuencias positivas. El Ártico, el mar de hielo, se funde, y eso abre una nueva frontera que promete cambiar el Gran Norte: fabulosos yacimientos de gas y petróleo antes inaccesibles y rentables rutas interoceánicas. En Hammerfest (Noruega) se escenifica ya este desafío fascinante.
RAFAEL MÉNDEZ
El País.es
El calentamiento global provoca que se funda el hielo del Ártico y da paso a espectaculares posibilidades económicas, como la apertura de nuevas rutas marinas en el norte del planeta.
El puerto de Hammerfest ha sido tradicionalmente la puerta de entrada al Ártico.
El relaciones públicas de la empresa estatal Statoil, Sverre Kojedal, en la isla de Melkoya, donde se halla la primera planta de gas licuado de Europa. (R. M.)
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La Antártida, ¿un gigante dormido?
España también mira al Norte
El curso del deshielo se acelera a ritmo vertiginoso. Desde 1979, el Ártico ha perdido el 20% de su superficie helada. En el último año, el equivalente a la mitad de España
Una regasificadora enorme situada en una isla permitirá abrir un nuevo yacimiento de gas en el mar de Barents, hasta ahora inaccesible a la perforación
"En el fin de semana, esto es el oeste. En Oslo hay ocho peleas por cada 1.000 habitantes; aquí, 15", dice un camarero del Kai Kanteen
La población aumenta, la construcción se dispara y las casas se venden sobre plano. Algo habitual en España, pero no en el Círculo Polar Ártico
Hammerfest, gracias a la corriente del Golfo, fue tradicionalmente la puerta de entrada al Ártico para exploradores y científicos
Iberdrola ha comprado 1.600 millones de metros cúbicos de gas al año, que se extraerán a 250 metros de profundidad y se licuarán a 160º bajo cero
El deshielo abrirá rutas marítimas y potenciará disputas entre países por aguas que hasta hace poco apenas importabanMagne Olsen es un tipo duro. Rapado, metro noventa, camiseta negra y un abrebotellas en el cinto. Impone respeto. Tiene que ser así porque atiende el Kai Kanteen, el antro más popular de Hammerfest (Noruega), que presume con razón de ser "la ciudad más cercana al Polo Norte". "Antes, aquí no había nada que hacer. Imagínese, 20 grados bajo cero en invierno, dos meses de oscuridad total y poco trabajo, tan sólo algo de pesca. Era un asco. La gente se iba; pero ahora, ya ve, a este rincón llega gente de todo el mundo", explica mientras termina de tirar una pinta de Mack, "la cerveza del Ártico".
El Polo Norte siente ya con fuerza el imparable calentamiento del planeta, una terrible amenaza a la supervivencia de la especie humana de la que ella misma es única responsable. El deshielo se ha acelerado a ritmo vertiginoso. Desde 1979 ha perdido un 20% de su superficie helada. Tan sólo en el último año, una extensión equivalente a la mitad de España. Y las previsiones son pavorosas: los científicos calculan que antes de 2070 no quedará ya hielo en verano, lo que permitirá abrir nuevas rutas marítimas y explotar fabulosos yacimientos de gas y petróleo. Aunque para la humanidad en su conjunto el calentamiento global es una tragedia de enormes proporciones, Hammerfest es el ejemplo perfecto de que incluso las tragedias pueden tener un lado positivo.
Al otro lado de la barra que custodia Olsen hay 26 hombres y tres mujeres. Ellos beben cerveza sin parar y hablan en distintos idiomas. Los que se repantigan en el sofá de piel junto a la barra hablan en ruso; los del billar, en polaco; otros, en finés. Todos siguen con la mirada a las chicas cuando cruzan camino del servicio. Patrick, un gigantón con la cabeza rapada y una barba hasta el esternón, procedente de Canadá, habla con Hans, el único noruego, en un inglés casi ininteligible. Demasiada cerveza, Patrick. Muchos de ellos llevan al cuello una placa con su foto, su nombre y una palabra que se repite: Melkoya.
Melkoya (que significa "la isla de la leche") es la explicación de que Hammerfest sea hoy lo más parecido que hay en el mundo a un pueblo minero del Salvaje Oeste. Melkoya es una regasificadora enorme situada en una isla en el fiordo que baña la ciudad. Melkoya permitirá abrir un nuevo yacimiento de gas natural en el mar de Barents, hasta ahora virgen e inaccesible a las perforaciones.
Olsen sorbe su cerveza y prosigue: "Tanta gente es buena para el negocio y para el pueblo. Las casas han doblado su precio y los jóvenes se quedan". De repente alza la vista: "Perdone, pero tengo trabajo". Y sale disparado de la barra a por dos jóvenes rusos que se están zurrando de lo lindo y que un segundo antes charlaban animadamente. Olsen los agarra y les saca fuera del bar sin esfuerzo aparente. En la plaza, junto a la estatua al oso polar, sigue la pelea. Uno lanza una patada, pero sólo le da al aire; cae al suelo y el otro se le sienta encima y le zumba con los dos puños. Sus amigos, con los ojos vidriosos, los miran fumando y riendo. Al final, los dos camorristas se separan y encienden un pitillo. No ha pasado nada. ¿Les suena esta película?
Atardecer perpetuo
Son las dos de la madrugada, pero el sol ilumina Hammerfest, sus casas de colorines de dos plantas con el tejado a dos aguas. El sol de medianoche, que no abandona ni un momento el cielo y que crea un atardecer perpetuo, se refleja en el fiordo.
Olsen vuelve a la barra, tira otra Mack y prosigue: "Y eso que hoy no es fin de semana. Entonces, esto es el Oeste. En Oslo hay ocho peleas por cada 1.000 habitantes; aquí, 15". Entre semana, Olsen sirve 200 cervezas cada noche. Un sábado, 400. Esos días la caja alcanza los 1.200 euros.
Patrick, de 34 años y que ha recorrido medio mundo levantando andamios hasta el infinito en plantas de gas y petróleo, lo entiende: "Son muchos hombres trabajando 12 horas al día y cuando salen sólo tienen este bar. Es normal que haya peleas. No hay nada más que hacer". Suena el Rock hallelujah, el éxito de Eurovisión de Lordi, y los finlandeses rugen.
En la calle hay tres afganos: Jalil, Hassan y Alí. Aparte de sus rasgos, la cara escondida en el abrigo y las manos en los bolsillos delatan que vienen del sur. "Llegamos hace dos años a Noruega. Preguntamos dónde había trabajo y nos mandaron aquí", explica Jalil, de 23 años. "Este pueblo es una mierda. No hay nada que hacer, pero ya no podemos ir más al norte. Trabajamos de limpiadores ocho horas diarias en Melkoya, y luego salimos a comer y beber, como animales. No hay chicas, sólo un billar. En invierno hay varios metros de nieve". Los trabajadores no hablan de Melkoya, sino de Melcotraz, en honor de la antigua prisión-isla de la bahía de San Francisco.
Puerta del Ártico
Alf Jakobsen, el alcalde de Hammerfest, quita importancia a la bronca: "Sí, seguro que en el bar hay ahora mismo gente bebiendo, pero, en general, los trabajadores de Melkoya son buenos vecinos, gente sana". Jakobsen, socialdemócrata de 55 años, funcionario de profesión como 900 de los 9.000 habitantes, se para junto al muelle: "Antes aquí había decenas de barcos de pesca. Hoy quedan tres. En aquellas plantas, Findus empleaba a 1.000 personas; ahora trabajan 100. Nuestro futuro es el gas y el petróleo".
El pueblo perdió 1.049 habitantes entre 1990 y 2001; pero, desde que en 2002 comenzó la construcción de Melkoya, han llegado 500 personas, sin contar con los 2.700 trabajadores que erigen la planta. Jakobsen explica que Hammerfest llegará a los 12.000 habitantes en 10 años y hasta 20.000 más adelante. Obreros de todo el norte de Europa levantan 200 casas al año que se venden sobre plano, algo habitual en la costa española, pero no en el Círculo Polar Ártico. Markku Palmu, por ejemplo, llegó desde Finlandia con su cuadrilla "para enseñarles a los noruegos a hacer casas de madera como Dios manda".
Jakobsen se pasea por la calle con una camisa y una chaqueta. Es un día de mayo soleado, un día único en la zona, aunque el viento del Polo amenaza con rasgar las orejas del visitante: "Allí", señala hacia el fiordo que da al mar de Barents, donde el agua está a tres grados, "hay petróleo y gas. Mucho. Dicen que con el deshielo será más accesible. Si esto es el cambio climático, bienvenido sea. Statoil paga al Ayuntamiento 12 millones de euros al año, y con eso podemos hacer escuelas, residencias para ancianos, etcétera. Nos gusta el Estado de bienestar".
Hammerfest fue tradicionalmente la puerta de entrada al Ártico. En el siglo XIX y principios del XX lo fue para los exploradores que buscaban nuevas rutas marinas y para estudios científicos. Hasta los años sesenta, los cazadores partían de este punto para capturar osos polares y venderlos a los circos europeos, como recuerdan las fotos de la Sociedad del Oso Polar, en el puerto. La razón es que la corriente del Golfo hace que la costa noruega tenga un clima menos frío que Groenlandia, Canadá, Alaska o Rusia. La corriente, que cruza el Atlántico desde el golfo de México, es la misma que permite que Lisboa sea más cálida que Nueva York aunque estén a la misma latitud. Los nazis tomaron la ciudad, y, cuando los ingleses la reconquistaron, las tropas alemanas la redujeron a cenizas.
Hoy quien manda es Statoil, la empresa pública noruega de hidrocarburos. A Severre Kojedal, su relaciones públicas, le chispean los ojos cuando habla de los proyectos en la zona. Statoil -cuyo nombre resume el lema de Evo Morales, petróleo estatal- recibió permiso del Parlamento para perforar el mar de Barents en 2002. Hasta entonces, Noruega se había conformado con el mar del Norte, pero ya tocaba seguir hacia el Polo. El Gobierno noruego anunció el jueves que la producción de petróleo en el Mar del Norte ha bajado un 18% en el último año. La empresa decidió trabajar en el yacimiento conocido como Snohvit (Blancanieves), identificado en 1984. "Entonces no existía la tecnología necesaria y no era rentable, pero hoy Snohvit es un gran negocio", explica. Se trata de la primera planta de gas licuado de Europa y la que está más cerca del Polo.
La empresa, junto a Total y Gaz de France, ha invertido 7.512 millones de euros en el monstruo. A partir de 2007, tres pozos a más de 250 metros de profundidad y situados a 130 kilómetros de Hammerfest extraerán el gas natural y, mediante un gasoducto submarino, lo llevarán a Melkoya, donde será licuado a 163 grados bajo cero para reducir su volumen 600 veces y enviarlo en barcos especiales a Estados Unidos y a España. Iberdrola ha comprado 1.600 millones de metros cúbicos de gas al año, que recibirá en Bilbao y Huelva, según Statoil. La planta operará durante 20 años, y, con el precio del gas por las nubes (en los mercados internacionales está ligado al del petróleo), Statoil espera ingresar más de 50.000 millones de euros. La previsión de ingresos se ha doblado desde que se inició la construcción de la planta.
Kojedal, de bigote casi albino y porte de atleta, se cala el casco y las gafas de protección, el pantalón reflectante y el abrigo naranja obligatorio y hace de guía por Melkoya. Donde se ve un enorme armazón de cemento y hierros, él ve la torre donde se enfriará el gas. Donde hay un amasijo de cables y tubos, él ve un gasoducto que llega desde el Polo. Gran parte de la planta se ha construido en bloques fuera de Noruega para evitar los rigores del invierno. Las partes gigantescas construidas en Alemania, Francia, Cádiz o Ferrol fueron transportadas en barco durante el verano y ensambladas como un mecano descomunal en Hammerfest. "En el yacimiento, de donde sacamos el gas, no habrá nada a la vista. Todo será automático y submarino. Los ecologistas han criticado el proyecto, pero lo hemos hecho con todas las medidas de respeto al medio ambiente".
Statoil es la más avanzada, pero no la única. La italiana ENI va a perforar en busca de petróleo frente a Hammerfest en el yacimiento conocido como Goliat; los rusos abrirán Stockman, una bolsa gigante de gas frente a Siberia, mientras que Rusia y Noruega se disputan las aguas territoriales fronterizas y sus reservas.
"Todo el mundo mira al norte", resume Kojedal. Hay razones: que al subir el precio del petróleo es rentable perforar donde hasta ahora era impensable; que la zona es políticamente estable y, por tanto, atractiva -no es lo mismo depender de Noruega que de Irán-; que un informe del servicio geológico de Estados Unidos calcula que un 25% del gas y el petróleo por descubrir en el mundo está en el Ártico, y que las petroleras sí que se creen que el calentamiento global del planeta fundirá el Ártico y facilitará sus prospecciones.
El círculo vicioso del gas
Una vez que las plantas de ciclo combinado de Iberdrola en España quemen el gas de Snohvit, producirán electricidad para los hogares españoles. Pero, además, emitirán dióxido de carbono, CO2, que se acumula en la atmósfera y frena la salida de calor de la Tierra. La concentración de esta sustancia en la atmósfera ha variado de forma natural entre 200 y 300 partes por millón (ppm). Y con el dióxido de carbono aumenta la temperatura. Actualmente, la cota está en 375 ppm. Las primeras previsiones calcularon que en 2050 la concentración llegaría a las 550 ppm, pero al ritmo actual de consumo de combustibles fósiles esa marca terrible puede llegar antes.
El resultado es que el planeta se calienta, y el Ártico más. "El Ártico es el canario del clima, el que primero nota los cambios", explica Pal Prestrud, director del Centro para la Investigación del Clima de Noruega, una fundación que se financia con sus estudios. Prestrud, uno de los coordinadores del informe del Consejo Ártico (el foro donde se reúnen los países de la zona) sobre cómo iba a afectar el calentamiento, explica que "la temperatura media en 2005 fue 2,5 grados superior a la normal". Como el hielo en el Ártico no es uniforme, sino que se forma en invierno y gran parte se pierde en verano, una ligera variación en la temperatura afecta a la extensión del hielo. Una de las explicaciones, según Prestrud, es que el Ártico ha entrado "en una espiral": como aumenta la temperatura, se funde el hielo y deja paso al agua del mar. Ésta es negra y no refleja la radiación, como hacía la nieve; así que el Ártico absorbe más calor y funde más hielo. Además, la corriente del Golfo llega más caliente y aumenta el deshielo.
Los satélites de la NASA miden periódicamente la extensión del hielo desde 1979 y cada año ofrecen un nuevo récord negativo. En marzo de 2006 había 300.000 kilómetros cuadrados menos de hielo que en 2005 (el 60% de la extensión de España). La pérdida de hielo, sostenida desde 1979, se ha acelerado en los últimos años.
-¿Llegará el Ártico a perder todo el hielo en verano?
Prestrud se levanta de la mesa, va a su ordenador y arranca la simulación sobre la evolución de la capa helada. La mancha que representa el hielo retrocede y se concentra alrededor del Polo al avanzar los años. A la vez, el mapa, que era azul, se vuelve rojizo y naranja, simbolizando el aumento de temperatura. En 2070, el verano se queda sin hielo. "Ésta es la predicción de la Universidad de Bergen, de lo mejor que hay. Otros estudios dicen que puede ocurrir antes. El ritmo de deshielo actual supera la peor de las expectativas realizadas a finales de los noventa", explica Prestrud. "Hace un año estaba en las islas Svalbard, muy cerca del Polo. Era enero y empezó a llover en vez de nevar. Pensé que era imposible, pero no. Es un fenómeno cada vez más frecuente".
Las implicaciones del deshielo son enormes para todo el mundo. "Al alterar uno de los sumideros de calor del planeta, el clima de gran parte del mundo podría verse afectado", explica por teléfono Mark Serreze, investigador de la Universidad de Colorado encargado de hacer las mediciones, y que el año pasado participó en un estudio sobre el deshielo que publicó la prestigiosa revista Science. Las mediciones del espesor del hielo realizadas con submarino han registrado reducciones de hasta un 40%.
El deshielo abrirá nuevas rutas marítimas, según explica el director ejecutivo del programa de Monitorización del Ártico, Lars Otto Reiesen. "Las nuevas rutas", añade, "permitirán ahorrar hasta un 40% del tiempo de viaje entre Europa y Asia si se cruza por la costa de Siberia. Dependerá de los seguros que pidan las compañías a los barcos porque puede haber problemas con los icebergs, pero estoy seguro de que se usarán". Actualmente, sólo los rusos, y en verano, se atreven a sacar sus minerales de Siberia por mar. La ruta es navegable 20 días al año y los científicos calculan que en 2080 llegará a 80 días.
Las enormes posibilidades de una ruta en el Ártico han suscitado disputas sobre la bandera de aguas territoriales que hasta ahora a nadie importaban. El primer ministro canadiense, Stephen Harper, recordó nada más ser elegido que no renunciaría a las aguas heladas que considera suyas. El anuncio era importante porque EE UU piensa otro tanto.
Además, si se va el hielo llegarán las plantas, y con ellas el hombre. "El bosque subirá y las tierras que hoy son inservibles podrán ser cultivadas", señala Reiesen ante un mapa del Ártico en su despacho de Oslo. "Así nos gusta ver el mundo, con el Polo Norte en el centro". Los que no podrán ir más al norte serán algunas especies de focas y los osos polares. Por eso, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza ha incluido a los osos polares por primera vez como especie en peligro de extinción. "No tendrán hielo, que es su hábitat natural, así que lo más probable es que desaparezcan o que se mezclen con los osos grizzlies pardos de Alaska". Casualidad o no, el 16 de abril un cazador de EE UU llamado Jim Martell mató en Canadá al primer híbrido conocido de oso polar y oso pardo.
El escudo de Hammerfest es un oso polar, pero a nadie le preocupa que puedan desaparecer. La fiebre del oro es demasiado excitante. Hoy es Hammerfest, pero otras ciudades de Rusia, Canadá o Alaska toman ya posiciones. La nueva carrera por el Ártico ya está en marcha.
La Antártida, ¿un gigante dormido?
LA PÉRDIDA DE HIELO en el Ártico puede tener enormes implicaciones para el clima mundial, aunque no afectará al nivel del mar. La idea es simple: al fundir un cubito en un vaso, el agua no se desborda. Aquí ocurre lo mismo porque el hielo se encuentra flotando y ocupa el mismo volumen que si fuera agua líquida. Las previsiones de aumento del nivel del mar por el calentameinto responden a otros temores: a que al aumentar la temperatura el agua se expande, ocupa más volumen y, por tanto, sube de nivel, o a que se funda el hielo que está sobre un continente. En este caso, los científicos temen por Groenlandia, que se deshiela a toda velocidad, o a la Antártida, considerada hasta ahora un gigante dormido, pero que, según los últimos datos, puede estar despertando.
El director del Centro para la Investigación del Clima de Noruega, Pal Prestrud, explica que "el calentamiento se ve ya en el Ártico y no en la Antártida porque el norte está más cerca de la temperatura de fusión. El mar atempera y el Polo Norte no es tan frío como la Antártida. Además, la Antártida no tiene el problema del Ártico de que al fundirse el hielo se convierte en nieve que absorbe más calor. Allí siempre hay hielo que refleja la radiación solar". Aunque el efecto es más visible en el Polo Norte (en 2005 la temperatura fue 2,5 grados superior a la media histórica, según la NASA), en la Antártida puede haber comenzado el deshielo.
Un estudio por satélite descubrió en marzo pasado que la Ántártida pierde 152 kilómetros cúbicos de agua al año. Cada kilómetro cúbico equivale al derogado trasvase del Ebro. Groenlandia, una superficie helada similar a México, ha comenzado también a verter agua al mar a una velocidad que se ha duplicado en los últimos cinco años hasta los 150 kilómetros cúbicos al año, según otro estudio. Si Groenlandia se fundiera, el mar subiría siete metros.
España también mira al Norte
LOS INTERESES DE ESPAÑA en el Círculo Polar Ártico han sido hasta ahora escasos. Sin embargo, en los últimos años, España también ha girado la vista al lejano Norte. Iberdrola ha comprado gas de la planta de Snohvit y ACS fabricó en Cádiz la parte principal de la regasificadora de Hammerfest. La estructura, de 25.000 toneladas, 60 metros de altura, más de 200 de largo y una superficie de 8.300 metros cuadrados, fue transportada en barco hasta Noruega.
Además de la energía, Noruega tiene pesca. En diciembre, se apresó a dos pesqueros gallegos por pescar fletán azul (una especie protegida) frente a las islas Svalbard, al norte de Hammerfest, en una zona que España considera que no incumbe a Noruega.
Con estas inversiones y problemas, España ha pedido entrar en el Consejo Ártico como observador, según Lars-Otto Reiersen, director ejecutivo del programa de seguimiento del Ártico del Consejo . En éste participan los países del Ártico (Noruega, Finlandia, Suecia, Rusia, Estados Unidos, Canadá y Dinamarca), los representantes de los pueblos indígenas y las organizaciones ecologistas.
Como explica Reiersen, "el Ártico es cada vez más interesante. Además del gas y del petróleo, con el calentamiento la pesca se desplazará hacia el norte. Y ya se sabe que si hay bacalao, detrás aparecen los españoles".
El Rey ha visitado Noruega esta semana y allí pidió diálogo para resolver los conflictos sobre la pesca y trató sobre la importancia del gas. La anterior visita se produjo hace 24 años.
El país nórdico, que es el séptimo productor mundial de petróleo, aporta el 7% del gas que consume España. El primer ministro noruego, Jens Stolterberg, explicó su interés por aumentar las exportaciones a España. Sobran razones para poner un ojo en el Norte.
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Al González -