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TURCÓN - Ecologistas en acción

Siguen los derribos

Siguen los derribos José A. Alemán

CanariasAhora.com, 16-8-2004

No es la primera vez que la piqueta se lleva por delante, con premeditación, nocturnidad y buenos viajes de alevosía, algún edificio cargado de memoria y de referentes de Las Palmas de Gran Canaria. La relación sería interminable. No es que los psocialistas no metieran, en su momento la pata más de una vez, dicho sea para los forofos del y tú más, sino que los mandatos del PP han intensificado el ritmo de destrucción del patrimonio arquitectónico de la ciudad.

Esta vez no ha sido en Vegueta, a la que el Ayuntamiento postula cínicamente para Patrimonio de la Humanidad. Fue en la zona de Las Alcaravaneras donde el fin de semana pasado cayó el edificio de la antigua logia masónica Acacia. Yo no sabía que era proyecto de Miguel Martín, perdón, pero sí que fue diseñado expresamente para cumplir esa función específica de templo másónico, lo que le daba la singularidad suficiente para merecer no ya una reflexión, algo impensable en estos ediles, sino un respeto.

Me indignó tanto la noticia que me senté a escribir sin ni siquiera mirar si figuraba o no en el catálogo de edificios protegidos de la ciudad. Para qué perder el tiempo. Les da igual: también estuvo catalogado el cine Avenida en su día y se lo llevaron por delante tan ricamente. A veces me pregunto para qué ocupar espacio de archivo con este tipo de documentos si sé que son papel mojado en cuanto medien intereses lo bastante poderosos para influir en los mandarines. Sólo sirve, el catálogo, para hacer estadística de lo que ya desaparecido.

Es inútil lamentarse porque seguirá ocurriendo y tampoco se trata de vivir en un lloro cuando la capacidad reacción ciudadana es casi de cero. No van a hacer el menor caso. Por más que resulte alentadora que la mala conciencia les induzca a realizar las demoliciones a traición, en las tarde-noches de fines de semana prolongados. La cultura y la sensibilidad no figuran entre los fuertes de una clase política tan ignorante que lo mismo arrasa por palmeras con los más increíbles pretextos, como si fuéramos bobos, que por edificios de referencia.

Sigue, pues, el culto a la desmemoria. Que puede obedecer a una política programada o a eso, a simple ignorancia. O a las dos cosas. Que sería el caso, me temo. La forma en que el Cabildo soriano negó la ayuda comprometida anteriormente por la corporación a fin de recuperar para la ciudad el archivo personal de Juan Negrín revela el sectarismo en este tipo de actuaciones. Al fin y al cabo, Negrín se relaciona con una época de la que también fue testigo el edificio masónico derribado. Los más directos herederos de aquella intolerancia no podían obrar de otra manera que autorizando a meterle piqueta para sustituirlo, seguramente, por otro ejemplar de esa arquitectura despersonalizada que va borrando poco a poco la memoria de la ciudad que conocimos. Nada ocurre por casualidad. Simplemente, no les conviene la memoria. Salvo que se trate de la placa del Gobierno Militar.

De un Ayuntamiento que corta palmeras para que no se oculten en ellas delincuentes y drogatas cabe esperarlo todo. Especialmente cuando, encima, el principal responsable de la tala se muestra satisfecho de lo hecho. No me quejo, insisto, sino que procuro dejar constancia, por si en el futuro a alguien se le ocurre preguntarse si esta ciudad tuvo alguna vez historia.

Y ya que mencioné lo de Vegueta, Patrimonio de la Humanidad y dos piedras, seguiré con la pretensión de Soria de proponer Gran Canaria para Reserva de la Biosfera. No creo que la cosa merezca comentario ni que nadie se la haya tomado en serio. Los especuladores no han rechistado. Con las cajoneras trepando por las laderas de barrancos y montañas y demás destrucciones, ya me contarán qué va a reservar. Ahí tienen, por ejemplo, al mismo Soria asfaltando carreteras forestales, a pesar de las opiniones en contra. El siguiente paso será ponerle alcorques horteras a los pinos. Y no lo digo de broma en el caso de una corporación que pretende convertir Los Tiles en bosque de regadío, nada menos.

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