Blogia
TURCÓN - Ecologistas en acción

Cortar un Naranjo

Cortar un Naranjo José A. Alemán

CanariasAhora.com, 25-8-2004

Da gusto el entusiasmo que despliegan los vecinos de Las Canteras al limpiar la playa. Y no les digo de cómo procuran entrañar a sus retoños con la arena y el mar junto al que crecen. Una muestra de civismo y de sentido lúdico que reconforta. Si ese espíritu se generalizara en la ciudad seríamos un poco más felices.

Pero el Ayuntamiento de Las Palmas, ya ven, no quiere. Los vecinos se ocupan de Las Canteras y los responsables municipales se desentienden. A pesar del ruido que meten sus megafonías y demás desde el alba para hacer creer que se ocupan y que constituyen una forma agresiva de ensuciar el relax de los usuarios. Es que de un tiempo a estar parte proliferan las colillas en la arena. Bien sabemos que hemos criado mucho guarro, que hay desaprensivos insensibles al esfuerzo vecinal de las limpiezas de choque periódicas. Hay que contar con ellos. Pero la realidad es que el Ayuntamiento no toma medidas para que las colillas no vayan a parar a la arena. Es cuestión de vigilancia y sanción pero, sobre todo, es asunto de que se recurra al reparto a los bañistas de pequeños envases, lo que llaman por ahí “cucuruchos”, para que los fumadores no hagan de las suyas. Se hace en otros sitios, en otras playas, y si mal no recuerdo, también se hizo un tiempo en Las Canteras.

Uno comprende, claro, que es trabajoso para los munícipes disponer y organizar ese reparto. No es soplar y hacer botellas. Hay que prever muchas cosas, estudiar los días y las semanas de mayor afluencia, tener una presencia para que los bañistas vean que la cosa va en serio, desplegar campañas imaginativas de persuasión y de estímulo de la solidaridad suficiente para no empuercar lo que es de uso común en perjuicio de los que vienen detrás, que también son hijos de Dios. Todas esas cosillas que hacen, en definitiva, llevadera la vida en común en las grandes concentraciones urbanas.

Es trabajoso pero, desde luego, más agradecido para la opinión pública que la fiebre de talar palmeras que padece el Ayuntamiento. No puede decirse que en esto peque el concejal responsable, Antonio Naranjo, del gandulismo que atribuyó a los políticos el delegado del Gobierno, José Segura, en las páginas de La Provincia. Naranjo observó que la fronda espesísima de las palmeras sirve de refugio a delincuentes y drogotas y las taló sin piedad con lo que, de paso, impulsó la venta de maceteros y de plantas de reposición, que es donde está el negocio de la jardinería privatizada. Y para que veamos todos que las críticas no prevalecerán sobre su determinación, autorizó el traslado de las del Banco de España, en la calle de León y Castillo. Aunque éstas, es verdad, que tuvieron mejor suerte ya que, al no estar en sitio público sino en el coto ajardinado de la entidad bancaria, se beneficiaron de su traslado a otro lugar, a salvo de la ferocidad municipal.

No puede decirse que Naranjo le haya hurtado el hombro al trabajo palmericida. Pero sí que lo dio todo para castigar el verde ciudadano y nada le quedó para ocuparse de Las Canteras, de su limpieza permanente porque ya eso, queridísimos míos, es hacer uso de recursos humanos y mecánicos, aparte de los imaginativos, en paradero desconocido.

La responsabilidad de que la playa esté limpia y la tarea de concienciar al conciudadanaje de que eso conviene ha recaído, así, en los vecinos y los usuarios forofos de Las Canteras que han hecho religión del bañito y de la caminada y sugirieron a Manolo Padorno la concepción de Las Canteras como catedral de la luz que nos baña a todos. Ya les dije que reconforta la actitud de los vecinos, pero me parece, qué quieren, que Naranjo está llevando demasiado lejos sus nociones neoliberales, de no intervención de los poderes públicos para que la iniciativa privada corra con todo. “Luzardo, cortáte tu Naranjo” es el último grito en pintadas urbanas. Con que a ver.

0 comentarios