La mala educación
Angel Tristán Pimienta
La Provincia, 22-3-2005
Menos mal que por ahí fuera no hay tantos memos como por aquí: si en la Península o en el extranjero se aplicaran las mismas técnicas de erradicación de las molestias, ya no habría pinares en las playas de Mallorca, de la costa catalana, de la Costa Azul francesa o en todo el litoral gallego. Porque en todos estos lugares los drogatas, camellos, borrachos y parejas sin Flex eligen la arena bajo los árboles si el tiempo lo permite y la
Autoridad no lo impide. Igualmente, si no se cuida la higiene, acudirán las ratas, pero para algo están los guardias y la actuación preventiva. Lo que hasta ahora es prácticamente inédito es que para eliminar estos problemas en vez de acudir a la policía local y a los servicios de sanidad se serruchen los árboles, y que encima los alcaldes o alcaldesas justifiquen el estropicio con cara de haber hecho las cosas correctamente, y no de haber metido la pata.
Tales argumentos son inéditos en la Europa civilizada, y en la otra también. Hay que tener en cuenta, por ejemplo, queincluso en el África negra y atrasada la conciencia ecológica ha sustituido a la depredadora e irrespetuosa con el medio natural. La último Premio Nobel de la Paz es Wangari Maathai, una militante
ecologista de Kenia que ha logrado mentalizar a la población para plantar millones de árboles. Que el Cabildo prosiga la plantación de pinos en el ´casquete central´, siguiendo las pautas iniciadas bajo el mandato de Matías Vega, hace medio siglo, no implica que pueda tratarse la masa verde del litoral y de las ciudades con criterios de jardinería fugaz, tratando a los pinos, los laureles y los eucaliptos como si fueran geranios, plataneras o matas de papas.
La imagen de unos troncos secos de laureles de indias colocados en algunas rotondas de la Circunvalación es el mejor automonumento público a la idiotez: hay que ser torpe e insensato para arrancar de cuajo unos ejemplares con cincuenta o más años en sus ramas, dejarlos secar, trocearlos, y ponerlos como elementos decorativos,
sin la menor intención de intentar su recuperación.
Lo asombroso es que la escabechina en Melenara ha coincidido con la celebración del Día Forestal Mundial, uno de cuyos lemas es "conocer para proteger", de donde puede deducirse que conocimiento, poco. Las buenas intenciones institucionales para llevar el amor a la naturaleza a las escuelas, y asegurar así el futuro, deben ser complementadas con un ´plan de choque´ sobre las autoridades, porque o éstas entienden lo que deben entender, o no va a haber nada que conservar dentro de unos años. El efecto de las repoblaciones es menor del que pudiera ser si, concretamente, se abren carreteras asfaltadas hasta su interior.
Estos ´prontos´ tan frecuentes es como para echarse a temblar. La tala salvaje de las palmeras de la calle Torres Quevedo es un capítulo que pasará a la historia local, que no se hará solamente a base de las primeras piedras oficiales y el glamour en color y cinemascope. Lo mismo sucederá con el arboricidio de Melenara, algo totalmente innecesario, y de mala educación, porque la educación no la hace la chaqueta, la corbata ni el coche oficial. Este tipo de tic son peligrosos por el sustrato ideológico que los respalda. Cuando se dice que los árboles no eran valiosos ya se está cayendo en el sectarismo: ¿cuáles son valiosos?, ¿sólo los pinos y la laurisilva? ¿hay animales menos valiosos que otros, a los que se les podría maltratar o matar de hambre y sed? El camino conduce hacia el precipicio. También el argumento de la ´foraneidad´: tal ejemplar no es canario, hay que sustituirlo por otros que sí lo sean. Por esa regla de tres, si se lleva, como se debe de llevar, hacia sus últimas consecuencias, porque lo que no es congruente es trampa, habría que prescindir del tomate, el plátano, las papas, y las estertlizias, que son una más o menos reciente importación surafricana.
El problema es la mentalidad. No hay una conciencia sobre lo que está bien y lo que está mal; no hay unas apropiadas dosis de sentido común, ni con lo medioambiental ni con lo patrimonial. Cada día se ofrecen nuevos datos acerca de esta carencia intelectual crónica: los sitios históricos no están a salvo de la piqueta a pesar del grado de protección teórica que tengan, porque quien hizo la ley hace la trampa con total desparpajo. Se quiere hacer de Vegueta un Patrimonio de la Humanidad a la vez que se derriban o arruinan edificios o se destroza el adoquinado, en principio intocable. Para cambiarlo al poco tiempo por pastiches de reciente fabricación. El colmo llega con la ´restauración´ de la muralla que guarnecía a la vieja ciudad - sin solucionar la falta de vigilancia- y con los ´arreglos´ del castillo de Mata. La muralla ha sido rehecha sin cumplir los debidos requisitos, y el toque final ha sido de antología: ahora luce en el risco pintadita de blanco, estupenda para los grafiteros.
Es lo que hay. Como dice el célebre aforismo, "lo que natura non dat, Salamanca non prestat". Hay que esperar a que las clases para adultos de ´Radio Ecca´ sean asignatura obligada para políticos y altos funcionarios, aunque mucho me temo que ni con eso.
La Provincia, 22-3-2005
Menos mal que por ahí fuera no hay tantos memos como por aquí: si en la Península o en el extranjero se aplicaran las mismas técnicas de erradicación de las molestias, ya no habría pinares en las playas de Mallorca, de la costa catalana, de la Costa Azul francesa o en todo el litoral gallego. Porque en todos estos lugares los drogatas, camellos, borrachos y parejas sin Flex eligen la arena bajo los árboles si el tiempo lo permite y la
Autoridad no lo impide. Igualmente, si no se cuida la higiene, acudirán las ratas, pero para algo están los guardias y la actuación preventiva. Lo que hasta ahora es prácticamente inédito es que para eliminar estos problemas en vez de acudir a la policía local y a los servicios de sanidad se serruchen los árboles, y que encima los alcaldes o alcaldesas justifiquen el estropicio con cara de haber hecho las cosas correctamente, y no de haber metido la pata.
Tales argumentos son inéditos en la Europa civilizada, y en la otra también. Hay que tener en cuenta, por ejemplo, queincluso en el África negra y atrasada la conciencia ecológica ha sustituido a la depredadora e irrespetuosa con el medio natural. La último Premio Nobel de la Paz es Wangari Maathai, una militante
ecologista de Kenia que ha logrado mentalizar a la población para plantar millones de árboles. Que el Cabildo prosiga la plantación de pinos en el ´casquete central´, siguiendo las pautas iniciadas bajo el mandato de Matías Vega, hace medio siglo, no implica que pueda tratarse la masa verde del litoral y de las ciudades con criterios de jardinería fugaz, tratando a los pinos, los laureles y los eucaliptos como si fueran geranios, plataneras o matas de papas.
La imagen de unos troncos secos de laureles de indias colocados en algunas rotondas de la Circunvalación es el mejor automonumento público a la idiotez: hay que ser torpe e insensato para arrancar de cuajo unos ejemplares con cincuenta o más años en sus ramas, dejarlos secar, trocearlos, y ponerlos como elementos decorativos,
sin la menor intención de intentar su recuperación.
Lo asombroso es que la escabechina en Melenara ha coincidido con la celebración del Día Forestal Mundial, uno de cuyos lemas es "conocer para proteger", de donde puede deducirse que conocimiento, poco. Las buenas intenciones institucionales para llevar el amor a la naturaleza a las escuelas, y asegurar así el futuro, deben ser complementadas con un ´plan de choque´ sobre las autoridades, porque o éstas entienden lo que deben entender, o no va a haber nada que conservar dentro de unos años. El efecto de las repoblaciones es menor del que pudiera ser si, concretamente, se abren carreteras asfaltadas hasta su interior.
Estos ´prontos´ tan frecuentes es como para echarse a temblar. La tala salvaje de las palmeras de la calle Torres Quevedo es un capítulo que pasará a la historia local, que no se hará solamente a base de las primeras piedras oficiales y el glamour en color y cinemascope. Lo mismo sucederá con el arboricidio de Melenara, algo totalmente innecesario, y de mala educación, porque la educación no la hace la chaqueta, la corbata ni el coche oficial. Este tipo de tic son peligrosos por el sustrato ideológico que los respalda. Cuando se dice que los árboles no eran valiosos ya se está cayendo en el sectarismo: ¿cuáles son valiosos?, ¿sólo los pinos y la laurisilva? ¿hay animales menos valiosos que otros, a los que se les podría maltratar o matar de hambre y sed? El camino conduce hacia el precipicio. También el argumento de la ´foraneidad´: tal ejemplar no es canario, hay que sustituirlo por otros que sí lo sean. Por esa regla de tres, si se lleva, como se debe de llevar, hacia sus últimas consecuencias, porque lo que no es congruente es trampa, habría que prescindir del tomate, el plátano, las papas, y las estertlizias, que son una más o menos reciente importación surafricana.
El problema es la mentalidad. No hay una conciencia sobre lo que está bien y lo que está mal; no hay unas apropiadas dosis de sentido común, ni con lo medioambiental ni con lo patrimonial. Cada día se ofrecen nuevos datos acerca de esta carencia intelectual crónica: los sitios históricos no están a salvo de la piqueta a pesar del grado de protección teórica que tengan, porque quien hizo la ley hace la trampa con total desparpajo. Se quiere hacer de Vegueta un Patrimonio de la Humanidad a la vez que se derriban o arruinan edificios o se destroza el adoquinado, en principio intocable. Para cambiarlo al poco tiempo por pastiches de reciente fabricación. El colmo llega con la ´restauración´ de la muralla que guarnecía a la vieja ciudad - sin solucionar la falta de vigilancia- y con los ´arreglos´ del castillo de Mata. La muralla ha sido rehecha sin cumplir los debidos requisitos, y el toque final ha sido de antología: ahora luce en el risco pintadita de blanco, estupenda para los grafiteros.
Es lo que hay. Como dice el célebre aforismo, "lo que natura non dat, Salamanca non prestat". Hay que esperar a que las clases para adultos de ´Radio Ecca´ sean asignatura obligada para políticos y altos funcionarios, aunque mucho me temo que ni con eso.
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