El paso a las energías renovables se hará en 40 años a más tardar
El paso a las energías renovables se hará en 40 años a más tardar
La legislación alemana en materia energética ha lanzado una dinámica que augura el fin de las energías atómicas y fósiles, declara Hermann Scheer, galardonado con el premio Nobel alternativo, en su entrevista con café babel.
En su compromiso con las energías renovables, Hermann Scheer, socialdemócrata miembro del Bundestag (parlamento federal alemán), no teme tener que criticar a ciertos compañeros de partido. El hecho de que su gobierno haya bloqueado la creación de una agencia internacional para las energías renovables es un escándalo, según el presidente de Eurosolar y del Consejo mundial para las energías renovables. Pero al mismo tiempo, Alemania también lanza señales positivas: la Ley de energías renovables es un ejemplo para el cambio en el suministro de electricidad.
Señor Scheer, lleva usted años comprometido a favor de un cambio en la producción energética. Sin embargo, en el mundo está cada vez más en boga la energía nuclear y, a pesar del protocolo de Kyoto, el consumo de energías fósiles por habitante aumenta a un ritmo constante. ¿No predica solo en el desierto?
No estoy solo en el desierto, retomando su parábola. Todo lo más, podríamos decir que lanzamos un llamamiento en un desierto que se extiende constantemente por culpa del consumo tradicional de energía. El consumo mundial de energías fósiles no deja de crecer, lo cual contradice todos los análisis sobre las consecuencias de este consumo. Por fortuna, el consumo de energía nuclear no aumenta, pero asistimos a una ola creciente de discursos a favor de esta energía.
Aun así, los países emergentes y en vías de desarrollo apuestan cada vez más por las centrales nucleares
No es así. Lo que sucede es que se les intenta empujar en esta dirección. Sólo en ciertos países asiáticos se están construyendo centrales nucleares. Esto está relacionado con que el sistema institucional mundial se focaliza sobre la promoción de energías atómicas y fósiles. No se tienen en cuenta las limitaciones y los problemas evidentes de estas energías, ni de los riesgos que comporta su uso. Este sistema funciona de modo anacrónico: por un lado, la Agencia Internacional de la Energía se ve obligada a garantizar el suministro de energía fósil adoptando un papel de consejero y promotor, y por otro lado, la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) aconseja a los gobiernos del mundo entero en la elaboración de sus programas nucleares. Y hay que decir que ambas instituciones se deshacen en esfuerzos para convencer a los Estados de no orientarse hacia las energías renovables. Un anacronismo políticamente escandaloso.
¿Por qué no se compromete la Unión Europea más en el tránsito hacia otra política energética, apoyando por ejemplo la creación de una agencia internacional de energías renovables?
Debido a un cierto conservadurismo institucional característico de un sistema político desgastado. Todas estas instituciones, como por ejemplo las de las Naciones Unidas, se oponen, por una cierta rivalidad institucional, a la puesta en marcha de una agencia internacional para las energías renovables que, no obstante sería necesaria. No se podrá alcanzar el consenso sobre la cuestión. La iniciativa debe surgir de un grupo de Estados que muestren a otros el camino a seguir. Es precisamente lo que el gobierno federal alemán, encabezado por el ministerio de medioambiente, no ha osado hacer hasta ahora, a pesar de que el parlamento federal se lo haya exigido.
¿Qué iniciativas europeas le resultan prometedoras y podrían servir de ejemplo en materia de suministro de energía?
En relación con la producción de electricidad, el mejor ejemplo en la actualidad es la Ley alemana de prioridad de energías renovables. Cada año, sobre esta base, se habilitan en Alemania 3.000 megavatios renovables. A fecha de hoy, se han construido instalaciones con capacidad para 18.000 megavatios. Si continuamos a este ritmo, el paso a las energías renovables se habrá realizado en 40 años, aunque cambie el peso relativo de las restantes energías. La expansión de la energía eólica se va a atenuar, pero habrá más energía fotovoltaica, más bioenergía y más energía geotérmica. El cambio estructural en la energía ha arrancado, y con mucha fuerza.
¿Cómo logrará Europa, según usted, gestionar su abastecimiento energético en el futuro?
Vamos a asistir a una revolución tecnológica en materia de abastecimiento energético. Ahora bien, jamás ha habido revolución tecnológica que haya obrado sobre la base de un contrato internacional que todo el mundo respete. De hecho, siempre es un puñado de Estados el que se lanza en una dinámica cuando los argumentos en contra empiezan a verse desfasados. De modo automático, el resto de países empieza a alinearse con esta minoría poco a poco.
¿Piensa usted que incluso países tan anclados en la energía nuclear como Francia también se decantarán por este cambio tarde o temprano?
No podrán hacer de otra manera. Estos países siempre usan los mismos argumentos contra la energía renovable: demasiado cara. Sin embargo, es evidente que la energía clásica va a ser cada vez más cara, pues sus fuentes empezarán a escasear. En contraste, para las energías renovables, sólo los impedimentos técnicos influyen en el precio (salvo para la bioenergía). De modo que mediante una amplia difusión, la industrialización y la mejora de los sistemas de producción de las energías renovables, éstas no podrán sino abaratarse. Es lo que sucede en toda revolución tecnológica. Las energías renovables serán cada vez más valoradas, en particular por sus ventajas en materia medioambiental y de seguridad en el abastecimiento. Cada vez más empresas van a comprender que son energías prometedoras. Para todas las tecnologías, la regla consiste en ser la más veloz en resolver problemas en el mercado. Sería absurdo obviar esto a la vista de un progreso tecnológico tan decisivo y que aporta respuestas a tantos problemas.
La legislación alemana en materia energética ha lanzado una dinámica que augura el fin de las energías atómicas y fósiles, declara Hermann Scheer, galardonado con el premio Nobel alternativo, en su entrevista con café babel.
En su compromiso con las energías renovables, Hermann Scheer, socialdemócrata miembro del Bundestag (parlamento federal alemán), no teme tener que criticar a ciertos compañeros de partido. El hecho de que su gobierno haya bloqueado la creación de una agencia internacional para las energías renovables es un escándalo, según el presidente de Eurosolar y del Consejo mundial para las energías renovables. Pero al mismo tiempo, Alemania también lanza señales positivas: la Ley de energías renovables es un ejemplo para el cambio en el suministro de electricidad.
Señor Scheer, lleva usted años comprometido a favor de un cambio en la producción energética. Sin embargo, en el mundo está cada vez más en boga la energía nuclear y, a pesar del protocolo de Kyoto, el consumo de energías fósiles por habitante aumenta a un ritmo constante. ¿No predica solo en el desierto?
No estoy solo en el desierto, retomando su parábola. Todo lo más, podríamos decir que lanzamos un llamamiento en un desierto que se extiende constantemente por culpa del consumo tradicional de energía. El consumo mundial de energías fósiles no deja de crecer, lo cual contradice todos los análisis sobre las consecuencias de este consumo. Por fortuna, el consumo de energía nuclear no aumenta, pero asistimos a una ola creciente de discursos a favor de esta energía.
Aun así, los países emergentes y en vías de desarrollo apuestan cada vez más por las centrales nucleares
No es así. Lo que sucede es que se les intenta empujar en esta dirección. Sólo en ciertos países asiáticos se están construyendo centrales nucleares. Esto está relacionado con que el sistema institucional mundial se focaliza sobre la promoción de energías atómicas y fósiles. No se tienen en cuenta las limitaciones y los problemas evidentes de estas energías, ni de los riesgos que comporta su uso. Este sistema funciona de modo anacrónico: por un lado, la Agencia Internacional de la Energía se ve obligada a garantizar el suministro de energía fósil adoptando un papel de consejero y promotor, y por otro lado, la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) aconseja a los gobiernos del mundo entero en la elaboración de sus programas nucleares. Y hay que decir que ambas instituciones se deshacen en esfuerzos para convencer a los Estados de no orientarse hacia las energías renovables. Un anacronismo políticamente escandaloso.
¿Por qué no se compromete la Unión Europea más en el tránsito hacia otra política energética, apoyando por ejemplo la creación de una agencia internacional de energías renovables?
Debido a un cierto conservadurismo institucional característico de un sistema político desgastado. Todas estas instituciones, como por ejemplo las de las Naciones Unidas, se oponen, por una cierta rivalidad institucional, a la puesta en marcha de una agencia internacional para las energías renovables que, no obstante sería necesaria. No se podrá alcanzar el consenso sobre la cuestión. La iniciativa debe surgir de un grupo de Estados que muestren a otros el camino a seguir. Es precisamente lo que el gobierno federal alemán, encabezado por el ministerio de medioambiente, no ha osado hacer hasta ahora, a pesar de que el parlamento federal se lo haya exigido.
¿Qué iniciativas europeas le resultan prometedoras y podrían servir de ejemplo en materia de suministro de energía?
En relación con la producción de electricidad, el mejor ejemplo en la actualidad es la Ley alemana de prioridad de energías renovables. Cada año, sobre esta base, se habilitan en Alemania 3.000 megavatios renovables. A fecha de hoy, se han construido instalaciones con capacidad para 18.000 megavatios. Si continuamos a este ritmo, el paso a las energías renovables se habrá realizado en 40 años, aunque cambie el peso relativo de las restantes energías. La expansión de la energía eólica se va a atenuar, pero habrá más energía fotovoltaica, más bioenergía y más energía geotérmica. El cambio estructural en la energía ha arrancado, y con mucha fuerza.
¿Cómo logrará Europa, según usted, gestionar su abastecimiento energético en el futuro?
Vamos a asistir a una revolución tecnológica en materia de abastecimiento energético. Ahora bien, jamás ha habido revolución tecnológica que haya obrado sobre la base de un contrato internacional que todo el mundo respete. De hecho, siempre es un puñado de Estados el que se lanza en una dinámica cuando los argumentos en contra empiezan a verse desfasados. De modo automático, el resto de países empieza a alinearse con esta minoría poco a poco.
¿Piensa usted que incluso países tan anclados en la energía nuclear como Francia también se decantarán por este cambio tarde o temprano?
No podrán hacer de otra manera. Estos países siempre usan los mismos argumentos contra la energía renovable: demasiado cara. Sin embargo, es evidente que la energía clásica va a ser cada vez más cara, pues sus fuentes empezarán a escasear. En contraste, para las energías renovables, sólo los impedimentos técnicos influyen en el precio (salvo para la bioenergía). De modo que mediante una amplia difusión, la industrialización y la mejora de los sistemas de producción de las energías renovables, éstas no podrán sino abaratarse. Es lo que sucede en toda revolución tecnológica. Las energías renovables serán cada vez más valoradas, en particular por sus ventajas en materia medioambiental y de seguridad en el abastecimiento. Cada vez más empresas van a comprender que son energías prometedoras. Para todas las tecnologías, la regla consiste en ser la más veloz en resolver problemas en el mercado. Sería absurdo obviar esto a la vista de un progreso tecnológico tan decisivo y que aporta respuestas a tantos problemas.
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